Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

jueves, 24 de abril de 2008

“La Orata hubiese sido más adecuado...”

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Noté que PonchI trató de desacelerar la situación, como diciendo que iban muy rápido y quizá Ross terminaría mucho antes de lo previsto. Trató que sacar su mano de la panocha de mi amiga, pero esta, le tomó la muñeca a su hombre, al parecer con bastante fuerza y, a nuestro amigo no le quedó más remedio que seguir dedeándola.
Los pujidos de ella continuaban hasta que, en un momento dado, le apretó la muñeca a PonchI y le dijo que no quitara la mano de ahí y, ella se levantó la falda, con sus manos cogió el elástico del calzón y comenzó a bajárselo, hasta desprenderse por completo de esa prenda. Si bien la mano del hombre cubría casi todo, pudimos verle mejor los pelos a nuestra orate amiga. (Ahora que lo pienso, quizá hubiera sido mejor que aquí la hubiera llamado “La Orata”, hubiera sido más ad-hoc. Aunque supongo que ya es tarde para eso.)
Al parecer el movimiento de piernas para quitarse el panty, hizo que el dedo de PonchI por fin pudiese clavarse en la vagina de ella, ya que soltó un gritito y empezó a ordenarle de la manera más cachonda como continuar: “¡Así! ¡Así!” casi le gritaba a su hombre. Cuando más gritaba Ross, azuzando a PonchI, se me ocurrió gritar: “Pícale el culo, métele todo el dedo”. Ella hizo una pausa casi imperceptible, me miró de manera también muy discreta aunque con ojos alegres y me lanzó un alegre guiño. Lo interpreté como una forma de agradecerme por poner de mi parte y echarle más condimento al caldo que se estaba cocinando en ese instante. Me estaba poniendo de su parte. Nuestra amistad se solidificaba más. Aunque para no parecer tan obvia, dentro de sus pujidos y jadeos, ahora con los ojos cerrados y la cabeza semi levantada, resoplando respondió: “Ahorita te lo va a reventar a ti”. De nuevo logró arrancarnos una ligera carcajada a Perla y a mí.
Mientras ella seguía gimiendo, él continuó dedeándola por un buen tiempo, que de haber sido yo, me hubiera parecido una eternidad, aunque en realidad, no pasó de un par de minutos. Hasta que por fin, nuestro amable amigo le dijo jadeante: “Ross, mi amor, ya me cansé, ya me duele la mano”. No recuerdo como se destrabaron de esa llave.
Una vez que quedó liberada de su mano, Ross se paró justo en medio y frente a nosotras y con ambas manos nos hizo la indicación con sus dedos índices de que nos acercáramos. Sin chistar, Perla y yo la obedecimos. Cuando nos habíamos acercado lo suficiente, nos tomó de las muñecas, ahora a nosotras y, de un jalón fuerte, nos atrajo hacia ella.
Hizo el intento por tratar de desvestirnos pero, fue interrumpida por nuestro amigo quien le gritó: “¡No! ¡Espera! Primero quiero tomarles unas fotos así”. Entonces ella como respuesta, se dirigió a nosotras y nos dijo: “Pero quítense los calzones”. A lo cual una de nosotras le respondimos que qué caso tenía si íbamos a salir con nuestros vestidos o faldas, que quien iba a saber que no traeríamos calzones en las fotos. Con una sonrisa de oreja a oreja, de la manera más festiva que pudiese haber, nos respondió: “¡PonchI!”.
Nos convenció la respuesta. Perla y yo nos quitamos los calzones, y comenzó la primera de muchas sesiones fotográficas que tendría con PonchI, en especial, y con los tres amigos en general.




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