Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

viernes, 7 de diciembre de 2007

"En riesgo..."

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Quizá ese mismo día, o unos poquitos después, fui con Don Abarroto por algún motivo. Tenía un cliente o dos y dentro del mostrador, además del joven empleado, había otro hombre, de la misma edad. Al verme entrar me hizo una seña pidiéndome que me dirigiera hacia una pared donde había unos anaqueles.
Don Abarroto dejó que su empleado atendiera a la clientela y por detrás del mostrador se dirigió a donde yo estaba. Me pidió que pasara por un pequeño espacio que había entre los anaqueles y el mostrador. Así lo hizo y nos colocamos atrás de los primeros. Inmediatamente, se bajó el cierre del pantalón y me mostró el miembro, el cual estaba totalmente duro y apuntando hacia mí. Noté que su pene estaba algo brilloso, probablemente ya se la habían estado mamando alguna(s) de las chicas que dejaban sus cosas encargadas en la tienda. Por eso andaba literalmente como burro en primavera y no podía aguantar llegar hasta un lugar más apropiado.
Lo lógico era que nos saliésemos al pasillito donde ya le había pagado “en especie” el servicio que me daba. Sin embargo, el coito sería ahí mismo, mientras escuchábamos a la clientela llegar e irse, preguntar por algún precio o pedir algún producto.
Sentí que no me quedó más remedio que condescender con él, así que inmediatamente saqué de mi bolsa un condón y se lo intenté poner pero me detuvo para bajarse los pantalones y el calzoncillo. Aproveché para hacer lo propio. Una vez que su ropa estaba a la altura de sus tobillos, le coloqué el condón, el hombre se acercó a mi oído y dándome un pedazo de tela limpio me dijo que me lo metiera en la boca y lo mordiera. En ese momento no comprendí la razón de esa petición.
Mientras todo esto pasaba, se podían oír muy bien las voces de las personas al otro lado de los anaqueles e incluso el ruido que provocaban los autos al pasar por el frente de la tienda. Si bien mi entrada al comercio había sido discreta, y mi pase atrás de los anaqueles no había llamado la atención, el riesgo de que hiciéramos ruidos sospechosos e incluso delatores era muy alto, sin mencionar la enorme posibilidad de que los que estaban detrás del mostrador dieran unos pocos pasos y pudieran ver ese “show” gratis. Aún así, no quise tomar el riesgo de que se le bajara si yo le discutía, le di la espalda y me empiné, aunque olvidé morder con fuerza el pedazo de tela que traía en mi boca…


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