Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

jueves, 3 de julio de 2008

"Sin escape..."

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Mi amiga insistió en que le hablara en ese mismo instante. Me negué diciendo que estaba a la mitad de mi trabajo en la placita y que me distraería y me desconcentraría al hablar con él. A Ross no le importaron mis razones, agregó que entre más temprano lo viera, más tiempo tendría para “atenderlo”. Sabiendo que de poco me serviría alegar con ella, saqué mi celular y le llamé a su casa; No hubo resultados. Nadie respondió a mi llamado. Cuando se lo dije a Ross, ella reaccionó diciendo, “¡Ah! Sí”, como recordando que PonchI no estaría en casa en ese momento. Cada vez era más obvio que su relación iba más allá de lo profesional y que ambos conocían muchas cosas íntimas y personales del otro.
Sacó su propio celular, y lo saludó en ese tono de voz inconfundible que tenemos las mujeres cuando hablamos por teléfono con un hombre que nos interesa. Entre coqueta, alegre y con un dejo de cachondez. Sin olvidar que el volumen, por lo general, también se baja un poco y se fija la mirada en objetos inanimados, tratando de esquivar la de la personas que tengas físicamente contigo. Miraba al frente, al piso y, al cielo. Veía sus zapatos y, eventualmente, pateaba alguna pequeña piedrita. Todo ello sin dejar de sonreír. Olvidé mencionar que se contoneaba de un lado al otro como barquito en altamar.
Después de saludarlo de la manera descrita, le dijo, “Tengo a alguien que te quiere saludar”, e inmediatamente estiró su brazo al máximo para que tomara su teléfono. Tomé el aparato y, no olvido los gestos que me empezó a hacer, antes de que yo hablara. Con las palmas de las manos hacia arriba, las cuales tenía casi juntas, las agitó, dándome a entender que quería que mi tono de voz fuera alegre, festivo, quizá cachondo, en una palabra, animado. Abrió mucho los ojos y empezó a mover la boca. Esto aunado a lo anterior, quería decirme que empezara a hablar con PonchI. Con esos gestos de su cara parecía muñeco de ventrílocuo. No recuerdo pero, creo que no resistí y tuve que soltar alguna carcajada.
Con un mejor estado de ánimo, gracias en especial, a las caras que me hizo mi amiga, empecé a hablar con PonchI. No recuerdo detalles de lo que dijimos, sólo que pactamos reunirnos en su departamento, aproximadamente unas dos horas antes de lo que habíamos dicho el día anterior. Es decir, una hora más tarde de ese preciso momento. Y casi todo el tiempo que hablé con él, Ross seguía agitando sus manos, abriendo muchísimo los ojos y, moviendo la boca sin cesar. Con esa imagen, es difícil concentrarse con tu interlocutor. Estaba más interesada ella, en que el servicio fuera de primera línea, que ni yo misma, quien era la que lo iba a proporcionar.



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