Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

viernes, 13 de junio de 2008

“La primera parte de la pira termina: ‘ElOl’ ”

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En el instante que me senté para darle el frente a “ElOl”, y por consiguiente a la puerta de la entrada a la recámara, vi que los viejitos nos habían seguido. Sentí un poquito de miedo al verlos. No mucho, después de todo, ya había estado en varias piras y muchos tríos con ellos, siempre sin ningún tipo de problema. Pero sentí algo de miedo porque yo había entendido que el servicio con “ElOl” sería a solas.
De cualquier manera, al ver que el hombre en cuestión se aproximaba a mí para tomarme, me recosté sobre mi espalda y abrí las piernas. En ese momento, los viejitos tomaron mis piernas, las levantaron y comenzaron a acariciar toda mi entre pierna; Mis ingles, mis muslos, parte de mis nalgas y, por supuesto mi vulva. Como siempre, mis gemidos los enardecían más, hasta que alguno de ellos le ordenó a “ElOl” literalmente que me cogiera. Cuando éste me penetró, solté un grito gutural más grave. Mientras que mis piernas seguían siendo presas de las manos de los viejitos. No me las soltaron. Puedo decir que, literalmente, la pira había comenzado.
Lo siguiente no lo recuerdo con toda claridad porque fue una sensación demasiado intensa para mí. Mientras “ElOl” me arremetía con fuerza, sentía manos en mis muslos y nalgas, además que me apretaban los senos y me hacían cosquillas en las plantas de los pies. Perdí el control de mí misma por completo. Conforme más arremetidas, apretones, pellizcos y cosquillas, más se acrecentaban mis gemidos, lo que los enloquecía a todos.
Creo recordar que para venirse, aceleró sus movimientos, siendo vitoreado por los viejitos. Cuando terminó y me la sacó, quedé muy laxa, relajada y débil. Me permitieron cerrar las piernas y me volteé medio camino, quedando de costado, con los ojos cerrados. Como quedé muy aturdida, sólo puedo decir que recuerdo sus voces exaltadas, sin embargo, no sé de qué hablaban.
Habrán pasado un minuto o dos, cuando me tomaron de los pies para colocarme de nuevo bocarriba, en ese momento supe que mi descanso había terminado. Recuerdo que V3 se colocó entre mis piernas, me tomó de las rodillas y me las separó lo más que pudo. Volteé a los lados y recuerdo haber visto a los otros dos viejitos, mas no recuerdo a “ElOl”. V3 les dijo de nuevo que sólo me mamaría el área del clítoris para no “barrer” con lo que había allá abajo. Una vez que empezó, recuerdo que mencionó la palabra “mayonesa” algunas veces, hasta que se dirigió a mí diciendo que yo tenía una fábrica de mayonesa “ahí”. Palabras que bajo otra circunstancia, me hubieran producido mucha risa, mas no en ese momento en que seguía muy aturdida y laxa.
Volvió a concentrarse en mi clítoris como hacía unos momentos, antes de que llegara “ElOl”. Al mismo tiempo, los otros dos viejitos, que se habían recostado a mis lados, comenzaron a chuparme los pezones. Aproveché la situación para estirar las manos y tomarles las vergas. Se las comencé a jalar al ritmo de los empujones que V3 me daba con su boca. Me chupaba el clítoris y movía la cabeza rápidamente de forma lateral.
Por mi parte, yo deseaba voltearme y que si me iba a coger, que lo hiciera en posición de ranita para yo poder descansar, sobretodo las piernas, pero esto les hubiera impedido a los otros dos mamarme las tetas. Así que seguí sumisamente sometida a las manipulaciones eróticas de los tres viejitos y, quien sabe, quizá permanecía por ahí “ElOl”, sin que yo lo pudiera ver. Después de todo, cuando estás bocarriba, lo único que puedes ver bien es el techo, quizá el foco. Y podría unírseles en cualquier momento. Yo no oí ni que se fuera, ni que se quedara...



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jueves, 12 de junio de 2008

"Empellones..."

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Torcí la espalda para ver cara a cara a “ElOl” y le pedí que se detuviera. Vi que ya tenía los ojos desorbitados y prácticamente no me escuchaba. Aún así alcanzó a decirme algo como que no podía detenerse. Le insistí diciéndole que únicamente quería ponerle el condón y que “ahorita me la vuelves a meter”. Cuando estás así, es muy difícil para la mujer desensartarse, es más fácil que el hombre, si quiere, te la saque. De cualquier manera, como tenía el torso flexionado, coloqué mi mano en su pecho y lo empujé un poquito hacia atrás, sacándomela lo suficiente para que yo, al dar uno o dos pasos hacia adelante, me desensartara por completo.
No recuerdo, no en este instante, si seguían los gritos de alabanza y apoyo de los viejitos. Me concentré en colocarle un condón y, entonces sí, los viejitos comenzaron a gritar cosas como “llévatela empujando” o “métala al cuarto a empujones”. No me parecía mala la idea. De todos modos el cuarto estaba muy cerca, no había pasillo como en el caso de ÁngelU. Serían tres o cuatro metros como máximo. Por otra parte, el hacerlo, aceleraría mucho el deseo de “ElOl” de eyacular y, el verlo, les causaría algo muy similar a los viejitos. Así que traté de calmarlos, al extender los brazos a manera de pedir tranquilidad, a la vez que asentía con la cabeza. Hubo un pequeñísimo silencio, el cual aproveché para ponerme en cuatro en el suelo, volteé hacia atrás y arriba, buscando la cara de “ElOl” y con una sonrisa pícara le ordené que se hincara tras de mí. No necesité decirle lo demás, era obvio. Una vez que se hincó, volvió a penetrarme. Por supuesto que mi pujido volvió a encender a todos los hombres en la casa, quienes le volvieron a pedir al hombre que me llevara a empujones.
Volví a voltear para verlo a la cara, lo miré a los ojos e hice una señal casi imperceptible con la cabeza, una señal de “autorización”. “ElOl” me dio un empujón que me dolió, gemí y di dos pasos hacia adelante, haciendo que sólo la cabeza de su verga quedara dentro de mí. Esto obligó al hombre a acercarse para metérmela más. Y así, a cada empujón de él, correspondían dos pasos míos. Cuando mi cuerpo estaba casi en la puerta de la recámara. Escuché risas y exclamaciones diciendo que yo sí sabía hacer las cosas, que yo era la maestra, y palabras de alabanza al hombre, etc.
Recién habíamos entrado al cuarto a “empellones”, cuando se me ocurrió una idea algo arriesgada pero que a la vez, me podría ayudar mucho. Dejé de gatear, me detuve por completo. Y le pedí que me llevara hasta la orilla de la cama a empujones fuertes. Si me pongo firme, sin cooperar, y espero que me mueva a base de fuerza, sólo con su miembro, me va a doler mucho, entonces sí será literalmente como los perros, pero al mismo tiempo, el esfuerzo que él haga lo acercará mucho a la eyaculación. Así lo hicimos, en un empujón, se me doblaron las manos, pegando mi cara al suelo, haciendo que el cuadro fuera más humillante para mí y más rimbombante para él como macho.
Para hacer todavía más espectacular el triunfo del macho sobre la hembra, cuando estábamos junto a la cama y mi cara estaba en el suelo, me tomó de las caderas y trató de levantarme un par de veces, causándome más dolor haciéndome lanzar un grito agudo y sonoro. En una de las veces que me levantó, pude poner las manos sobre la cama, quedando hincada para después incorporarme, obviamente, desensartándome de él.
Inmediatamente me subí a la cama para recibirlo de misionero. Me senté para darle el frente y me llevé una pequeña sorpresa...




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miércoles, 11 de junio de 2008

"Héroe nacional."

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Después de unos momentos, me puse de pie, aunque con la espalda doblada, no le quise soltar la verga, entonces lo jalé como quien jala un carrito, para que se levantara. Mi esfuerzo funcionó, y una vez de pie, me preguntó qué pensaba hacer. Simplemente le contesté con un “ven”, y lo llevé hacia la puerta. No opuso resistencia hasta que vio mis intenciones de abrirla, entonces sí endureció su cuerpo y volvió a preguntar por mis intenciones. Le repetí la frase “ven” un par de veces hasta que se negó rotundamente exigiendo que le explicara lo que iba a hacer. Entonces le dije que ambos iríamos por los condones que tenía en mi bolso. De nuevo se opuso enérgicamente a ello. Cuando le pregunté la razón, me respondió con otra pregunta: “¿No te daría vergüenza que nos vieran así?”. Le respondí que a la única que le debería de dar vergüenza era a mí y no a él por ser hombre. Para darle más fuerza a mis palabras agregué la pregunta, “¿Que no eres hombre?”. El dudar de la virilidad de un hombre siempre trae consecuencia, por lo general negativas. Son pocas las excepciones en las que puede acarrear algo positivo. Este era uno de esos casos. El ir a la sala, ambos desnudos, él con la verga bien parada y yo, agarrándosela, y que los viejitos nos vieran, sería para que me avergonzara yo, y no él. De hecho, para él, podría ser un alza a su ego masculino. Inmediatamente lo vio de esa manera, y me permitió abrir la puerta de la recámara.
Nos dirigimos hacia la sala. A cada paso, tenía que apretársela con más fuerza porque ya le escurría algo de semen y se le había puesto un tanto resbalosa. Llegamos a esa pieza de la casa, con el azoro de los viejitos. No le di importancia, tomé una actitud casual e informal, para después preguntar sin mirarlos, “¿Mi bolsa? ¿Mi bolsa? ¿Dónde dejé mi bolsa?”. Mientras tanto, escuché algunas risas por parte de ellos y quizá algunas alabanzas para “ElOl”. Una vez que detecté mi bolsa, me dirigí hacia allí, jalando al hombre, esta vez, más como si se tratase de una bestia de carga, con la consabida risa de los tres maduros caballeros.
Tuve que soltarlo para usar mis dos manos para abrir el bolso y buscar algún condón. Me incliné para hurgar en el interior y en ese momento, sentí una arremetida de “ElOl”. Sentí un empujón que me abrió un poco el orificio, causándome algo de dolor y que me hizo soltar un ligero gemido. La tenía cabezona. Con ese empujón no logró penetrarme. Su intento y mi gemir, arrancaron ligeras risas entre los viejitos, además de algunas palabras de aliento para que lo siguiese intentando. Fueron efectivas puesto que “ElOl” volvió a arremeter y aunque la tenía cabezona y gruesa, logró su objetivo debido a mi abundante lubricación y a lo resbaloso de su pene. Esta vez si me lastimó, arrancándome un gemido gutural muy sonoro. Las risas de los viejitos se convirtieron en aplausos y vítores para el hombre, como si se tratara de algún héroe nacional. El que me penetrara con esa energía, sin mi plena disposición, lo convertía en su héroe momentáneo, aunque se lo celebraron como si estuviera salvando sus vidas.
Mientras me tenía empalada, pude encontrar un par de condones. Así que le dije: “Bueno ya. Ya vámonos a la recámara”. Entonces, alguien, no recuerdo ni quien, pudo haber sido uno de los viejitos, o el mismo “ElOl”, dijo que me llevara a empujones hasta el cuarto, como los perros. Inmediatamente respondí que no se podía. Ya lo había intentado de esa manera con ÁngelU algunas veces, y siempre se le salía después de algunos pasos, teniendo que volver a metérmela, causándome dolor. Sabía que la única manera de que me llevara a empujones sin sacármela era que yo fuera gateando y él de rodillas pero, no se los quise decir de entrada, primero traté de disuadirlos. Además de que la tenía adentro y sin condón. Con los empujones podría venirse en cualquier momento.
Los viejitos vitoreaban a su héroe y pedían más. Tenía que usar mi cabeza para salir de esa...





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martes, 10 de junio de 2008

"ElOl-El habitante del país del hule"

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Continuaron dedeándome en ambos orificios por algún tiempo. Entonces, se escuchó alguna voz de alguien que venía entrando por la puerta de la recámara. Se trataba de V3. De alguna manera había ido por ese invitado. Los viejitos dejaron de “apuñalarme” con sus dedos, y lentamente me los sacaron para atender al recién llegado. Bajé las piernas hasta posar de nuevo mis plantas sobre la cama dejando las rodillas separadas. Levanté la cabeza para ver lo que ocurría. Los tres viejitos estaban cuchicheando con el invitado. En la primera impresión me pareció feísimo (Después corroboré que no me había equivocado). Era un hombre bajito, como de 1.65 metros de estatura, moreno, bastante moreno, cabeza grande, cara redonda y con tendencia a engordar. Era de esos que sin estar realmente gordos, se ven gordos, y que al llegar a cierta edad, si no se cuidan mucho, inevitablemente, lo serán. En mi vida profesional, atendí a bastantes de su tipo, así que a este hombre lo llamaré “ElOl”.
Dada la mala impresión que me causó, no escuché con mucha claridad lo que decían. Vagamente, creo recordar que le preguntaron si yo le gustaba, y efusivamente les respondió de manera afirmativa. Entonces, alguno de los viejitos le dijo, “es toda tuya, te la regalamos pero, trátala bien es buena niña”. Mis clientes-amigos, porque ya los consideraba mis amigos, salieron de la recámara, dejándome sola con “ElOl”. No recuerdo si me dijo algunas palabras de saludo o algo así. Se quitó la ropa inmediatamente y vi que ya traía el miembro bien parado. Se recostó a mi lado y empezó, sin más a chuparme un seno. Cuando se cruzó sobre mi pecho para chuparme el otro, aproveché para tomarle la verga y jalársela lentamente, sólo como “mantenimiento”. Se la sentí, corta, gruesa y dura, de esas que, estando bien paradas, no le puedes clavar la yema de los dedos, es decir, que la carne no cede ante la presión dactilar.
Hizo que yo se la soltara para montarse sobre mí. Me besó el cuello y volvió a bajar a mis senos. En ese momento, le sentí la punta del miembro en la parte alta de mi vulva, justo arribita de mi clítoris. Yo seguía un poco aturdida por los dedeos, lamidas y chupadas de las que había sido objeto por parte de los viejitos, apenas unos minutos antes, sin embargo, al sentir la presión de la punta de su verga, recapacité y recordé que con “ElOl” había que usar condón necesaria y forzosamente. Abrí mucho los ojos y lancé una exclamación, el hombre, al verme y escucharme creyó que me había lastimado de alguna manera y así me lo hizo saber. Le respondí pidiéndole que se quitara de encima de mí. Una vez que ya no tuve su peso sobre mi cuerpo, me senté, estiré la mano para agarrarle la verga, con objeto de que no se le bajara y volteé en todas direcciones del cuarto. Me preguntó qué buscaba. Le respondí que trataba de encontrar mi bolsa. Obviamente me cuestionó el motivo, a lo cual contesté que quería un condón. Entonces recordé que, si bien mi ropa estaba en la recámara, había dejado la bolsa en la sala. Me alarmé un poco, y traté de atenuar esta situación preguntándole si no traía condones. Su respuesta fue negativa. Y toda esta conversación se daba mientras yo seguía jalándosela para que no se le bajara.
En un momento dado me dijo que si yo quería, podíamos hacerlo sin condón y que el me la sacaría justo antes de venirse. Como no lo conocía y no sabía si podría confiar en él, consideré que esa opción no era viable. Lo que hice fue que, aprovechando que ambos estábamos sentados a la orilla de la cama, me incliné hacia él y sin avisarle, le di una chupadita a la cabeza de su verga. Lo hice por varias razones. La primera, que no se le bajara. Además de que viera mi buena fe y que no pensara que estaba tratando de esquivar mi responsabilidad de atenderlo como cliente.
Una vez que volví a sentarme de manera normal, se me ocurrió una loca, atrevidísima, quizá descabellada pero necesaria idea...



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