"¿Habría algo mejor que eso?..."

-

El hilo de semen, ya había dejado un camino sinuoso desde el nacimiento de su frente hasta la punta de la nariz. Entonces, ella clavó los pulgares en la base de la verga de PonchI para que le resaltara un poco más, y comenzó a darle topecitos laterales con su propia nariz. Es decir, movía su cabeza de un lado a otro para que la punta de su nariz rozara la punta de la verga. La típica sonrisa entre pícara, maliciosa, e ingenua de mi amiga volvió a aflorar cuando detuvo su cabeza y, esta vez, comenzó a topetear de frente la punta del miembro, semejando los llamados “besos esquimales”, es decir, nariz con nariz, aunque ahora se trataba de nariz contra la punta de una verga.
Conforme le iba dando más topecitos, la punta de la nariz de mi amiga se fue llenando de ese grueso líquido acuoso semi transparente y el grado de amplitud de su sonrisa fue creciendo. En ese momento yo no sabría decir quien de ellos estaba gozando más. Cada vez que Ross lo toqueteaba con la nariz, emitía un sonido cortito que semejaba el principio de lo que parecía ser una risa. Y cada vez que esto pasaba, PonchI intentaba clavar más su dedo en mi ano, señal de que la sensación que experimentaba era muy fuerte.
En un momento dado, Ross levantó un poco más la cabeza y, sacando la lengua la llevó hasta la punta del pene, luego la contrajo, trayendo consigo otro hilito se semen, el cual le quedó colgando a la altura de la barbilla. Mi amiga chupó el hilo, como si se tratara de un espagueti que queda fuera de tu boca y succionas para atraerlo a esta. Se saboreó, se paladeó y, al final, sonrió aún más.
Esta sensación exasperó a PonchI, quien le exclamó: “¡Con una chingada, lo que vayas a hacer hazlo ya!” Ross soltó una pequeña carcajada, al saber que su trabajo estaba teniendo frutos y tenía a su hombre como quería. Perla secundó a PonchI Al también exclamar: “¡Sí, cada vez que le haces algo, me pica más el culo!”. Ross hizo caso omiso de esta última exclamación y le respondió a PonchI: “Desahógate con ellas, ‘pareso’ (sic) te las traje”.
Lo siguiente lo voy a describir tal como lo vi y lo viví. No trataré de adivinar puesto que me es casi imposible deducir exactamente que hizo. Ross volvió a bajar su cabeza, así que la verga y los huevos de PonchI le cubrían el rostro. Súbitamente, estos tres elementos de la masculinidad de nuestro amigo, comenzaron a temblar como si fueran de gelatina. Él empezó a gemir y a gritar fuerte, a la vez que me clavaba las uñas en las nalgas y el dedo que tenía en el exterior de mi ano me penetró. Simultáneamente, Perla y yo comenzamos a gritar, síntoma que le estaba haciendo lo mismo a ella. Tuve que dejar de mirar para abajo, ya no supe que más estaba pasando entre los genitales del hombre y la boca de la chica.
En mi desesperación, estiré mi brazo para sujetarme del otro hombro de PonchI. Mi brazo topó con el de Perla que instintivamente estaba haciendo lo mismo. A final de cuentas con nuestros brazos, trazamos una “equis” en el pecho y en el cuello de nuestro amigo. Y los tres nos fundimos en gritos y gemidos de desesperación. Ross de nuevo estaba siendo más hábil, ella sola, que tres personas juntas.
Después de muchos gritos y súplicas para que se detuviera de hacer lo que hacía la persona que le estuviera haciendo algo a quien gritaba, y todo originándose con Ross, por fin se detuvo, se volvió a acostar sobre PonchI, poniendo su pecho sobre el de él, le preguntó: “¿Te está gustando?”. PonchI entre sonriente y sorprendido, y un tanto jadeante, resoplando un poquito le contestó: “Sí, cabrona...”
Y con esa sonrisa de pilla le respondió casi riendo: “Y todavía falta lo mejor...”

-


Audio Podcast

-