Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 17 de mayo de 2008

De Nuevo casi sin Efectos.

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Para quienes piden imágenes sin efectos, aquí dejo un detalle de la que mañana mostraré completa.


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viernes, 16 de mayo de 2008

“¿Fin de la historia...?"

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PonchI se acercó a nosotras y se colocó entre mis piernas, tal como si me fuera a penetrar. Igualmente, se inclinó hacia adelante, es decir, hacia mí, de nuevo como si me fuera a penetrar. Si mal no recuerdo, me tomó de las rodillas, tal como si me fuera a penetrar. Suponía que lo haría, así que cerré los ojos para recibirlo. Sin embargo, no fue su pene lo que sentí en mi vagina, sino su bajo vientre en mi vulva, al mismo tiempo que Perla empezó a temblar debajo de mí y a gemir. PonchI se la estaba cogiendo. Abrí los ojos y lo vi a él casi encima de mí, como si estuviera penetrándome, su panza agitándose encima de la mía y su pecho presionando ligeramente mi busto. Y Perla, entre más fuerte la empujaba el hombre, más gemía y más fuerte me apretaba los senos. Había tenido razón Ross al pedirle que me los sujetara fuerte para que no me “rebotaran”.
Después de algunos empujones, el movimiento cesó y sentí los dedos de PonchI en la parte más baja de mi vulva. Por lo que sentí, estaba separándome los pelos para encontrar mi orificio vaginal. Inmediatamente después, me penetró y comenzó a darme empujoncitos. Debido a que estaba acostumbrada a la energía con la que me los daban los clientes, los de él los sentía suavecitos y gentiles, a pesar de que me los estaba dando igual que a Perla.
Pasaron unos momentos hasta que se detuvo, y escuché la voz de Ross preguntarle algo. PonchI no respondió con palabras. Ahora supongo que ella le preguntó que si todavía aguantaría mucho más y aquél le habría respondido negativamente. Lo digo porque entonces me la sacó y sin tardanza, Ross nos dijo que nos pudiéramos de pie. Cuando la obedecimos, ella, con mucha urgencia, casi nos pidió que nos fuéramos. Nos dijo algo así como: “Ya pueden irse”, y al nosotras reaccionar volteando a vernos, agregó que si queríamos, nos podíamos bañar, que ya sabíamos donde estaba el baño y que todos los implementos que pudiésemos necesitar, ahí los encontraríamos. Todo lo dijo con mucha prisa, era obvio que le urgía estar a solas con su amado.
Encogimos los hombros y ya nos dirigíamos a la puerta de salida de la recámara cuando PonchI, casi gritándonos nos dijo: “¡Espera!”. Lo volteamos a ver, nos tomó de la cintura, nos acercó una a la otra, y metiendo su cara entre las nuestras, casi susurrando nos dijo: “Antes de irse dense un besito, ¿Sí?”. Perla y yo nos sonreímos ante él, luego volteamos a vernos, dimos medio paso hacia adelante hasta que nuestros pechos se unieran y cuando nuestras bocas estaban a punto de unirse, PonchI, tomó las manos de mi morena amiga y las puso alrededor de mi cuello, y las mías alrededor de su cintura. Habremos semejado una pareja heterosexual, no sólo por la situación de los brazos, sino por la diferencia de estaturas. Bajé un poco mi cabeza, y nuestros labios se unieron. Al instante, comencé a sentir la mano de aquel hombre apretarme las nalgas, y por los pujidos de Perla, deduzco que le estaba haciendo lo mismo. Entonces, los pujidos y gemidos de una, se ahogaban en la boca de la otra, y viceversa. Recuerdo que cuando nuestras cabezas se separaron, “barrí” con mi lengua un exceso de humedad que tenía ella en la comisura y en el labio inferior.
Perla y yo quedamos cara a cara, sonriendo, pero a la vez, esperando que PonchI soltara nuestros culos para poder irnos. Una vez que lo hizo, volteé a verlo y vi que traía la verga bastante parada. Estiré mi mano y le di un apretoncito, como si lo saludara de mano. Y le dije algo como, “gusto en saludarte”. Cuando se la solté, Perla vaciló entre imitarme o no, hasta que Ross la instó diciéndole, despídete de ella. Perla se sonrió y se la apretó como yo, sólo que sin decirle nada al pene. Entonces, PonchI abrazó a Perla y le plantó un beso muy sensual. Veía como se movían las cabezas al estar ambas lenguas jugueteando en la boca del otro.
Cuando la soltó y me miró, yo sí me adelanté hacia él con los brazos estirados hacia adelante para abrazarlo del cuello. Comenzamos a darnos el beso, pero casi al instante Ross nos interrumpió arguyendo que PonchI no resistiría mucho. Y tenía razón, cuando nos despegamos, me dejó un hilillo de semen en mi monte de Venus.
Estábamos a punto de cruzar el umbral de la puerta cuando PonchI nos dijo que estábamos en nuestra casa y que podíamos tomar lo que quisiéramos, incluso que si teníamos hambre habría comida en la cocina, etc. Ross, con mucha prisa, lo interrumpió diciendo, “Sisisí” mientras que con la mano nos hacía la seña de que nos largáramos lo antes posible.
Perla y yo tomamos turnos para bañarnos y nos fuimos de ahí sin que nos hubiesen pagado, y tampoco, sin el acostumbrado apretón de nalgas que nos daba PonchI mientras esperábamos el taxi. Sabíamos que después veríamos a nuestra loca amiga y, no sólo nos daría el dinero, sino que, con algo de suerte nos contaría el final de la historia...



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jueves, 15 de mayo de 2008

"Un Lesbian Show para el señor...”

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Continuaba el tema, y alguien mencionó que sería muy difícil bañar a una mujer sólo con semen. Al oír eso, Perla se saboreó, y exclamó: “¡Mhmhmh, que rico!”.
Después de algunas ligeras risitas por parte de todos, Ross le pidió a PonchI que se moviera y a Perla que se acostara en su lugar. Así lo hicieron y luego me pidió que me recostara sobre Perla. Abrí mucho los ojos al no entender cabalmente la idea. Me explicó que me pusiera en cuatro encima de ella. Por fin comprendí: Quería que hiciéramos el sesentainueve. Le pedí que mejor ella arriba, debido a la diferencia de estaturas. Ambas estuvieron de acuerdo. Me recosté bocarriba, inmediatamente, Perla me puso el culo en la cara, abrí mis piernas para darle mejor acceso a ella, y empezamos a mamarnos mutuamente. Era lógico pensar que en un cuarteto que se planea prácticamente para placer del hombre, no haya algo de lesbianismo, que es, más que nada, como espectáculo para el varón.
Perla no es muy peluda, es decir, sus genitales son tan peludos como los de cualquier mujer, no más, pero como que los pelos de la parte baja de sus labios mayores, son más largos o algo así, porque se me empezaron a meter en la nariz. Después de que los pude apartar, comencé a lamérsela, mientras que ella hacía lo propio con mi parte íntima. Obviamente no pude ver lo que Ross y PonchI hacían. Pero tendrían que haber hecho algo para que no se le bajara el pene.
Ambas comenzamos a pujar y gemir, dentro de lo que se podía puesto que, teníamos nuestras bocas ocupadas. Perla es buena cunnilingüista. Casi igual de buena que Ross, así que en pocos momentos me hizo alcanzar el orgasmo. Si mal no recuerdo, ella también lo logró, casi al mismo tiempo. Terminamos, y quedamos lánguidas y flácidas. Ella, encima de mí. Pude ver mejor su trasero y su entrepierna. Comprobé lo que ya desde ese entonces había pensado: Que la mujer es más peluda de los genitales que el hombre. Pude ver como sus pelitos se le enroscaban alrededor del orificio vaginal, con gotitas de sudor, quizá mezclado con mi saliva, como perlitas a lo largo de la curvatura de cada pelo. Y pude ver como se iban haciendo más cortitos y chiquitos conforme se acercaban al ano; Y éste, incluso siendo más oscuro que el resto de su piel y los pelitos, formando una especie de círculo en su derredor.
Mi respiración y mi ritmo cardiaco comenzaron a bajar y pude escuchar las voces de Ross y PonchI. Era éste último, en especial, quien profería alabanzas hacia Perla y a mí, a lo que hacíamos, y al espectáculo que veían. Mi loca amiga nos apuró a cambiar de lugar. Le dijo a Perla que se recostara sobre la cama bocarriba. Así lo hizo. Luego me volvió a pedir a mí que me tendiera sobre la chica morena. De nuevo abrí los ojos; no le entendí. Esta vez quería que pusiera mi espalda sobre el pecho y vientre de Perla. Sin comprender cabalmente sus intenciones, recosté mi espalda sobre nuestra amiga, sintiendo algo de cosquillas debido a los pezones. Entonces, Ross le dijo que me tomara del busto, “Para que no le reboten las chiches”.
Con las piernas abiertas en posición de misionero, la vista al techo, ya que es difícil en esa posición ver hacia adelante, es decir, estando arriba de alguien más, y las manos de Perla sujetándome fuertemente la parte baja de mis senos, como si me los estuviera tomando un hombre, tal como Ross se lo había pedido, ‘para que no me rebotaran’, Me encontraba sin comprender cabalmente lo que estaba por suceder...



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miércoles, 14 de mayo de 2008

“Impregnación”

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Era evidente que Ross no quería que PonchI se excitara demasiado, es decir que no se acercara mucho a la zona de “sensación de eyaculación”, así que, pocos instantes después, ordenó a PonchI con cierto aire determinante que cesara de cogerse a Perla. También le pidió que se volviese a recostar bocarriba. Una vez que éste la obedeció, ella se hincó frente a él a horcajadas. Enfáticamente, nos pidió a nosotras que hiciéramos lo mismo en las piernas de PonchI. Ni Perla ni yo la entendimos totalmente; Nos quedamos impávidas e inmóviles, mirando a nuestra amiga como esperando que nos diera más instrucciones.
Al ver que no la habíamos comprendido, nos dijo: “Restréguense la panocha en las piernas de PonchI”. Agregó que ella haría lo propio en el tórax, para luego añadir: “Vamos a dejarlo apestando a panocha”. En otras circunstancias me hubiese dado pena algo así, pero al saber que a PonchI le gustaba “eso” y al ver a Ross moviendo el trasero casi como licuadora de atrás hacia adelante por todo el pecho y vientre de su amado, y que Perla hacía algo semejante en la pierna izquierda del mismo, empecé a hacer lo propio por todo su muslo, en plan descendente hacia la rodilla, para después seguir con la espinilla. Vi que Perla, al estar en la espinilla, se inclinó un poco hacia atrás, y tomó el talón, y lo levantó para que prácticamente la espinilla se le clavara en toda su línea genital-anal. Inmediatamente la imité, sintiendo los pelitos de la parte baja de la pierna hacerme cosquillitas, en especial en la vulva. Cuando todo esto ocurría simultáneamente, las tres mujeres afanándonos por impregnar al varón de nuestra femineidad, éste emitió un ¡Mhmhmh! Denotando mucho agrado y aceptación para luego preguntar qué habría hecho para merecer esa delicia, las tres reaccionamos con leves y casi imperceptibles risitas, y finalizó exclamando: “¡Así ha de oler el paraíso!”. “¡Ah no!” Respondió Perla, “Si así huele, mejor me voy al infierno”. “Infierno el que traes entre las patas”. Le respondió Ross sin dejar de darnos la espalda y mover su trasero sobre el bajo vientre de PonchI. “Y tú, ¿No?” Finalizó Perla.
Para terminar esa acción, que no sabría como llamarla; De “impregnación” quizá, con una seña, Ross nos pidió que nos colocáramos a su lado, nos hizo que nos pusiéramos en cuatro y desde atrás nos talló los genitales con sus manos. Luego se las frotó para que la humedad se entremezclara en ambas manos, y comenzó a frotarle los brazos al hombre, empezando desde sus hombros. Cuando sentía que se secaban sus manos, se frotaba su propia vulva, y seguía de nuevo con su labor.
Ross estaba sentada a horcajadas sobre la panza de PonchI mientras le frotaba los brazos, cuando se dirigió a Perla y a mí: “Esto iba antes”: Refiriéndose al trabajo de “impregnación”. “¿Entonces?”, le preguntamos. Con una sonrisa de oreja a oreja, pero denotando cierta pena por el olvido, semejando a algún ícono de los que muestran todos los dientes, respondió: “Se me olvidó, ji”. Luego agregó que también debimos de habérselo hecho en la espalda, en las nalgas, etc.
Cuando nos aprestábamos a colocarnos para hacer lo que seguía, se me ocurrió preguntar al aire, es decir a quien respondiera, si “eso”, es decir la “impregnación” se podía realizar cuando era una sola mujer y varios hombres. Inmediatamente Ross volteó a verme, con una mano jalándole la verga a PonchI para que no se le bajara, y me contestó: “Sí, pero sólo con saliva, te lamen todo el cuerpo. Y es más fácil porque te pueden lamer muy bien el culo y las axilas, y te pueden dejar súper mojada por todos lados.” Agregó que sólo se hace hasta los tobillos y no en los pies. PonchI la interpeló diciendo que había hombres que les gustaba lamer los pies de las mujeres. Ross le respondió que estaba bien pero que deberían de ser ellos los que establecieran el límite hasta donde llegar.
Ahora me pregunto: Con este par de expertos, ¿Quién no aprendería?”




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martes, 13 de mayo de 2008

"Seguia la sesion multi-vaginal..."

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Pensándolo un poco más, quizá es por ella que tengo ese gusto en particular. No lo recuerdo ahora con exactitud, pero es posible que en algún momento dado de nuestra amistad, de manera inconsciente, yo haya desarrollado el gusto por la mezcla de semen dentro de mí. Quizá me dijo algo. No lo recuerdo.
Después de restregarle mis genitales en su cara por un rato más, y de haber salido “ilesa” de “mi osadía”. Mi amiga nos pidió a Perla y a mí que nos colocáramos a los pies de PonchI, mientras éste seguía bocarriba. Ella se colocó entre sus piernas, Perla a su izquierda y yo, del lado opuesto. De nuevo con los dedos, nos hizo una señal de que bajáramos nuestras cabezas hasta quedar a la altura de la amada y quizá, hasta idolatrada verga de su hombre. Le comenzó a chupar la puntita y el tallo comenzó a estirarse y engruesarse. Una vez que podía mantenerse erecta por sí misma, sin que estuviera totalmente rígida, de nuevo, con una señal de sus índices, nos ordenó que comenzáramos a lamerle el tallo, cada una de su propio lado. Ahora era PonchI quien gemía y gruñía, además de decir cosas como: “¿Qué habré hecho para merecer este paraíso?”. Obviamente, nuestras bocas estaban ocupadas y nadie le contestó. Aunque por un momento pensé que Ross le respondería algo. Esta aventura tri-oral no duró mucho porque Ross nos pidió que intercambiáramos lugares y la que quedaba en medio de las piernas de su hombre era la que le daba la mamada, mientras que las otras dos se limitaban a lamerle el tallo. Por último, Ross volvió a quedar en el centro para darle unas cuantas mamadas nada más, luego se la sacó de la boca, y con el pene de PonchI al frente, semejando un micrófono, elevó su vista y le dijo a su amo: “Ya mi vida”. Ross sintió que el pene estaba suficientemente duro y no quería que nos extralimitáramos en nuestras labores orales, ya que las tres éramos, modestia aparte, bastante buenas en ello.
“La señora de la casa” nos pidió a mi compañera y a mí que nos recostáramos bocarriba en los lugares que estábamos. Así que Perla quedó a mi izquierda. Luego se dirigió a mí pidiendo que abriera las piernas. Lo primero que abrí y mucho fueron los ojos. Cierto que PonchI era de confianza pero, ¿Hacerlo sin condón? Entendió mi duda y a manera de tranquilizante, se inclinó hacia a mí, sonriendo ligeramente y cerrando ambos ojos, como si fuera un guiño con ambos globos oculares. Con ello me dio a entender que sabía lo que hacía y tenía todo calculado. Este ligero desplante me dio confianza y la obedecí. Abrí las piernas, y PonchI me penetró con cierta rispidez. Una vez que lo logró, comenzó a moverse y, como tenía su mejilla junto a la mía, para susurrarle, Ross tuvo que acercarse mucho a ambos: “Acuérdate, despacito y no mucho ¿Eh?” Esas palabras hicieron que PonchI bajara la velocidad, que de por sí no era mucha. PonchI prefirió plantarme un beso que no terminaría sino hasta estar fuera de mí. Después de unos pocos empujones en los que casi no hice ruido, “su señora” se le volvió a acercar para decirle al oído: “¡Cambio!”. Suave y consideradamente, PonchI me la sacó y se fue con Perla. Ross se fue al otro lado de la cama para continuar guiándolo en esta aventura “multi-vaginal”. Me quedé con los brazos hacia arriba a los lados de mi cabeza viendo al techo. De reojo veía como las bocas de PonchI y de Perla estaban fundidas en una sola y como la cabeza de la chica rebotaba hacia atrás con cada empujoncito que el hombre le daba.
Súbitamente empecé a sentir un dedo en mis genitales, sabiendo que la única que estaba libre era Ross, supuse que se trataba de su mano. No fue exactamente así. Levanté un poco la cabeza y vi que Ross dirigía la mano de PonchI a mi vulva, en especial a mi orificio vaginal e, incluso lo ayudó a meterme un dedo. Debo reconocer que era excitante sentir el movimiento del dedo al compás de los empujoncitos que él le daba a nuestra morena amiga. Ross seguía de lideresa.



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lunes, 12 de mayo de 2008

"De Mezclas..."

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De nuevo, yo únicamente escuchaba los berridos de Ross. La cara de PonchI estaba cubierta por lo que semejaba una máscara de gas; Y esa máscara era el culo de Ross...
Afortunadamente, cuando menos para mí, las manos del hombre estaban abriendo las nalgas de Ross, así que mi parte trasera estaba en paz. Lo cual es importante para no excitarme de más y tener la mente más clara aunque fuera por un momento.
Después de un grito muy agudo, que denotaba un orgasmo, por parte de mi loca amiga, ésta alejó su culo de la cara de PonchI y recostó su cuerpo sobre el de éste apretando fuertemente las nalgas. Tanto las apretó que se le formaron unas como bolitas como si fuera cáscara de naranja y dijo enfáticamente, casi gritando, “¡Ya no!” Perla y yo soltamos una risita, la cual Ross respondió volteando a ver a cada una y preguntar con molestia, “¿De que te ríes, pendeja?”. Pregunta la cual, en lugar de molestarnos hizo que nos diera más risa. Una risa que ambas evitamos como pudimos. Volteé a ver a Perla y vi que tenía la mirada completamente hacia abajo, con una amplia sonrisa.
Obviamente, seguía yo. Ross se quitó de encima de PonchI lentamente y con una mano, en silencio me dio a entender que la sustituyera. Me coloqué a horcajadas de espaldas a él, lo cual era lo propio. Empecé a moverme hacia atrás, partiendo como medida el pubis y la cintura del hombre. Estaba a punto de pegarle mi trasero a su cara, cuando Ross, con una de sus típicas frases ingenuamente pícaras me dijo: “De vez en cuando levanta la cola, tu sí le abarcas toda la cara, no me lo vas a dejar respirar, no quiero que me lo vayas a ahogar”. Viniendo de otra persona, lo hubiera tomado como una broma, una burla o quizá, una ofensa. Viniendo de aquella generosa loca comprendí que de nuevo decía una verdad absoluta sin tapujos y sin ningún deseo de molestar o incomodar.
Empecé a restregarle la cara con mi entrepierna. Con un vaivén de atrás hacia adelante. Poco a poco, fui sintiendo su nariz clavándose ligeramente en mi ano para después pasar por la entrada a mi vagina y llegar a la mitad de mis labios menores. Y de la misma manera, poco a poco, PonchI comenzó a usar su lengua. Empecé a sentir escalofríos en toda mi columna vertebral, volví a lanzar algunos gemidos discretos, levanté la cabeza lo que pude tratando de contrarrestar la sensación, hasta que la misma, me forzó a bajar la cara, mi nariz casi rozando su verga.
Inmediatamente sentí, en gran parte de mi trasero demasiada humedad. Ya había hecho el sesentainueve en otras ocasiones y tanta viscosidad, no era normal. Se trataba de las “huellas” de las otras mujeres que habían estado ahí. Con mi trasero, recogí la viscosidad de las otras dos chicas, al parecer por completo.
Mi cabello me cubría el rostro, convirtiéndose en mi cómplice silencioso: Como ya dije, la verga de PonchI se mostraba justo frente a mi vista, a la altura de mi nariz y de mi boca. Era demasiada tentación para una mortal común y corriente como quien esto escribe. No la resistí y sabiendo que mi cabellera me protegía, le planté un besito pequeño justo debajo de la cabecita. PonchI se convirtió en otro cómplice más; Me clavó las uñas en las nalgas y las de los pulgares en la parte interna de las mismas. La tentación siguió agobiándome, y pretextando que levanté el trasero como me lo habían indicado para dejarlo respirar, le di una lamida a la verga, incluso en la rugosa suavidad de la bolsa que guarda los testículos. Un saborcito un poco más salado me llegó casi de inmediato a la punta de la lengua. No quise arriesgarme a más. No sabía que tendría más en mente Ross y, el que yo le lamiera la verga a su hombre, quizá no estaba incluido en sus planes en ese preciso momento. Quizá no quería excitarlo prematuramente. Ha pasado un buen tiempo, así que si Ross me lee, dudo que se moleste demasiado. Lo bueno fue que no me vio en el momento.
Cada vez que pegaba mis nalgas al rostro de PonchI, volvía a sentir esa viscosidad que ahora incluía la mía propia. Yo ya tenía a PonchI como un hombre al cual no le daba asco la intimidad de las mujeres. Me lo había demostrado antes, sin embargo, tampoco lo tenía como alguien que gustara tanto de eso. No recuerdo pero, quizá para ese entonces, una de las cosas que más me excitan del sexo, es la idea de que el semen de dos o más hombres se mezcle dentro de mi vagina, o mínimo, dentro de mí boca. Tal vez PonchI pensaba igual respecto a los líquidos vaginales. O, quien sabe, quizá Ross le hizo despertar un gusto al respecto. Ella puede hacer que cualquiera deseé lo que unos pocos minutos antes ni siquiera hubiese imaginado posible...


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domingo, 11 de mayo de 2008

"Tres mujeres en Domingo..."

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Ahora muestro estas imágenes que considero va muy de acuerdo con el momento que vive la cronología.
Por obvias razones, tuve que regresar a los efectos, pixelado incluido. De hecho, casi no tienen efectos.
Desde luego que la imagen es antigua...
Las imágenes durarán hasta la noche del Domingo, -05:00 G.M.T.



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Daguerrotipo.

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Color Antiguo.

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Platinotipia.

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Cámara de Cajón.

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Vívido.



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Actualización:

Ya las quité.


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