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Después de reflexionar en todo esto bajo la escalera, y mientras me maquillaba y perfumaba, subí al departamento de PonchI. Me abrió, esta vez sí recuerdo que traía un pantalón azul y creo que, una camisa de cuadritos pequeños. Percibí su perfume, evidentemente, él también se había bañado para recibirme. Como siempre, fue con los brazos abiertos y alegremente. No me quedaba más remedio que corresponderle el abrazo, del cual seguía su correspondiente beso prolongado, y que a veces, se convertía en una pequeña batalla de lenguas, que exploraban ambas cavidades estando unidas. A diferencia de los viejitos, PonchI iba más lento. Sin darme cuenta, pasaba su mano por mi espalda y cuando lo notaba, ya tenía su mano en mis nalgas. Otra diferencia grande era que, con él, para cuando te hacía eso, tú no sólo ya lo esperabas, sino que lo deseabas realmente, y no sabías si lo haría y, sobretodo, no sabías cuando lo haría. Con él no te sentías agasajada, o en todo caso, te daba un agasajo en común acuerdo implícito. Te hacía desear más. Es difícil de explicar. Los viejitos también satisfacían pero era diferente con ellos… Con PonchI, cuando estuvimos a solas o, en trío con Ross, jamás sentí como si estuviera trabajando, a pesar de estar consciente de ello. En esos abrazos de bienvenida, cuando me picaba las nalgas no me sentía “atacada”, como si fuera para desquitar mi paga, sino que yo sola, de alguna manera, no sé… Con mi mente, las abría para que él tuviera el mayor acceso posible… Y siempre reaccionaba mirándolo con una sonrisa, no con un “Ay” o “Uy”, seguidos de una sonrisa forzadita como “jijijí”. Con PonchI no era así. Además, prácticamente nunca salía con picardías al respecto como, “Tú solita te abriste el culo para que te lo picara ¿Eh?”, con mi consiguiente carcajada entre pícara y cachonda, y respondiéndole algo como “Claro papacito, que rico, Mhmhm…”, haciendo que yo me pusiera en mi papel de “puta”, no simplemente de mujer como en este caso.
Me invitó a sentarme en la sala, e inmediatamente me ofreció lo que sabía que me gustaba. Un whiskey con agua Perrier. Para lo primero, me llevó del brazo hasta el sofá, donde se sentó a mi lado justo después de prepararnos las bebidas. Una vez que se sentó, me preguntó si tenía prisa. Al instante le respondí de forma negativa pues pensé que de hacerlo de manera opuesta, quizá se enteraría Ross y no me la acabaría con ella. Como si la oyera en ese momento: “¡Dime cuanto quieres! ¡Yo te pago lo que falte! ¡Te dije que lo atendieras bien y para eso debe ser sin prisas!”. Así que con esa respuesta me evité muchos problemas con aquella fiera.
Rodeó mis hombros con su brazo, como ya habíamos estado muchas veces. Por momento lo pasaba por debajo de mi brazo para acariciar con la yema de sus dedos mi piel, casi donde nace el seno. Mientras hacía todo eso, su plática, siempre era interesante. Me ponía sus discos compactos. Me demostraba todo lo que sabía de música. Yo escuchaba y aprendía.
Para cuando yo ya estaba recargada en su hombro, él me tenía la mano abajo del brassiere, abarcándome todo lo que podía del seno y me estaba dando pequeños pellizquitos en el pezón. Esa vez me quité los zapatos, recogía las piernas y las subí al sofá. Y todo eso mientras escuchaba música, de la que muchas veces, ni sabía que existía, a la vez que me explicaba, o me comentaba respecto al género en sí o a los intérpretes y su historia…
Con él en especial, y con los tres amigos en general, siempre fui bastante prudente. Esa vez, mientras me encontraba en la posición y la situación antes mencionada, tenía mi mano en su pierna, haciendo ruiditos con mis uñas en su pantalón. Sólo eso. De haber sido un cliente-cliente, tendría esa misma mano en su paquete genital, sobre el pantalón, para acelerar el proceso. Desde luego que, a veces, le pasé la mano por ahí sólo rozándolo disimuladamente, tratando de parecer torpeza de mi parte. Esto para recordarle el motivo de mi presencia es su departamento y de que yo estaba de acuerdo con ello.
Cada vez entendía mejor porqué Ross se había clavado tanto con él, y él con ella. Lo que no sabía era si ese sería el momento justo para interrogarlo respecto a ambos…
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