Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 12 de julio de 2008

Detalle de imagen reciente de nuevo...

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De nuevo me pude dar tiempo para mostrar una imagen, que como dije ayer, es muy, muy reciente.
El día de hoy muestro un detalle de la misma, y para mañana la mostraré completa en varias versiones...


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viernes, 11 de julio de 2008

Explicacion

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Ahora no pude meter texto para el día de hoy pero para este fin de semana meteré imagen inédita y muy, muy reciente.
El lunes continuaré con la cronología.
Gracias por su paciencia.


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miércoles, 9 de julio de 2008

“Besos, música, whiskey, pellizcos: ¡Qué coctel!"

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Después de reflexionar en todo esto bajo la escalera, y mientras me maquillaba y perfumaba, subí al departamento de PonchI. Me abrió, esta vez sí recuerdo que traía un pantalón azul y creo que, una camisa de cuadritos pequeños. Percibí su perfume, evidentemente, él también se había bañado para recibirme. Como siempre, fue con los brazos abiertos y alegremente. No me quedaba más remedio que corresponderle el abrazo, del cual seguía su correspondiente beso prolongado, y que a veces, se convertía en una pequeña batalla de lenguas, que exploraban ambas cavidades estando unidas. A diferencia de los viejitos, PonchI iba más lento. Sin darme cuenta, pasaba su mano por mi espalda y cuando lo notaba, ya tenía su mano en mis nalgas. Otra diferencia grande era que, con él, para cuando te hacía eso, tú no sólo ya lo esperabas, sino que lo deseabas realmente, y no sabías si lo haría y, sobretodo, no sabías cuando lo haría. Con él no te sentías agasajada, o en todo caso, te daba un agasajo en común acuerdo implícito. Te hacía desear más. Es difícil de explicar. Los viejitos también satisfacían pero era diferente con ellos… Con PonchI, cuando estuvimos a solas o, en trío con Ross, jamás sentí como si estuviera trabajando, a pesar de estar consciente de ello. En esos abrazos de bienvenida, cuando me picaba las nalgas no me sentía “atacada”, como si fuera para desquitar mi paga, sino que yo sola, de alguna manera, no sé… Con mi mente, las abría para que él tuviera el mayor acceso posible… Y siempre reaccionaba mirándolo con una sonrisa, no con un “Ay” o “Uy”, seguidos de una sonrisa forzadita como “jijijí”. Con PonchI no era así. Además, prácticamente nunca salía con picardías al respecto como, “Tú solita te abriste el culo para que te lo picara ¿Eh?”, con mi consiguiente carcajada entre pícara y cachonda, y respondiéndole algo como “Claro papacito, que rico, Mhmhm…”, haciendo que yo me pusiera en mi papel de “puta”, no simplemente de mujer como en este caso.
Me invitó a sentarme en la sala, e inmediatamente me ofreció lo que sabía que me gustaba. Un whiskey con agua Perrier. Para lo primero, me llevó del brazo hasta el sofá, donde se sentó a mi lado justo después de prepararnos las bebidas. Una vez que se sentó, me preguntó si tenía prisa. Al instante le respondí de forma negativa pues pensé que de hacerlo de manera opuesta, quizá se enteraría Ross y no me la acabaría con ella. Como si la oyera en ese momento: “¡Dime cuanto quieres! ¡Yo te pago lo que falte! ¡Te dije que lo atendieras bien y para eso debe ser sin prisas!”. Así que con esa respuesta me evité muchos problemas con aquella fiera.
Rodeó mis hombros con su brazo, como ya habíamos estado muchas veces. Por momento lo pasaba por debajo de mi brazo para acariciar con la yema de sus dedos mi piel, casi donde nace el seno. Mientras hacía todo eso, su plática, siempre era interesante. Me ponía sus discos compactos. Me demostraba todo lo que sabía de música. Yo escuchaba y aprendía.
Para cuando yo ya estaba recargada en su hombro, él me tenía la mano abajo del brassiere, abarcándome todo lo que podía del seno y me estaba dando pequeños pellizquitos en el pezón. Esa vez me quité los zapatos, recogía las piernas y las subí al sofá. Y todo eso mientras escuchaba música, de la que muchas veces, ni sabía que existía, a la vez que me explicaba, o me comentaba respecto al género en sí o a los intérpretes y su historia…
Con él en especial, y con los tres amigos en general, siempre fui bastante prudente. Esa vez, mientras me encontraba en la posición y la situación antes mencionada, tenía mi mano en su pierna, haciendo ruiditos con mis uñas en su pantalón. Sólo eso. De haber sido un cliente-cliente, tendría esa misma mano en su paquete genital, sobre el pantalón, para acelerar el proceso. Desde luego que, a veces, le pasé la mano por ahí sólo rozándolo disimuladamente, tratando de parecer torpeza de mi parte. Esto para recordarle el motivo de mi presencia es su departamento y de que yo estaba de acuerdo con ello.
Cada vez entendía mejor porqué Ross se había clavado tanto con él, y él con ella. Lo que no sabía era si ese sería el momento justo para interrogarlo respecto a ambos…



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martes, 8 de julio de 2008

"La influencia de Ross..."

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Había pensado en, primeramente, tomar un taxi y en el trayecto pintarme. Esto último lo modifiqué al imaginar que irme pintando en el auto de alquiler, mientras le llamaba por teléfono a un hombre, podría dar pie para que el taxista pensara mal. Es decir, que pensara lo que en realidad era. Siempre traté de ser discreta y de cuidar mi imagen.
De cualquier manera PonchI me metió un poco en aprietos porque cuando le llamé para avisarle que iba en camino, comenzó a hacerme preguntas un tanto comprometedoras, las cuales traté de solventar de la mejor manera que pude. Me dijo que estaba haciendo calor, cuando le respondí que estaba de acuerdo con él, me preguntó si andaba “sudadita de tu panochita”. Tratando de darle poca importancia y con un tono de voz casual le respondí: “¡Ah No! Claro que n…” No me dio tiempo para terminar la frase cuando con voz cachonda y demostrando mucho interés en mis respuestas, me cuestionó si “traes los calzoncitos bien sudados”. De nuevo, sin darle mucha importancia a sus palabras, buscando que el taxista no se interesara en la conversación, le contesté, “No, por supuesto que no, no te preocupes…”. “¿Apoco te acabas de bañar para mí?” Me volvió a preguntar. “¡Ah! Desde luego, por eso no tengas cuidado. Ya revisé todo el material y no falta nada, y todo está en orden.” Le respondí tratando de disfrazar la conversación ante el taxista.
Esto último le causó gracia y lo hizo reír un poco. Entonces me formuló la pregunta: “¿De que color traes los calzones?” Hice una pausa para pensar en algo y no sólo mencionar el color en sí. Le dije, “Sí quieres forro el trabajo que vamos a presentar en color azul…” “¡Ahhh! Los traes azules…” Me dijo con voz festiva al revelársele la duda. Y de nuevo yo, en tono casual le respondí, “Sí, claro.” PonchI a su vez me dijo, “Conste que los voy a ver en un minuto, a ver si no me engañas…”. “Sí, claro que tienes acceso a ese archivo para que lo cheques detalladamente”, puntualicé. La dosis de picardía iba subiendo al decir, “Y tu panocha también”. A lo cual respondí con el mismo aire de indiferencia, “Sí claro, supongo que es uno de tus objetivos principales”. Rió con más fuerza y cuando vi por el retrovisor que el taxista no parecía poner atención a la plática, me permití soslayar una ligera sonrisa.
PonchI estaba a punto de seguir con la conversación cuando me dije, “Lo bueno es que con lo que me da, puedo comprar el tiempo aire que quiera…”. Entonces me cuestionó porqué no podía hablar abiertamente, a lo que le respondí que iba en el taxi “para terminar el trabajo. El saber que me ponía en aprietos al responder le divirtió y continuó. Hizo una pequeña pausa y me preguntó, “¿Y me vas a dar una mamada bien rica?”. Volteé de nuevo hacia el frente del auto, respiré calmadamente y le respondí sin cambiar ni el tono ni el volumen de mi voz, “Sí, claro…Es de lo más natural…Es lo que se podría esperar, ¿No crees?”, a lo cual respondió con una risita medio pícara. Entonces me dijo que si yo abriría bien las piernas para que él me hiciera oral. De nuevo, con aire de indiferencia le contesté, “Sí… También… Por mí no hay problema…” “Y te la acabas de lavar, ¿Verdad?”. Me preguntó. Entonces se entrecortó la llamada y le pedí que repitiera la pregunta. Entonces me preguntó con mayor claridad, “Me dices que te acabas de lavar la panocha, ¿Verdad?”Le respondí con aire aún más casual, “¡Ah sí!... Todo… Hace apenas unos minutos…”.
Las picardías de PonchI continuaron hasta que tuve que cortar porque llegábamos precisamente afuera del edificio donde se encontraba su departamento. Había planeado maquillarme debajo de la escalera por donde siempre pasábamos cuando nos acompañaba a esperar el taxi. Estaba bastante asombrada porque ese no era PonchI. Estaba acostumbrada a diálogos similares con ÁngelU. Éste siempre me preguntaba cosas así, si me había rasurado y cuándo por última vez y no sólo preguntaba por mis genitales, etc. A veces hasta me preguntaba si andaba “rasposita” y, me pedía que me tocara para verificarlo, aunque supiera que no lo iba a obedecer. Pero PonchI no era así. No. Éste había sido Ross con voz de PonchI. Dicho de otra manera, la picardía de mi loca amiga se la había contagiado a ese buen hombre y amigo. La influencia de Ross se empezaba a hacer latente. Ahora sólo me faltaba averiguar si el contagio se extendía hasta la cama.


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lunes, 7 de julio de 2008

"Certs o no Certs..."

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Colgué con PonchI asegurándole que le volvería a llamar cuando fuera en camino. El problema que surgió en mi mente en el instante fue que Ross me estaba “exigiendo” que fuera a verlo recién bañada. Hubiese sido más práctico decirle a su hombre que me permitiera el baño antes del servicio pero esto le quitaría el “glamur”. Mientras me despedía de ella, pensé rápido y decidí ir a hacerle una visita “oral” a V.G.T.2. Así reforzaría la calentura en el viejito y, aduciendo mucho calor, le pediría que me permitiera bañarme.
Así fue. Pasé por afuera de la casa y, como probablemente no me esperaba, ya que era temprano, decidí tocar a su puerta. Afortunadamente me abrió y me recibió con gusto en su cara. Su bienvenida fue casi un clon de la que me daría PonchI un poco más tarde.
Nos sentamos en la sala y después de algunos besos, yo solita me bajé. Para no ser tan obvia, empecé a lamerle el pantalón por fuera, a la altura del paquete genital; Mientras tanto, V.G.T.2 estiró su mano y comenzó a acariciarme las nalgas. Poco a poco, y después de dejarle una manchita redonda de saliva, en ese estratégico lugar, comencé a bajarle el cierre del pantalón. Metí la mano, hurgué por entre la ropa interior, y se la encontré. Para ese momento, sus dedos se encontraban rascando mi área perineal. Se la saqué, y comencé a chupársela suavecito. Sabía que no se opondría a una mamada gratis, y para mí ya era terreno muy conocido. Ya me sabía de memoria sus pliegues y sus venas y dónde reaccionaba más al contacto de la punta mi lengua y de mis labios.
Esta ocasión, como la mayoría de las veces con él, la mamada no duró demasiado. Él mismo me pidió que cesara. Miré hacia arriba y, le guiñé un ojo denotando complicidad, a la vez que, condescendencia y empatía. Sacó sus dedos de mis genitales y ano, y me enderecé. Tomé una bocanada de aire y le sonreí. No recuerdo de qué hablamos, hasta que al final le toqué el tema de que hacía mucho calor. Cuando estuvo de acuerdo conmigo, le pedí que me permitiese bañarme. Accedió con la casi eterna condición de que lo dejara verme mientras lo hacía. Con gusto accedí con tal de lograr mi propósito.
Al terminar de bañarme, me pidió que separara las piernas, se hincó y me dio una lamida a lo largo de la vulva. Para mí, me había ensuciado. No podía bañarme de nuevo, así que otra vez pensé rápido y le pedí que me dejara sola porque me habían dado ganas de “hacer pipí”. Me limpié con papel de baño húmedo y mientras seguía sentada en la taza, busqué en mi bolsa algún lubricante de los que solía llevar, como mayonesa, etc. Pues sí, encontré un poco, pero entonces se me ocurrió algo más. En mi bolsa vi un empaque de pastillas para el aliento sabor a cereza, partí una a la mitad y mientras continuaba sentada la chupé por un ratito para que se suavizara. Al ponerme de pie, la volví a partir en dos mitades y las metí por entre mis labios mayores y menores, justo antes de ponerme el calzón. Con lo blandas que ya estaban y el calor del cuerpo, para cuando yo llegara con PonchI, se habrían fundido en mi vulva por completo, dándome una mejor “presentación”, mejor olor, mejor sabor, ante el amor de Ross.
Sabía que al despedirme de V.G.T.2 me besaría mucho, así que no me maquillaría en su casa; También me pellizcaría las nalgas y los labios mayores. Esto último ayudaría a acelerar mi propósito.
Todo sucedió como lo había previsto. Ya sólo faltaba dirigirme a la casa de PonchI.



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domingo, 6 de julio de 2008

Recientes, por fin...

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La siguiente imagen, en varias versiones, es muy reciente. Como desafortunadamente no he tenido prácticamente nada de tiempo libre, la imagen es muy simple, la postura en sí, es muy simple, sin haberlo pensado mucho.
Son cuatro versiones, las cuales durarán hasta la noche del Domingo.
Por cierto, desde aquí ofrezco una disculpa a todas aquellas amables personas que me visitas y comentan. No he podido ir a sus blogs a pagarles la cortesía. Espero que comprendan el apremio con el que he estado haciendo las cosas desde hace ya más de un mes. Gracias por su comprensión.


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Cámara de Cajón:




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Color Antiguo:



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Daguerrotipo:


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Van Dyck:


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Actualización:


Ya las quité.

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