Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

lunes, 10 de marzo de 2008

"Enfadada..."

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Al inquirir más en su respuesta me dijo que prácticamente no les conoció la voz, que uno de ellos prácticamente lo estaba esperando en la puerta de la cocina que daba al comedor y el otro no lo vio bien y no recuerda si parecía ya estar en la sala o venir de alguna otra dirección desde más adentro de la casa. Traté de disimular mi asombro al preguntarle que para cuando reuniría la suma. Me respondió que muy pronto y de nuevo quiso asegurarse si se nos podría facilitar de nuevo la casa. (Después de todo, había salido muy conveniente para todos el hacerlo “ahí”.) Le respondí que sí, que quizá podríamos hacerlo unas cuantas veces más pero que de todos modos fuera pensando en otras opciones si quería seguirlo haciendo conmigo por algún tiempo más pero que, por lo pronto, ahí sí se seguiría pudiendo. La conversación continuó y me dijo que pronto, al día siguiente o algo así, recibiría cierta cantidad, antes de que continuara, le dije que por la mitad de precio le podría hacer oral. Le aclaré que sería sin penetración. Alegó que cuando menos hiciéramos el sesenta y nueve. Mi imaginación se prendió en ese momento y comprendí que me sería muy conveniente porque si me colocaba estratégicamente la vista que le daría a V.G.T.2 sería muy erótica con los consiguientes beneficios ya antes mencionados. “Bueno pero, si se hace, yo arriba y tu abajo.” Le resolví. Me contestó que como yo quisiera y terminé el punto advirtiéndole que no aceptaría ni un centavo menos que el acordado por sólo el oral. Lo aceptó sin chistar.
Nos despedimos y cambié de opinión. Decidí no irme para mi casa, puesto que todavía era temprano y, en lugar de eso, me dirigí a un teléfono público para llamar a V.G.T.2. El camino era relativamente largo, bastantes cuadras, ya que eran direcciones opuestas tomando como centro a la plaza. A cada paso que daba, iba pensando en qué decirle, como reclamarle y qué hacer. A las pocas cuadras llegué a la conclusión de que por teléfono no le diría nada, sería amable y el viejillo no sospecharía que estaba molesta con él. Solamente le diría que necesitaba hablar con él y nada de “Muestras gratis”. Estaba alarmada. No sabía a quien creerle con exactitud, ni que pensar a ciencia cierta. Necesitaba oír ambas versiones.
Llegué a la caseta telefónica y le marqué. Esta vez no dejé que hablara mucho. Me porté un tanto coqueta y le dije que si me podía recibir en ese momento. Mi actitud y mis palabras le sorprendieron. Enmudeció un par de segundos y enseguida me respondió que le daría mucho gusto verme. Luego me preguntó si se debía a que había vuelto a ver a “chavito”. Le respondí que bajo el sol no podía sostener la conversación y que además no quería perder tiempo. Colgamos y me dirigí para su casa.
Era la misma caseta de donde le había hablado la ocasión anterior, caminé a paso veloz y llegué muy pronto a su casa. Toqué, ya me estaba esperando, me dio un beso en la boca, al cual casi no correspondí. Desde antes de llegar ya había puesto mi cara de seria, la ocasión lo ameritaba. Así que al vérmela me preguntó la razón. Me quedé callada por un momento, el cual aprovechó para ofrecerme asiento. Una vez sentada me ofreció algo de tomar. Con el calor y la ofuscación le acepté una cerveza. Después de que di un par de tragos, el viejo me dijo que tenía cara de enojada y me preguntó qué pasaba. Respiré profundo para aplacarme más y ordenar mis ideas. Le respondí que me había encontrado a “chavito”. Me interrumpió a mitad de la frase cuestionándome qué me había dicho él, si había dicho que la había pasado bien. Siguiendo con mi cara seria volví a empezar la frase: “Vi a “chavito” y me dijo que cuando entró a la casa desde el patio para salir por el frente había dos hombres aquí.” V.G.T.2 reaccionó con una sonrisa nerviosa...



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