Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

lunes, 30 de junio de 2008

"El Morbo: Mi gran aliado..."

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Sus semblante cambiaron aún más. Pude percibir la lascivia y el morbo en sus ajadas caras. Uno de ellos me preguntó o prácticamente aseveró que yo prefería siempre estar con más de un hombre al mismo tiempo. No quise ser sincera del todo y decirles que lo prefería porque económicamente me favorecía. Preferí sonreír entre apenada y pícaramente mientras bajaba la cara y me limité a responderles de manera casi inaudible con un “Sí…”.
Los labios de mi vulva seguían unidos en un apretón en forma de pellizco y mis senos copados por las manos de dos de ellos cuando me preguntaron si ya lo había hecho de la forma antes descrita. Asentí suavemente con la cabeza, asegurándome de demostrarles y transmitirles toda seguridad en mí. Hice un gesto de esos que si lo exageras un poco más parecería de fastidio pero, con medida denotas absoluta seguridad.
El morbo seguía apoderándose de ellos al tiempo que me preguntaron si de esa manera me mojaría más. Les respondí que en esa posición la humedad te escurre por los muslos casi siempre hasta las rodillas. Claro que en posición de misionero te escurre por las nalgas y mojas más fácilmente el colchón pero, no quise decírselos para seguir con el tema que tanto morbo les provocaba.
Con los viejitos tenía que ser así. Sembrarles el deseo y que éste creciera por algunos días. De haber sido así con mis tres amigos, simplemente no me dejarían salir de la casa donde estuviésemos porque querrían cogerme de nuevo. De hecho, con ellos, varias veces tuve que servirles dos rondas. Y eso sin que yo hiciera lo más mínimo por “avivar la flama”. Ellos eran hombres que apenas rondaban los cuarenta. Se podría decir que seguían a plenitud. Mientras que con los viejitos, si me fuera de ahí saliendo de bañarme, quedarían satisfechos, comentarían entre ellos solos lo ocurrido, dirían algunas picardías respecto a mi persona, a algunas partes de mi cuerpo, a lo que les acabaría de hacer o lo que ellos recién me hubiesen hecho a mí… Y ya… Regresarían a sus respectivas realidades, con poca testosterona en sus organismos y, por ende, dejando pasar muchos días antes de volver a desearme.
Estaba a punto de irme, cuando recordé aclararles algo más, así que me levanté del sofá y rápidamente volví a sentarme, exclamando: “¡Ah!”. Una vez semi hincada y sentada en un brazo del sofá, les advertí que una pira donde yo estuviera empinada y ellos me penetraran en turnos desde atrás, sólo la aceptaría con ellos y nadie más, que si lo deseaban, podían echarme por delante a “ElOl”, o a los que quisieran, (Aquí aproveché para decirles indirectamente que estaba dispuesta a dar servicio a otros si así lo querían), pero que de la manera antes descrita nada más con ellos. Aceptaron de buena gana. Dijeron que les parecía comprensible.
Su morbo seguía vivo. Mi trasero todavía no se despegaba del brazo del sillón cuando me preguntaron si estando empinada en cuatro, con sólo sentir la verga en mi vagina, yo podría adivinar quien me estaba cogiendo. Para dejarlos locos de morbo, les respondí que ese era uno de los chistes de hacerlo de esa manera, que la mujer tenía la obligación de que, al sentir la verga, supiera a quien le pertenecía. Si mal no recuerdo, se rieron un poco, producto de la emoción que les causaban mis palabras y la idea en sí. La verdad, muchas veces te es más fácil adivinar de quien se trata, cuando los conoces muy bien, desde luego, por la forma en que te agarran de las caderas y los sonidos que hacen al respirar y al gemir, incluso por la forma de empujarte.
La despedida fue como estábamos acostumbrados: De pie junto a la puerta de salida, un beso muy cachondo, de lengua profunda a cada uno, y un abrazo apretadísimo, mientras sentía más pellizcos en mis nalgas y pubis…



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