Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 9 de agosto de 2008

Detalle sin efectos...

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Para no faltar a la costumbre, coloco aquí un detalle de la imagen que mostraré mañana en varias versiones. Debido a la premura de tiempo, las mismas tendrán muy pocos efectos, de hecho, una de ellas ninguno. Quizá la próxima semana pueda volver a los efectos cargados. Gracias.


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miércoles, 6 de agosto de 2008

"Ampliaba mi acervo mientras averiguaba..."


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“Simplemente, mira, tú estás sentada encima de mí con el morbo de mojarme la verga. Hay algo en ti, que te dice que es sucio y aún así lo hagas, y hay algo en ti que te dice que es sucio y no lo hagas”. Prosiguió PonchI. “Ross estaría raspándose la panocha con mi rodilla para dejarme todo apestoso a ella”. “Ah sí” Dije recordando experiencias pasadas, “ya lo hemos hecho…”. “Sí pero a petición de ella”, agregó. “En tus ojos se ve el pecado cometido, en lo de ella, sólo sexualidad ingenua, sin daño para nadie”. “En el buen sentido de la palabra, tú eres sucia”. Agregó. “Te mojas más, te ensucias más. Pero la parte más sucia en ti está en tu cerebro, no entre tus piernas”.
De alguna manera sentía como si estuviera desnudando mi alma, como una especie de biografía… “Además, mientras tu eres muy pasiva, ella es una chispa, quizá por eso me gusta más ella…” Terminó soltando mis pelos y llevándose la mano a la barbilla de manera pensativa. Luego, un tanto titubeante rompió el silencio provocado por la pequeña pausa en que ambos estuvimos algo meditabundos, “… Quizá por eso las necesito a las dos… A la pecadora, y a la liberal…” PonchI seguía rascándose la barbilla. “¡Como me gustan las dos!” Exclamó mientras su mirada evadía la mía.
Volvíamos al tema de la música, quizá en ese momento tocó Pink Floyd, y de cómo, en su opinión, cada canción era una continuación de la anterior, y de que cada disco empezaba relativamente donde había terminado, también, el anterior. Todo eso que me decía me parecía muy interesante para mi acervo cultural. Además de que tenía una forma muy amena de conversación, de hecho, la disfrutaba más que con ÁngelU, que ya es mucho decir, sin embargo, ahora lo único que me interesaba era el tema Ross, PonchI y yo. Así que ataqué de nuevo y le dije que Ross no aceptaría que ambas fuéramos sus “viejas”. Que si yo estaba ahí con su venia era porque, además de ser su amiga fiel y de toda su confianza, yo era un culo que ella le estaba proporcionando a su amado. En otras palabras, que si lo compartía conmigo era porque ella se sentía segura de ser la “mera-mera”. Y que las cosas cambiarían dramática, radical y, quizá violentamente si se impusiera lo que PonchI buscaba. Asintió con la cabeza, para después hacer otra pequeña pausa.
“¡Pero eso sí!” exclamó rompiendo la pausa, “De aceptar ser mi vieja, te seguiría dando para el taxi…”. No supe que responder. Titubeé mucho. Había tocado un tema, que de alguna manera era tabú entre el grupo de los tres amigos y yo. ¿Qué tanto sabría PonchI de Ross? y ¿Qué tanto sabría de mí? Preferí guardar silencio, esperar que agregara más o cambiara el tema. “Es justo que, con todo el esfuerzo que haces aquí, cuando menos te lleves lo del taxi de regreso…” Añadió haciéndome que asintiera con la cabeza de manera casi imperceptible. Me vino una idea rápidamente a la cabeza, le pregunté si le seguía dando a Ross para ‘el taxi’. “Ya no. Ya no me acepta dinero, así que tengo que darle algún cariñito en especie”, me respondió. Con cierta timidez de no meter la pata y sin saber que más decir, le pregunté, “Por… ¿Por qué?”. PonchI sonrió ligerísimamente cuando me contestó: “Dice que lo del dinero, cuando era mi puta, pero ahora es mi vieja…” La palabra “puta” con su voz me arrancó una sonora pero corta carcajada, mientras él continuaba, “… y que además, ahora trabaja en ******* (Un lugar donde trabajaba al margen de la prostitución), y que le está yendo muy bien. Ya no me acepta dinero…”. Dijo PonchI con cierto aire de sentimiento de culpabilidad por ya no darle para el taxi a nuestra querida amiga.
Aproveché el momento para ver que pensaba PonchI de mí al decirle. “Bueno, entonces que Ross sea tu vieja, y yo tu puta…”, A lo cual respondió con cierto enojo, “¡No! No… Esa palabra en ti, no.”. Me gustó su caballerosidad, me sentí más respetada y en confianza, así que insistí, “Pero ya ves, Ross ya dejó de ser tu puta para ser tu vieja. Y yo no puedo ser tu vieja”. “¡Eso dice ella!” Me respondió PonchI con una voz muy sonora, poco común en él. “¡Para mi ella nunca fue una puta! Ni tú tampoco…” Terminó diciendo en un tono de voz más adecuado a él. “Bien puedes ser mi amiga y seguir con estas sesiones, ¿O no?” Finalizó PonchI. Asentí con la cabeza, con una ligera sonrisa en la boca…



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martes, 5 de agosto de 2008

Pecado = Morbo. Sin Morbo no hay Pecado.

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Tengo el recuerdo que caminamos juntos hasta el umbral de la puerta del baño. Ahí, PonchI se reclinó un poquito, le pasé el brazo alrededor de su cuello y de su espalda, me tomó de las corvas y me cargó. Mientras me llevaba de esa manera, rumbo a la sala, me sentía muy húmeda, escurriendo, así que pensé, “Andando como ando, te voy a dejar la verga lista para ser empanizada…”.
Llegamos a la sala, se colocó de espalda al sofá y, lentamente se fue bajando hasta quedar totalmente sentado y yo encima de él. Ahora veo que tenía experiencia al dejar la parte más baja de mi trasero prácticamente sobre su conjunto genital. Con una mano abrazaba mi espalda y con la otra sujetaba mi rodilla. Luego, por un instante, me soltó la rodilla, estiró el brazo y tomó el control remoto del estéreo. Lo encendió y, de nuevo volvimos a escuchar su música. El resto de la tardeada, transcurrió con él introduciéndome a un mundo que me fascinaba, hablándome del Lago de los Cisnes de Tchaikovski (Gracias Word por corregir mi escritura…), hasta los Beatles, y de cómo formaron una compañía disquera, sus éxitos, su evolución musical, etc.
Cada vez comprendía mejor a Ross. Y entre un tema y otro, aprovechaba para tratar de averiguar lo que PonchI tenía en su mente. El porqué, si tanto quería a mi amiga, estaba yo ahí con él, e incluso, me había pedido que “yo también fuera su vieja (sic)”. En algún momento se lo pregunté. Su respuesta fue larga y algo complicada. La trataré de resumir, en especial porque no la recuerdo totalmente. Me dijo que las dos le gustábamos, pero que éramos muy diferentes. Que Ross, siempre tenía una sonrisa en la boca, mientras yo era un poco más “seca” (sic). Hizo énfasis en nuestras diferencias, estatura, tamaño de busto y de nalgas. Recalcó, “tú eres extremadamente más peluda de tu panochita”. Prosiguió: “A Ross se le ve muy bien la piel y donde le nacen los pelitos, en cambió, contigo se batalla para encontrar el agujero…”. En otras circunstancias, esas palabras me hubieran arrancado una carcajada estridente, me parecen bastante cómicas pero, dado que lo que yo quería era escudriñar en la mente de mi amigo, en ese momento sólo pude esbozar alguna tímida sonrisita. Luego me dijo que otra diferencia era que yo era muy húmeda. Lógicamente entendí perfectamente lo que me quiso decir, sin embargo, traté de aligerar el momento al preguntarle en broma, “¿No acabas de decir que yo soy muy seca?”. No sé realmente como tomó la pregunta pero, me contestó también en tono festivo, “Seca de acá”, me dijo clavando la yema de su dedo en mi sien, “no de acá”, terminó dándome un apretoncito en el pubis, con mi consiguiente pujidito, para después juguetear con mis pelos por enésima vez, dejando ahí su mano.
Seguía confusa. Hasta ese momento sólo le había entendido una cosa: Le gustaba que fuéramos tan diferentes y disfrutaba de cada una lo que tenía. Así que le externé que no sabía exactamente lo que quería, ya que me podía tener y la prueba era que yo estaba ahí y había estado en su cama. Me respondió que no sabía exactamente qué quería, y luego, obviamente en broma agregó que quisiera meternos en una licuadora, y de las dos, hacer una, mezclando nuestras características.
Entonces dijo algo más, algo que me abrió más los ojos respecto a mi amiga, respecto a la vida y respecto a mí misma. “Contigo, la relación es un poco más desgastante, pero a la vez, más sucia, más erótica…” Lo miré a los ojos y continuó, “… Tú sí tienes la noción de pecado un poco más desarrollada, -No mucho ¿Eh?- En comparación de muchas otras, pero sí hay algo de suciedad en tu mente…” Proseguía diciéndome eso mientras lo miraba con atención y él no cejaba de enmarañarme los pelos del pubis. “El sentimiento de pecado, o de lo que está prohibido, en Ross, es nulo. Puede hacer lo que tú ni siquiera has imaginado jamás y al terminar, el sentimiento de culpa en ella, es el mismo que tú puedas tener después de comerte una ensalada de frutas…”
Realmente eran palabras que despertaban algo en mí…



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lunes, 4 de agosto de 2008

“A veces se va chueco…”

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Como comprendí que no satisfaría mi curiosidad, ni fácil ni rápidamente, preferí recostarme bocarriba estirando todo mi cuerpo y aspirando aire con fuerza. Situación que aprovechó para juguetear de nuevo con los pelos de mi pubis y luego plantarme otro beso de lengua en la boca.
Recién terminó de besarme, sentí la urgencia de ir al baño. Me incorporé con cierta rapidez, cuando PonchI me preguntó a donde me dirigía con tanta prisa. Al informarle acerca de mi urgencia, se levantó con la misma celeridad diciendo que quería verme. Mientras nos dirigíamos al baño, iba rumiando cosas diciendo que en esos momentos le gustaría vivir en una casa con jardín que tuviera una barda muy alta para pedir que le diera gusto ahí.
Entré al baño. Justo atrás de mi amigo hizo lo mismo. Intenté sentarme en la taza, de hecho, hice el intento por subir la tapa, cuando con voz suave pero con volumen alto exclamó, “¡No, no! ¡Ahí no!” Volteé a verlo con relativa sorpresa, preguntándole con la vista que entonces donde quería que orinara, ya que se supone que para eso es la taza del baño. “¡Debajo de la regadera!” Me exclamó. Asentí con la cabeza y me dirigí a donde me había pedido. “Dobla las rodillas como si fueras cátcher de beisbol, ¿Has visto a los cátchers de beisbol? Asentí con la cabeza una vez que ordenó y preguntó ya que me encontraba en el lugar indicado.
Me coloqué tal y como me lo había pedido, dejando salir el líquido que me incomodaba. PonchI miraba fijamente, como hipnotizado, hacia mi entrepierna. Luego comenzó a hablar… En este momento sucedieron varias cosas a la vez. Como recién mencioné, comencé a orinar y PonchI clavó su mirada en mis genitales. Luego empezó a decir que le gustaba verme orinar, que no le gustaba ver a todas, pero a mí, sí. Mientras hablaba, yo lo miraba a la cara, cuando sentí calientito en mi muslo: Resultó que se habían formado remolinos en mi parte íntima, dando por resultado varios chorros, uno de los cuales se desvió por mi pierna. “¡Ay que rico!”, exclamó. Le respondí con una leve sonrisa, aún sin entender ciertas cosas respecto a los hombres. Aún así, en mi mente surgió como un pequeño relámpago la idea de seguir escudriñando respecto a Ross y le pregunté si a ella también la ponía a orinar frente a él. “¡Claro!”, me respondió, agregando, “A ella también se le forman pequeños remolinos como a ti, aunque a ella, un poco menos”. Le pregunté el porqué, a lo que me contestó, “Porque la tiene menos peluda que tú”. Me dije que con esa respuesta, ya tenía una duda menos. Cuando estaba terminando, todavía en posición de “cátcher”, añadió algo más: “También me gusta mucho como cuando se les está acabando la fuerza del chorro se les irriga toda la panocha, todos los pliegues y se chorrean hasta lo de debajo de las nalgas, y hasta el culito (sic). ¡Que cataratas del Niágara, ni que la chingada!”. Ahí sí que no supe ni que decir… Ni sonreí. Fue de esas veces que lo que esperas es que la otra persona diga algo más para seguir con otra cosa, aunque fuera del mismo tema. Solamente estaba entendiendo que hombres y mujeres éramos muy diferentes, en cuanto a gustos y formas de ver las cosas.
Una vez que terminé, pujé dos o tres veces para sacar las últimas gotitas y, al ver que no había más, junté las manos para luego separarlas lentamente, mientras le decía, “Ya”, dándole a entender que había acabado. Me dijo que esperara. Tomó papel del baño, se acercó a mí y, tan caballeroso como siempre, extendió su mano para que me incorporara. Estando de pie, pasó el papel por mi pierna y la parte baja de mis nalgas, luego lo pasó por en medio de mis piernas hasta llegar a mis genitales. Ahí pasó el papel muy leve y superficialmente. Le dije que sólo había secado la punta de mis pelos y que más abajo o más adentro seguía muy húmeda. Acercó su cara a mi oído y me respondió que así me quería, lo suficientemente seca “por afuerita” (sic) para no manchar el sillón, y luego me plantó un beso en la oreja, que más que beso fue una lamida paralizante.
Después de superar los escalofríos que me dio su beso-lamida, temblando le pregunté si también a Ross la dejaba muy húmeda por dentro. Me respondió que a ella ni la secaba, que no lo necesitaba, que conmigo sí había exceso de humedad pero con Ross, no. Luego agregó, “Casi siempre me la llevo cargando a la sala para que sus miaditos y sus mequitos se le junten en el mondongo”. Sus palabras me arrancaron una carcajada sonora, en especial el último término, que usado en mi loca amiga, todavía hace que me doble de la risa. “Me la llevo cargando y la siento en mis piernas, si se escurre algo que caiga sobre mi verga”, dijo en tono algo grave, logrando que mi carcajada amainara hasta convertirse en una simple risita, la cual fue apagada por completo cuando me preguntó, “¿Quieres que te cargue a ti?” Bajé la vista, viendo su pancita, la punta de su verga, hasta los dedos de sus pies y, tímidamente asentí con la cabeza…



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domingo, 3 de agosto de 2008

Varias versiones...

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Este fin de semana coloco varias versiones de la misma imagen. Como podrán observar, tampoco tiene una pose muy ensayada, ni planeada. Sigo con prisas y ocupada, pero con muchas ganas de no fallar un sólo fin de semana.
Las imágenes durarán hasta la noche del Domingo -06:00 G.M.T.

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Daguerrotipo.





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Color Antiguo.



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Platinotipia.





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Blanco y Negro Alto Contraste.




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Actualización:


Ya las quité

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