Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

martes, 15 de enero de 2008

“Dedos tan magistrales como la lengua…”

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Sabía o más bien, presentía lo que me esperaba, así que respiré hondo y mientras miraba al techo cerré los ojos. Comencé a sentir su lengua, quizá al principio sólo era la punta que me rozaba la unión de mis labios en su parte más alta. Poco a poco comenzó a deslizarla hacia abajo por el centro exacto hasta que llegó a mi orificio vaginal. No permaneció mucho tiempo ahí porque regresó por el mismo camino en sentido ascendente. Después comenzó a lamerme las comisuras entre los labios mayores y menores.
Para ese momento ya estaba gimiendo y sin proponérmelo doblé más las rodillas y las abracé para facilitarle el acceso al viejito de lengua experta. Me decía palabras de alabanza que ahora no recuerdo del todo, respecto al aspecto y olor de mis intimidades. La verdad, lo que yo quería era que siguiera con su trabajo, que dejara de hablar y siguiera haciendo lo que sabía hacer tan bien.
Después de recorrer toda mi vulva con su lengua durante varias veces, me pidió que levantara aún más mis piernas. Hice todo lo que pude, entonces escuché de nuevo una exclamación de aprobación y agrado. No me dijo nada, sobraban las palabras para entender que entre más partes íntimas de mí veía, más le gustaban. Algo me dijo de que le hubiera gustado tener no sé cuántos años menos para tener fuerza y levantarme mejor, aún así, comencé se sentir la frescura de su lengua y en especial de su saliva en mi ano. Sentía las cosquillitas tan particulares que se sienten cuando te lo lamen, sin embargo, se sentía algo diferente, como ya he mencionado, era un experto con la lengua. Supo desesperarme hasta que empecé a mover el trasero de un lado a otro. Así, con su lengua como lanceta en mi ano, me provocó el primer orgasmo.
A pesar de mis gritos de que cesara continuó con su labor de hacerme enloquecer al grado que llegué a sentir algunos centímetros de la punta de esa lanceta de carne en el interior de mi mayor intimidad. Después de condolerse de mis peticiones, por fin dejó en paz la parte trasera de mi cuerpo y regresó para darme de nuevo el cunnilingus. Esta vez fue más como si tratara de dejarme limpia o simplemente lamerme para recordar mi sabor, el caso es que me pasó su lengua despacito sin dejar ninguna partecita seca.
A estas alturas, ya había olvidado que tenía una amiga llamada Ross y que se encontraba haciendo más o menos lo mismo bajo el mismo techo.
Se alejó un poquito de mí para hacerme la pregunta, “¿Te meto el dedo?” No le respondí, únicamente cerré los ojos en señal de aceptación y consentimiento. Me metió un dedo en la vagina describiendo círculos pequeños. Instintivamente, de nuevo traté de levantar, e incluso, abrir más las piernas. La sensación que me provocó fue indescriptible. También sabía usar los dedos con maestría. No me lastimaba en lo más mínimo por el contrario, me estaba causando mucho placer.
Mientras me estaba causando gemir y un poquito pujar, me sacó el dedo de la vagina, pude abrir los ojos y lo miré. Contestó mi mirada con una especie de guiño, más bien subiendo y bajando las cejas entrecanas como diciéndome que me preparara para lo que seguía…

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