Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

martes, 27 de noviembre de 2007

"De tolon-tolon a tilin-tilin..."

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Seguíamos en cuatro patas la una junto a la otra, Ross estiró su mano hacia mi trasero y trató de moverlo de lado a lado cuando dijo, “Este hace tolón-tolón” y luego movió el suyo y dijo, “éste hace tilín-tilín”, refiriéndose a las dimensiones de ambas partes terminales de nuestros respectivos cuerpos. No me hizo reír mucho sabiendo que estaba a punto de ser empalada por el cliente, además de que sería la primera vez con él. La primera vez con cualquier hombre, en especial cuando ya te pusiste para recibirlo es algo estresante. No sabes exactamente como la sentirás, ni como la usará contigo. En realidad, no importa mucho qué tanta experiencia tengas. Por lo mismo, la nueva ocurrencia de mi loca amiga, si bien no me molestó en lo absoluto, (de hecho, ya estaba más que acostumbrada a sus ocurrencias), tampoco logró arrancarme ni la más mínima sonrisa.
La hora de desquitar la paga a fondo había llegado. Sentí de nuevo las manos de Don Sienes abriéndome las nalgas y luego la punta del miembro en mi orificio vaginal. De ahí, sentí como su miembro me fue penetrando poco a poco y el cliente me soltó de las nalgas, me tomó de las caderas y comenzó a suavemente a metérmela y a sacármela. Me sentí totalmente indefensa cuando Ross comenzó a alentar al hombre al decirle cosas como “cógetela compadre” o “hazla que haga caritas”, también mencionó algo respecto a que a Porky lo estaban alimentando bien.
La verdad es que Don Sienes me sometió con el meter y sacar y tuve que poner mi cabeza en la superficie de la cama entre mis manos, así que entre mi cabello y antebrazos, además del “splash” que se oía con cada empujón que me daban, ya no pude escuchar las pendejadas que mi amiga estaba profiriendo. En un momento de respiro, en el que el cliente me la sacó dejando dentro sólo la punta, volví a levantar la cabeza y escuché que Ross le reclamaba que ya Porky había tenido suficiente y que ya era hora de atender a Babe. “Que no ves que es el puerquito valiente”, Espetó Ross, a lo que Don Sienes contestó que además de ser el puerquito valiente era el puerquito goloso. Ross soltó una carcajada y continuó diciendo en voz determinante “ya sácasela a esa pinche vieja, no aguanta nada, con eso tiene.” El cliente le respondió a Ross que ya estaba hablando demasiado y que haber si le cumplía, a lo que Ross le contestó, “a ver si me cumples tú”.
Aproveché que sentí que me la sacó y se acomodó detrás de Ross para primero recostarme sobre mi estómago y después darme la vuelta para quedar boca arriba y ver “como alimentaban a Babe”, aunque no directamente puesto que la cara de Ross estaba hacia mí. En un momento dado, la vi a la cara y ella levantó un par de veces las cejas como diciéndome, “Tenme envidia” o “Me espera algo muy bueno”. Siempre sin perder esa sonrisa de la cara. Muy en el fondo de mí, de manera probablemente inconciente, me pregunté si cuando Don Sienes la empalara seguiría conservando esa blanca y fresca sonrisa.


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