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El hablar tanto del mismo tema nos había relajado. Después de un tiempo de regresar a “su mundo” y a los tópicos de interés, que como ya he dicho, con frecuencia se enfocaban a la música, fui deslizándome de sus piernas hasta quedar sentada en el sofá, quedando sólo con una pierna encima de la suya. Pasó una canción o dos y su conversación cautivadora me motivó para estirar discretamente mi mano y cogerle el miembro.
Me mantuve sólo sosteniéndoselo por un buen tiempo hasta que, sin quitar mi vista de su cara y poniendo atención en lo que me comentaba, comencé a jalársela suavemente. Así que mientras PonchI me comentaba respecto a algún artista, o grupo, canción o disco, yo suavemente se la estaba engruesando. Yo sabía que si se la paraba, tendría que volver a hacerlo con él, y ese no era el trato. Aún así, su conversación me cautivaba y sin reflexionar mucho al respecto, casi automáticamente, lo estaba estimulando.
Pasaron algunos minutos cuando, PonchI guardó silencio y, de la misma manera, tomó la pierna que yo tenía sobre la suya, la empujó hacia arriba, hasta que yo me tuve que reclinar en el asiento, dejándola pegada al respaldo, y la otra, completamente horizontal. Volvía a tener completamente a la vista mi entrepierna. Exclamó algo como: “¡Mira! ¡¿Cómo me voy a perder de esto?! ¡Mhmhmh!” Entonces se inclinó hacia adelante, me lamió la vulva entre los labios, mayor y menor, de ambos lados y luego en el medio. Volvió a emitir una exclamación, “¡Mhmhmh! ¡Es un manjar suculento!”, agregando, “Este es otro de los motivos por lo que yo también creo que tú estas hecha para tríos y piras. Estás especial para eso”.
PonchI calló y volvió a lamerme la vulva por un buen tiempo. No logró hacerme venir. Ya estaba bastante satisfecha. Es de esas veces que ya no necesitas realmente más pero, disfrutas el placer sensorial.
Al ver que no logró su propósito, o quizá al faltarle el aire, se sentó de nuevo de manera natural. Bajé la pierna que tenía recargada en el respaldo, y cuando me estaba dando la vuelta para sentarme junto a él, y estaba dándole la espalda, me asió de la cadera, haciéndome quedar de costado en el asiento, entonces colocó su cara entre mis nalgas y trató de lamerme entre ellas. Es una posición algo incómoda, en especial para el hombre porque una descansa así. No pudo lamerme como intentaba. Eventualmente sí sentía la frescura de su lengua palparme las inmediaciones de mis nalgas, incluso alguna furtiva vez alcanzó mi ano, pero nada contundente. Convencido de que esa no era la posición ideal, cejó en su intento, aunque al retirarse, me mordió una nalga, con el consiguiente grito de mi parte, que le arrancó una carcajada.
Después de que se le pasó la risa, me pidió que me pusiera en cuatro sobre el sofá. Me extrañó porque no creía que la trajera parada y cuando a una mujer le piden que se ponga en cuatro, es para cogérsela de a perrito, ¿Para qué más? Pensaba yo en ese momento. Me puse y PonchI me empezó a dar nalgadas muy fuertes, como si fueran cachetadas con la mano abierta, se las sentía muy bien estamparse en mi piel. Desde luego que ahora grité con mayor fuerza. Yo creo que al ver que ya se le estaba pasando la manó, amainó en su fuerza y comenzó a tamborilearme rápidamente el trasero. Nalgaditas más “amables”, y más fáciles de soportar, que me hicieron que moviera el culo de un lado a otro, sin que me lo propusiera. Al final, ahora sí PonchI pudo abrirme las nalgas tanto como fuera posible y comenzó a hacerme analingus. Finalmente pudo darme una mordida en el ano que me arrancó un gemido gutural que me salió del fondo de la garganta, o más allá.
Cuando me “liberó” de la postura de perrito, vi que mi idea era correcta. No la tenía parada, sólo engruesada como era su costumbre. Como que no se le paraba sola, como a muchos otros hombres, sino que la mujer tenía que hacer algo de trabajo “manual” u “oral”. Así que sin pedirle permiso, ni avisarle, me hinqué en el suelo, entre sus piernas, se las abrí un poquito y sin tomarla con las manos, es decir, guiando mi cabeza, me metí su verga en la boca. Se la comencé a chupar y, empezó a hacer exclamaciones de placer. No por mucho porque se la paré en muy poco tiempo. Me levanté rápidamente y sin pensarlo mucho, le di la espalda, doblé las rodillas hasta alcanzar su verga, y así, me guié hasta ensartarme. Pegué mi espalda al pecho de PonchI y haciendo fuerza en los pies, comencé a subirme y a bajarme. El hombre pasó sus manos a mi alrededor hasta que sujetó con fuerza mis senos, apretándolos como si quisiera exprimirlos, dejando pasar mis pezones por entre sus dedos, índice y cordial (creo), pellizcándolos con toda su fuerza.
No duré mucho así. Lo hice venirse en un santiamén. Afortunadamente ya estaba satisfecha de antemano. Su pene se fue deslizando hacia abajo dentro de mí, hasta que al salir, como casi siempre, se atoró la cabecita, forzándome a dar un gritito pequeñito. Cuando me levanté, me tomó de las caderas y me pidió que me empinara hasta tocarme los dedos de los pies. De nuevo me abrió las nalgas y comenzó a lamerme de una manera más cómoda para él. Ahora sentí con más intensidad la frescura y todo el ancho de su lengua recorrerme toda la línea que me divide en dos, tanto en la parte trasera como la delantera.
Ya había quedado muy satisfecha, así que lo que siguió no lo recuerdo con claridad. Me repitió que estaba de acuerdo con ÁngelU y GusG, en el aspecto de que el también decía que yo era ideal para tríos y piras. Y que quería una pira conmigo pronto. Y si mal no recuerdo, y creo que fue esa vez, antes de bañarme, de nuevo debajo de la regadera, hizo que orinar otra vez, pero ahora de pie con las piernas cerradas para escurrirme toda. Lo hice varias veces a petición de él, así que no recuerdo si en esta ocasión ocurrió… El caso es que había terminado una sesión que me parece fue muy enriquecedora…
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