Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 9 de febrero de 2008

Detalle en alto contraste.

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Mañana mostraré la imagen completa en varias versiones.


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viernes, 8 de febrero de 2008

“Seguía y era incontenible…”

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Comenzó a lamerme a los lados de mi monte de Venus, en el nacimiento de las ingles, justo donde ya no hay pelos. De nuevo mi instinto me forzó a intentar abrir las piernas pero seguían semi aprisionadas por los brazos del señor. Recuerdo que por la sensación hasta se me tapó la nariz mientras yo continuaba con la cara hacia el techo. Levanté los brazos para asirme de algo que pudiera haber en la cabecera. Mi desesperación ya era mucha. Comenzó a darme besitos que, de acuerdo a como se sentían, los describiría tal como mueven la boca los peces. Luego siguió por mi pierna derecha en camino hacia el pie. Todo mi muslo frontal me lo lamió y combinó con unos besitos ligeros. Seguía con su meta de no dejar ni un cuadrito de mi piel sin lamer. Cuando llegó a mi pie y después de besar mi empeine, recuerdo que me beso el dedo gordo de manera suave y superficial. Nada que ver con otros clientes que luego llegué a tener que me besaban dedo por dedo con mucha fruición y que tengo entendido son fetichistas de pies. Éste no. V.G.T.2 sólo me beso el dedo gordo acaso habrá sido en la punta.
Una vez que terminó con mi dedo, comenzó de regresó el ascenso por mi pierna. Al llegar a la cadera “me atravesó” de lado a lado con la lengua rodeando el pubis, o quizá evitándolo y empezó a hacer lo mismo del lado opuesto. Recuerdo que cuando subió de nuevo a la altura de la ingle y mantenía la punta de la lengua en la frontera con el pubis, me dijo que “esa” era una de las ventajas de las que no se rasuran, que con ellas se puede saber donde están los límites y no pasar más allá. En el momento no le entendí lo que me dijo, de hecho, no sé si me lo dijo de esa manera. De la sensación y hasta ganas de llorar ya estaba más mormada.
Cesó por un momento e hizo una pausa para tomar un poco de agua que había en el buró. Cuando llegué a la recámara no le había prestado atención, ahora creo que la tenía ahí deliberadamente porque ya tenía planeado lo que iba a hacer conmigo. Mientras se mantenía alejado de mí me pidió que me volteara para quedar boca abajo. Inmediatamente lo obedecí y a los pocos momentos, sentí que colocó sus rodillas alrededor de mi cuerpo. Entonces quitó el cabello de mi espalda y me empezó a besar o lamer la nuca, no sé. Lo que sí sé es que se me volvió a poner la carne de gallina y, esta sensación fue en aumento conforme V.G.T.2 fue descendiendo por mi espalda. Un verdadero plus fue que desde que empezó en mi nuca, sentí su verga dormida en el borde de mis nalgas, toqueteándomelas, oscilando de una a otra, quizá humedeciéndomelas…
Al llegar a mi cintura, donde se forma una especie de concavidad por la forma de la columna, empezó a subir con su lengua, fue tal la sensación que, en un momento dado me rocé una nalga con las yemas de los dedos de una mano y me sentí literalmente la carne de gallina, chinita, como con escalofríos. Por si hubiera sido poco, volvió a descender por mi columna hasta el punto de partida. Ahí sí recuerdo haber emitido algún gemido. El méndigo viejillo subió y bajó todo el camino varias veces logrando enloquecerme a propósito.
Sin embargo, el principio de la locura real, desmedida, fue cuando bajó de mi cintura y puso la punta de la lengua en la comisura de mis nalgas. Sé que me será difícil describir esto, no sé si pueda transmitir las cosas como fueron y como las sentí pero aquí voy. Como dije, metió la punta de la lengua donde nacen las nalgas y casi inmediatamente la sacó de ahí. Luego volvió a hacer lo mismo unas tres o cuatro veces más. Entonces, la volvía a poner ahí mismo y ahora sí lamía, es decir, ahora sí pasaba la lengua por la piel dentro únicamente de la parte donde se unen las nalgas. No avanzaba más de ahí. Cada vez que me la retiraba sentía el fresco de su saliva.
Es de esos momentos en que hasta te quisieras morir de desesperación, de placer, de locura. Y el viejito seguía…



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jueves, 7 de febrero de 2008

“De espirales ascendentes a zigzagueos descendentes…”

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Una vez en la cama, se acomodó a mi lado, empezó a besarme la cara. Como si lo que le importara era no dejar un solo espacio de piel de mi rostro intacto. Incluyó la frente, los pómulos, la punta de la nariz, las mejillas, las comisuras de los labios, la barbilla y terminó por todo mi cuello poniendo especial cuidado en mi garganta. Mientras lo hacía, acariciaba mi vientre, jugando desde la parte baja de mis senos hasta el ombligo y de nuevo, comenzaba a subir. Dio una segunda ronda de besos en mi cara durante la cual bajó su mano hasta mi monte de Venus y jugueteó con mis pelos durante el tiempo que duró dicha ronda de besos.
Realmente sus caricias no eran muy “profundas” o no eran en zonas “estratégicas”, sino que eran hasta cierto tipo “inofensivas”. Desde que me había recostado en la cama no me había besado en la boca, ni me había tocado los senos, etc. Sin embargo, me estaba excitando mucho, quizá era el tenerme a la expectativa y no darme lo que generalmente podría esperar.
Me puso una mano atrás de la nuca, bajó un poco la cara y se enfocó a besarme y lamerme el cuello, mientras yo seguía sintiendo los jaloncitos típicos que se sienten cuando juguetean con los pelos de tu pubis. De nuevo parecía que no debería de dejar ni un ápice de mi piel sin lamer porque comenzó a descender su lengua muy lentamente recorriendo la zona de mi pecho comprendida entre las clavículas y el nacimiento de los senos, mientras que su mano ahora estaba como rascando con sus uñas la piel de mi monte de Venus produciendo el sonido típico que lo acompaña.
Continuó con su camino descendente y empezó a lamer mi seno derecho de manera circular. Todo alrededor de mi teta. Ahora la trayectoria era en plan ascendente como si se tratara de una montaña la cual su lengua fuera a subir de manera circular, como una espiral cónica, cuya meta vendría siendo el pezón. Tenía los ojos cerrados pero no necesitas abrirlos para sentir lo que te están haciendo. Sentía la frescura de la estela de saliva que iba dejando su lengua al recorrer la piel de mi seno. Recuerdo que cuando llegó a la areola, sólo lamió con la punta de la lengua y únicamente en la periferia. No entró de lleno, mucho menos al pezón en sí. Yo estaba muy acostumbrada por los clientes que casi siempre fuera lo opuesto: Que de buenas a primeras se fueran al pezón.
Descendió en línea casi recta al nacimiento de mi seno, en la separación de ambos, era una parte que no había atendido muy bien en su camino a la “cúspide”. Supuse que de ahí se iría directamente al otro seno, quizá a hacer lo mismo. De nuevo estaba en un error. Su mente estaba determinada a no dejar nada de mí sin lamer, así que empezó a pasar su lengua por el área del pecho que divide ambos senos. Al llegar al otro pecho, empezó la trayectoria ascendente circular tal como lo hizo con el derecho. Y cuando llegó a la areola, de nuevo se auto limitó a la periferia, dejándola intacta al igual que al pezón.
Cuando terminó con el seno izquierdo, colocó su lengua en la boca de mi estómago y empezó a lamerme el vientre con movimientos zigzagueantes-descendentes que realmente me estaba electrizando. Para ser honesta, no recuerdo si gemí o si emití cualquier clase de ruido. Cualquier cosa que dijera sería adivinar. De hecho, no recuerdo siquiera estar viendo al techo o tener los ojos bien cerrados. Es muy posible, porque algo recuerdo vagamente, que se haya detenido un momento en mi ombligo y haya continuado en descenso.
Algo que recuerdo con bastante claridad porque fue otra de las cosas que no esperaba, quizá por estar tan acostumbrada al sexo común, es que cuando el viejito llegó a la parte alta de mi pubis, justo arriba de donde empiezan los pelos, por instinto, comencé a abrir las piernas y, con un movimiento de brazos con cierta dosis de énfasis, el hombre me las cerró.
A estas alturas yo ya no recordaba que existía una chica llamada Ross, ni estaba consciente de estar en medio de una clase. Estaba perdiendo el control sobre mí y V.G.T.2. Me estaba llevando a algún lugar de la mente que yo no conocía…




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miércoles, 6 de febrero de 2008

“Principia la clase…”

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Salí de su casa a paso relativamente veloz. Me sentía acalorada y lo que más deseaba era llegar a casa de V.G.T.2 para darme un baño. Aun así, cuando caminé como cuadra y media, desaceleré el paso y se me ocurrió llamar de nuevo a mi amiga. Su teléfono seguía desconectado y, la verdad, me había cansado de buscarla por ese rato, así que seguí de largo hasta mi meta.
Llegué a la casa y el cliente me recibió con una alegría que me contagió, como si fuera algo así como una vieja amiga que tenía mucho de no ver, imposible no devolverle la sonrisa y el tono festivo de la voz. No había dado más de tres pasos al interior de la vivienda y el señor cerrado con llave la puerta, cuando me dio un abrazo de esos que te dejan indefensa porque te los dan con los brazos pegados al cuerpo. Entonces me estampó un beso en la boca. Para no cortar el flujo de celebración, le correspondí el beso. Debo decir que es un poco intimidante y hasta excitante que te den un beso así, casi forzado, ya que tienes los brazos inmóviles.
Inmediatamente después me pidió que tomara asiento y se sentó junto a mí con su brazo alrededor de mis hombros. Luego, como un acto de amabilidad, me ofreció un jugo de alguna fruta, el cual acepté con muchas ganas debido a que me encontraba muy sedienta.
Después de estableció un diálogo que en este momento no recuerdo del todo bien. Tengo la idea de que hablamos de Ross, quizá preguntándome si no la había visto y yo respondiendo que desde “esa vez” le había perdido la pista. Posiblemente también hablamos de V.G.T.1 agradeciendo que gracias a él, V.G.T.2 nos había conocido a ambas. Lo que si recuerdo es que cuando llegó la hora de ir a la recámara y el hombre así me lo hizo ver, le dije que tenía mucho calor y que si me permitía tomar un baño. Me respondió que primero fuéramos a la recámara y ahí me diría. Como de costumbre, no quise discutir, así que lo seguí al cuarto, el mismo cuarto donde él había estado con Ross en aquella ocasión.
No sólo me sentía muy acalorada y sucia, sino que también estaba algo nerviosa. La vez anterior nos habían ofrecido cerveza, la cual tranquiliza y baja los nervios, además de que no estaba sola y por si fuera poco, como ya lo he dicho antes, la actitud de Ross al salir del cuarto me había dejado perpleja y si a todo esto le añado que no había podido hablar con ella, o mejor dicho, cuando pude la evité y cuando quise no pude… Pues sí que era para estar algo intranquila.
Me pidió que me desnudara. Una vez que lo hice, de nuevo me abrazo, aunque esta vez si dejó mis brazos libres, los cuales coloqué en sus hombros. Primero me puso las manos en la cintura, luego las pasó a la espalda a la misma altura, para después irlos subiendo casi hasta mi cuello. Puedo decir que me puso la piel chinita. Una vez que llegó al punto más alto, comenzó su camino descendente. Esperaba que aprovechara su situación y que, igual que la mayoría de los clientes, sus manos llegaran hasta mis nalgas. No fue así, las detuvo en el punto de partida. Entonces se fue tocando mi piel únicamente con las yemas de los dedos hasta mi cintura a los costados; De ahí subió lentamente hasta mis axilas y comenzó a descender de nuevo. Decir que a esas alturas tenía la carne de gallina es poco. Yo creo que casi se me salieron las lágrimas. Prácticamente no me estaba haciendo nada y me tenía tremendamente excitada, casi al borde de la desesperación. Cuando por fin desahogó un poco mi tensión con un beso, no sabría decir quien besó a quien, ni quien le imprimió mayor énfasis al beso. No me sorprendería que hubiera sido yo.
Cuando por fin me dio un respiro pidiéndome que me recostara en la cama, volví a tener un segundo de lucidez y recordé las condiciones en las que me encontraba, así que le pedí que me dejara irme a bañar. Se negó y le pregunté el motivo. Me respondió que al terminar me lo daría. Como un chispazo de luz, llegó a mi cabeza la idea de que en ese momento, no era sólo un servicio más para mí. Era una clase, una lección… Pero ¿De qué? ¿De sexo? o ¿De vida?...


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martes, 5 de febrero de 2008

“Una experta lengua impregnada de néctar…”

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Después de aclararme que estaba completamente solo, me tomó de las manos y casi al oído me dijo que quería darme una mamada. Me alarmé un poquito, por varias razones, la más obvia era que su amigo me estaba esperando en su respectiva casa. Así que le dije que no podía por no tener tiempo. Era de esperarse que me formulara la pregunta que me hizo y era si es que yo iba a “trabajar” con alguien en alguna parte. Le respondí de manera negativa y agregué que me iba para mi casa pero que tenía prisa, le repetí.
Entonces me dijo que si el problema era el dinero que al siguiente día me pagaría, que incluso me ocuparía por un servicio completo. Traté de aligerar un poco la tensión al decirle en son festivo que entonces dejásemos todo para ese día. El viejito no cejó, no quitó el dedo del renglón y, después de varios estira-y-aflojas pensé que realmente no perdería nada dejándolo pasarme la lengua un par de veces y por el contrario, muy probablemente estaría, en ese momento, creándome un nuevo cliente asiduo. Así que me senté posiblemente en el mismo mueble donde me había hecho oral la vez que lo había conocido, entre paredes repletas de fotos familiares y alusiones conyugales.
Cuando comencé a bajarme la ropa le espeté, “Pero sólo mi parte, ¿eh?”. A lo cual respondió, “La panochita, quieres que te mame la panochita…” le respondí afirmativamente y agregué con voz que intentaba ser tajante que únicamente ahí (La vez anterior prácticamente me desnudó, me mamó los senos y me sentí incómoda de estar en la primera pieza de la casa en riesgo de ser vista por cualquiera que entrara). Y no es que quisiera que me la mamara, fue él quien me llamó al ir pasando y fue su idea, sin embargo, no quise discutir y quedé desnuda de la cintura para abajo.
Por instinto, o por experiencia ya en ese momento de mi vida, abrí las piernas y las levanté lo suficiente para darle acceso al viejito. Al hincarse y acercar su cara a mi entrepierna, escuché dos o tres aspiraciones sonoras similares a las que hacen los perros al oler. Como estaba sentada, mi vista quedaba casi al techo, o más bien a donde se unen la pared y el techo y tenía que esforzarme un poquito para verle la cabeza. Entonces, después de emitir esos sonidos nasales, emitió otro, un “Mhmhmh” para después decirme, “Hoy andas ‘más’ que las otras veces. No te voy a preguntar por qué, sólo te digo que así me gustas y para la próxima te quiero así. Tú sabes a que me refiero y tú sabrás como le haces”. Al empezarme a decir eso, me esforcé para mirarlo y vi que me hizo una seña mostrándome las palmas de ambas manos a la altura de sus hombros, en especial al decir la última frase. Como pude, asentí con la cabeza para darle paso a que agregara, “Una con cara de niña y acá abajo tan… ‘mujer’, no es común, nada común… Ya te dije te quiero así cuando te vuelva a ver.
Se hizo un silencio debido a que el viejito se disponía a hacerme el oral. Entonces rompí esa ausencia de sonido al decirle, “Nomás dos o tres lamidas, ¿OK?” Si acaso me contestó algo no lo recuerdo. Afortunadamente, el ruido de la calle, el tráfico y la gente al pasar, no me dejaba que me concentrara, así que a pesar de la maestría con la que empezó a lamerme los labios y, que de cualquier manera me encendía, tuve la frialdad y la coherencia para pedirle que se detuviera. No me obedeció la primera vez, de hecho, me puso los antebrazos en los muslos arriba de las nalgas, me dio un par de lengüeteadas más para exclamar de nuevo “Mhmhmh” y agregar, “auténtico néctar de los dioses”. “Sí, sí, sí pero, ya me tengo que ir”, respondí y luego tuve que literalmente mover el trasero y los muslos como si me lo estuviera sacudiendo para que se alejara de mi entrepierna.
Recuerdo que mientras me subía la ropa, permaneció a mi lado y repitió “Un ángel con cara de niña que obsequia néctar de los dioses al necesitado…” De nuevo le corté la inspiración al decirle que me urgía irme de ahí, me di la media vuelta para dirigirme a la puerta de salida cuando, me tomó de una muñeca, me estiró el brazo, me jaló hacia él y me plantó un beso. Ya que sus labios tocaban los míos, se lo correspondí, de nuevo con la esperanza de convertirlo en cliente asiduo. Se podría decir que le di una muestra gratis de un producto que ya conocía pero que había decidido refrescarle la memoria.
Ahora la siguiente misión, la cual se encontraba a unas pocas cuadras de ahí, era ganarme otro cliente, sin tener problemas con Ross.
Al venirme el nombre de mi amiga a la cabeza, pensé en como no tener problemas con ella y… “¿Qué clase de trabajos hacía V.G.T.2 que la había dejado como autómata?” Y para allá iba…



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lunes, 4 de febrero de 2008

"O el uno o el dos y sin Ross..."

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Mientras caminaba de regreso a la tienda por aquel patiecito, me empezó a asaltar la idea de que por no haber hablado con Ross sería mejor decirle a V.G.T.2 Que pospusiésemos la visita para el día siguiente o aún después. Además de que ya me sentía cansada, húmeda y sucia Entré a la tienda y esa idea se me afirmó más en la cabeza. Don Abarroto estaba atendiendo a una persona y por detrás del mostrador me dirigí hacia el teléfono. Volví a marcar el número del viejito y en esta ocasión no dejó que sonara muchas veces. De nuevo me contestó con voz de júbilo al escuchar mi voz y después de algún corto intercambio de palabras, me dijo con voz determinada “¡Ahora sí no te me escapas sin prometerme que vienes para acá!” De alguna manera me desarmó aunque de todos modos traté de convencerlo de que pospusiésemos la reunión. Después de varios minutos en que busqué todos los argumentos que se me ocurrieron, sin abrirme demasiado, no me quedó otra más que decirle que en ese momento iría a visitarlo. Después de todo, eran unas cuadras de ahí.
Salí del mostrador hacia la tienda en sí y observé que Don Abarroto seguía con algún cliente, mientras que el amigo estaba atrás de él recargado en la pared. Me despedí de ambos en silencio con una seña que consiste en un movimiento de dedos que significa, especialmente, despedida, aunque en algunos casos es el saludo opuesto.
Recién terminaba de emitirles el saludo cuando me topé con una chica todavía dentro de la tienda. La reconocí por ser “de la placita”. Nos saludamos con una sonrisa y un muy leve movimiento ascendente de cabezas y se limitó a decirme: “Pareces la dueña”. Mi sonrisa se acentuó y le contesté: “Me lo estoy ganando”, con esa frase logré que la chica sonriera más para entonces decirme en voz muy bajita, “Al rato las putas vamos a ser más dueñas que la esposa”. Sonriendo, con un pie en la acera e inclinando los hombros le respondí, “Parece que estamos haciendo más méritos, ¿No?” Con una leve carcajada y otra señal de dedos nos despedimos, le di la espalda y emprendí el camino hacia la casa de V.G.T.2.
Había recorrido alrededor de una cuadra cuando se me ocurrió la idea de llamar a Ross y explicarle lo que había sucedido. Se celular estaba apagado… Día atareado también para ella. Instintivamente comencé a bajar la velocidad en mi camino esperando que antes de que yo llegara a mi destino ella encendiera el aparato. Después de algunos pasos se me ocurrió pasar frente a la casa de V.G.T.1. Pensé que quizá de casualidad ella podría andar ahí. No tenía bases pero me latió hacerlo. Realmente no me desviaría demasiado porque la casa de V.G.T.1 quedaba en el camino de la de su sexagenario amigo.
Pasé por el frente y sin voltear estaba mirando de reojo para ver que podía mirar. Recién había pasado la puerta del frente cuando, desde adentro de la ventanita oí un “Shhht, shhht” que hizo detenerme. Desde luego que se trataba del dueño de la casa que me había visto pasar por ahí. Me invitó a entrar y una vez dentro, lo primero que se me ocurrió preguntarle era si estaba solo. Me respondió que con quien podría estar, a lo cual contesté que con alguien de su familia. Desde luego que no le diría de mis sospechas sin base de que estuviese ahí mi loca amiga, ni siquiera le preguntaría por ella, por el contrario, si me preguntaba por ella diría que no la había visto desde “aquel día”.
Estaba sola, de nuevo en casa de V.G.T1, en camino de ver a V.G.T.2 y no sabía para que me quería aquél.



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domingo, 3 de febrero de 2008

"Ventanales..."

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La verdad, no me gustaron las imágenes, ni me gustó la pose, sin embargo, sí me gustó el momento en que fue captada. No es mérito mío sino del fotógrafo y la cámara.
Como siempre, las imágenes durarán hasta la noche del Domingo -06:00 G.M.T.
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Daguerrotipo.

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Blanco y Negro Alto Contraste.

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Efecto Cruzado.

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Cámara de Cajón.

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Van Dyck.


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Vívido.

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Actualización:

Ya las quité.

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