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PonchI se acercó a nosotras y se colocó entre mis piernas, tal como si me fuera a penetrar. Igualmente, se inclinó hacia adelante, es decir, hacia mí, de nuevo como si me fuera a penetrar. Si mal no recuerdo, me tomó de las rodillas, tal como si me fuera a penetrar. Suponía que lo haría, así que cerré los ojos para recibirlo. Sin embargo, no fue su pene lo que sentí en mi vagina, sino su bajo vientre en mi vulva, al mismo tiempo que Perla empezó a temblar debajo de mí y a gemir. PonchI se la estaba cogiendo. Abrí los ojos y lo vi a él casi encima de mí, como si estuviera penetrándome, su panza agitándose encima de la mía y su pecho presionando ligeramente mi busto. Y Perla, entre más fuerte la empujaba el hombre, más gemía y más fuerte me apretaba los senos. Había tenido razón Ross al pedirle que me los sujetara fuerte para que no me “rebotaran”.
Después de algunos empujones, el movimiento cesó y sentí los dedos de PonchI en la parte más baja de mi vulva. Por lo que sentí, estaba separándome los pelos para encontrar mi orificio vaginal. Inmediatamente después, me penetró y comenzó a darme empujoncitos. Debido a que estaba acostumbrada a la energía con la que me los daban los clientes, los de él los sentía suavecitos y gentiles, a pesar de que me los estaba dando igual que a Perla.
Pasaron unos momentos hasta que se detuvo, y escuché la voz de Ross preguntarle algo. PonchI no respondió con palabras. Ahora supongo que ella le preguntó que si todavía aguantaría mucho más y aquél le habría respondido negativamente. Lo digo porque entonces me la sacó y sin tardanza, Ross nos dijo que nos pudiéramos de pie. Cuando la obedecimos, ella, con mucha urgencia, casi nos pidió que nos fuéramos. Nos dijo algo así como: “Ya pueden irse”, y al nosotras reaccionar volteando a vernos, agregó que si queríamos, nos podíamos bañar, que ya sabíamos donde estaba el baño y que todos los implementos que pudiésemos necesitar, ahí los encontraríamos. Todo lo dijo con mucha prisa, era obvio que le urgía estar a solas con su amado.
Encogimos los hombros y ya nos dirigíamos a la puerta de salida de la recámara cuando PonchI, casi gritándonos nos dijo: “¡Espera!”. Lo volteamos a ver, nos tomó de la cintura, nos acercó una a la otra, y metiendo su cara entre las nuestras, casi susurrando nos dijo: “Antes de irse dense un besito, ¿Sí?”. Perla y yo nos sonreímos ante él, luego volteamos a vernos, dimos medio paso hacia adelante hasta que nuestros pechos se unieran y cuando nuestras bocas estaban a punto de unirse, PonchI, tomó las manos de mi morena amiga y las puso alrededor de mi cuello, y las mías alrededor de su cintura. Habremos semejado una pareja heterosexual, no sólo por la situación de los brazos, sino por la diferencia de estaturas. Bajé un poco mi cabeza, y nuestros labios se unieron. Al instante, comencé a sentir la mano de aquel hombre apretarme las nalgas, y por los pujidos de Perla, deduzco que le estaba haciendo lo mismo. Entonces, los pujidos y gemidos de una, se ahogaban en la boca de la otra, y viceversa. Recuerdo que cuando nuestras cabezas se separaron, “barrí” con mi lengua un exceso de humedad que tenía ella en la comisura y en el labio inferior.
Perla y yo quedamos cara a cara, sonriendo, pero a la vez, esperando que PonchI soltara nuestros culos para poder irnos. Una vez que lo hizo, volteé a verlo y vi que traía la verga bastante parada. Estiré mi mano y le di un apretoncito, como si lo saludara de mano. Y le dije algo como, “gusto en saludarte”. Cuando se la solté, Perla vaciló entre imitarme o no, hasta que Ross la instó diciéndole, despídete de ella. Perla se sonrió y se la apretó como yo, sólo que sin decirle nada al pene. Entonces, PonchI abrazó a Perla y le plantó un beso muy sensual. Veía como se movían las cabezas al estar ambas lenguas jugueteando en la boca del otro.
Cuando la soltó y me miró, yo sí me adelanté hacia él con los brazos estirados hacia adelante para abrazarlo del cuello. Comenzamos a darnos el beso, pero casi al instante Ross nos interrumpió arguyendo que PonchI no resistiría mucho. Y tenía razón, cuando nos despegamos, me dejó un hilillo de semen en mi monte de Venus.
Estábamos a punto de cruzar el umbral de la puerta cuando PonchI nos dijo que estábamos en nuestra casa y que podíamos tomar lo que quisiéramos, incluso que si teníamos hambre habría comida en la cocina, etc. Ross, con mucha prisa, lo interrumpió diciendo, “Sisisí” mientras que con la mano nos hacía la seña de que nos largáramos lo antes posible.
Perla y yo tomamos turnos para bañarnos y nos fuimos de ahí sin que nos hubiesen pagado, y tampoco, sin el acostumbrado apretón de nalgas que nos daba PonchI mientras esperábamos el taxi. Sabíamos que después veríamos a nuestra loca amiga y, no sólo nos daría el dinero, sino que, con algo de suerte nos contaría el final de la historia...
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