Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

miércoles, 30 de julio de 2008

"De impresion de huellas y pastelitos..."

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PonchI me dio una respuesta que me hizo quedar boquiabierta, muda y con los ojos abiertos. No me esperaba lo que me dijo. Sin andarse con rodeos y sin tampoco darle mucha importancia, secamente me respondió, “Sí”.
Se hizo una pequeña pausa puesto que no supe que responderle. Ross, de alguna manera era su pareja y yo pensé que aunque fuera por compromiso, me respondería que le gustarían más las de ella o quizá me diría que las de ambas le gustaban por igual, aunque fueran diferentes, etc.
Supongo que PonchI intuyó mi desconcierto, y aprovechó mi pasividad para repegarse más a mí. Me besó el hombro, pasó su mano por encima de mi cadera y comenzó a juguetear con mis pelos. Con su pubis me dio un par de empujoncitos en mis nalgas y repitió, “me gustan mucho…” “Pero… Ross… es tuya… ¿No?” Le contesté titubeante. “¿Y qué? Ella lo sabe”. Respondió PonchI con mucha naturalidad, sin dejar de enroscarme los pelos del pubis, y sin llegar a tocarme la piel. Entonces le pregunté si le había dicho eso de que le gustaban más las mías, a lo cual me respondió que “Sí”, tranquilamente y sin exaltarse. Yo tenía los ojos cerrados y escuchaba el chasquido de mis pelos al enrollarlos PonchI, cuando le pregunté, “¿Y que dijo?”. “Nada…” dijo mi amigo, para luego añadir, “… que comprendía perfectamente, y me daba la razón, y que si ella hubiera sido hombre…”, en ese momento PonchI titubeó y finalizó diciendo, “…Mejor no te digo qué me dijo ella…”. La primera parte de la frase me había interesado mucho más que la segunda. Ya sabía de lo que Ross era capaz de decir, y yo no estaba para ocurrencias, ni insensateces en ese momento.
Quería indagar más al respecto en ese momento, pero PonchI soltó una exclamación, algo así como “Iiiiiiiii”, denotando que, o se le había olvidado algo, o que se había acordado de algo. Fue esto último. Recordó que tenía “un objetivo” para ese día conmigo. Se hizo a un lado para luego pedirme que lo siguiera por el mismo camino, pero que me pusiera en cuatro y gateara en reversa. De esa manera, no tocaríamos la mancha de humedad, y a la vez, le pondría el culo en la cara. Así me lo dijo, agregando que le quería dar besitos. Mi cara quedó relativamente cerca de la mancha. Traté de disculparme argumentando “qué fea mancha. Me da pena…” PonchI me ordenó que me callara, que no dijera nada. Esta vez no lo obedecí por completo al agregar que parecía un murciélago. Hizo caso omiso y siguió besándome las nalgas, hasta que se habrá cansado y se acercó a ver la mancha. Se fascinó con la misma y en tono de celebración dijo que parecía una carita sonriente, o incluso, la carita de un payasito. Me tranquilizó saber que no se había arrepentido de su loquísima idea, la cual, siempre he creído que, si bien no habría venido directamente desde la mente de Ross, el convivir tanto con mi orata amiga, habrá influenciado tanto en su personalidad como para llegar a tener ese tipo de ocurrencias.
Tuve la idea de preguntarle si había hecho lo mismo con Ross, o si cuando menos lo había intentado, cuando PonchI salió con una ocurrencia más… Quitó la sábana de la cama; Me pidió que me recostara bocarriba con las piernas bien abiertas y con las rodillas dobladas, y procuró que la mancha quedara cerca de mis genitales, sin embargo, estos quedaron cubiertos por tela relativamente seca, y presionó en mi vulva con su mano para que se impregnara de mis fluidos.
Cuando comprendí lo que intentaba, con la mirada busqué sus ojos como para preguntarle la razón o el motivo. Al ver la duda en mi cara, mi amigo se limitó a decir, “mejor dos que uno…”
Se mantuvo presionando como quien pega una calcomanía. Cuando terminó y me pude enderezar, vio ambas manchas, las cuales, como ya mencioné arriba, estaban muy juntas gracias a que PonchI así lo había buscado. Al ver la nueva, me dijo que era mi “huella vaginal”, que así como había huellas digitales, también las había vaginales, y que muy pocas mujeres en el mundo las tendrían impresas en alguna parte. (Por cierto, no puedo entrar mucho en detalles, sólo diré que esa idea se me grabó y que tiempo después, cuando pasábamos la noche en casa de alguna de mis amigas, nos salíamos a un jardín lateral, vestidas únicamente con alguna bata, sin ropa interior, nos contábamos relatos personales cachondos, nos sentábamos en una banquetita de cemento e “imprimíamos” nuestras huellas vaginales. Y con la misma humedad, cada quien escribía su nombre propio con la yema del dedo. Al día siguiente salíamos para verlas a la luz del sol y eran casi imperceptibles, sólo las involucradas sabíamos lo que ahí había ocurrido). Agregó que parecían dos paréntesis con un una línea en medio (!), y también, que parecía un panecito o un panquecito, o un pastelito relleno de crema, y señalando en donde estaría el orificio vaginal dijo que por ahí se rellenaba.
Le pregunté si había hecho lo mismo con Ross. Me respondió afirmativamente y, agregó que muchas otras cosas más pero, que no me las diría porque no le correspondía a él como hombre, que le preguntara a ella, que si ella me decía, él no se molestaría…
“¡¿Muchas otras cosas más?!”. ¡Me despertó la curiosidad, aún más!




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