Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 26 de enero de 2008

Detalle...

Como siempre, mañana subiré la imagen completa en varias versiones.


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viernes, 25 de enero de 2008

"Diferentes fantasias..."

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El hombre siguió con su movimiento como pistón. Metiendo y sacando con vigor y rapidez, hasta que por fin, sentí que aceleró más la velocidad y con un sonido gutural supe que había eyaculado. Miré al cielo que me deslumbraba mientras esperaba a que me la sacara y se incorporara. Una vez que su cuerpo se despegó del mío y mi vagina quedó libre, cerré las piernas para incorporarme. Al estar de pie, me di cuenta que el amigo acababa de penetrar al pequeño cubículo donde había dado el servicio. Me dio algo de estupor, no sólo por estar desnuda de pie sino por que quizá había visto parte del espectáculo.
Ambos hombres se dijeron algo entre sí. “El Ausente” apenas estaba recogiendo su ropa y de nuevo vi con cierto asombro la longitud de su pene que empezaba a perder el volumen y también comenzaba a apuntar hacia abajo. Luego volteé de nuevo a ver al amigo y vi que en una mano traía algo que parecían ser billetes y con la otra se estaba bajando el pantalón sin hablarme. Por instinto, me dirigí hacia mi bolso y saqué otro condón. Pasara lo que pasara, era siempre preferible que me fuera a coger con condón, es decir, no me había dicho que quería ocuparme, ni que estaba dispuesto a pagarme pero, ya que me encontraba totalmente sola ahí, hubiera sido preferible que me cogiera gratis pero con condón, a que me forzara a tener sexo sin ningún tipo de protección. Después de todo, no lo conocía, estaban los dos juntos y, este tipo se veía más feo y no muy digno de confianza, peor aún que “El Ausente”.
Con un ademán desdeñoso y de nuevo, sin mencionar palabra, me dio a entender que quería que me acercara a la pared, donde había unos bultos o algo así. No me había pagado pero me dio miedo oponerme y causar una situación con algún nivel de violencia física, verbal o emocional, así que hice lo que me dijo. Me senté sobre los bultos, con la espalda en la pared, aunque con las piernas cerradas, entonces el hombre, (a quien bautizaré después), que ya se había quitado la ropa, traía la mano en la verga, la cual ya estaba muy parada y en la otra continuaba con eso que parecía dinero, comenzó a acercarse a mí muy despacito. Casi podría decir que por cada paso que daba correspondían dos o tres jalones de verga. Cuando sus rodillas casi tocaban con las mías, me arrebató el condón de la mano y él solo se lo puso. Luego, con la otra me mostró los billetes poniéndolos casi en mi cara mientras balanceaba la mano de forma ostentosa.
La verdad estaba algo absorta y no sabía como reaccionar, así que no hice nada por tomarlos, entonces con más desdén aún, tiró los billetes a un lado mío y, teniendo ambas manos libres, me tomó de la parte interna de las rodillas separándome las piernas lo más que pudo y al igual que su antecesor me la ensartó de un golpe sin ninguna piedad.
Después de moverse unas cuatro o cinco veces, volteó hacia atrás a donde suponía que todavía se encontraría “El Ausente”, el cual ya se había ido del cubículo y dijo, “Oye, me la dejaste bien batida de abajo” y soltó un escueto “Ja”. Entonces, al notar la ausencia de su amigo, en voz baja y tranquila replicó, “Ah ya se fue este cabrón….” Comenzó a moverse de una manera que yo describiría como rutinaria o automática. Me ponía la cara, o mejor dicho la quijada, en la clavícula mientras se movía monótonamente. Respiraba hondo y hasta eructó algunas ocasiones. Por momentos, se alejaba un poco de mí para acariciarme el busto o pellizcarme suavemente la parte baja de mis brazos, en los tríceps o quizá en los bíceps.
Era una posición algo incómoda para mí porque estaba prácticamente sentada con las piernas demasiado forzadas hacia arriba, así que cuando dejó de moverse, fue un alivio para mí. Sabía que esto no terminaría ahí y que me haría desquitar el dinero que se encontraba desperdigado junto a mí. Notaba cierta diferencia entre éste tipo y el ausente… Diferentes “fantasías” o lo que fueran. Estaba a unos minutos de entender cabalmente de que trataba la fantasía de este hombre…






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jueves, 24 de enero de 2008

"No romperas la magia..."

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El gesto de su cara era todavía más lejano. Estaba como mirando al horizonte aunque el muro bloqueaba su vista, o quizá como buscando algún punto entre los ladrillos o cualesquiera que fuera el material con que estuviese hecho. De esa manera, casi sin mirarme, me hizo una seña con la mano para que me acercara a él quedando casi junto a la pared. Entonces, con la misma mano me hizo la seña que significa masturbar. Así que sin hablar me pidió que lo masturbara hasta parársela. Se la sentí ya algo dura, como cuando la agarras y pareciera un nervio, todavía sin estar completamente rígida y se la empecé a jalar. También había olvidado, no sólo lo larga que era, sino que la tenía arqueada y esas duelen mucho cuando te cogen sin piedad. No había más que sacar adelante el servicio, así que se la seguí jalando.
Una vez que se le paró por completo, cesé en mis movimientos, lo miré a los ojos y sin hablar le pregunté si ya era el momento propicio de ponerle el condón. No sé ni como, casi diría que fue por telepatía pero comprendí que había respondido afirmativamente a mi muda pregunta.
Una vez que le entallé el preservativo, me tomó primero de la espalda y luego de las caderas para quedar de espaldas ante él y de frente al muro. Me empiné un poco y me así de unas varillas que sobresalían como en bajorrelieve. Recuerdo con bastante claridad el dolor que me provocó al metérmela con violencia de un solo golpe. Supongo que gemí fuerte pero conforme me daba empujones de manera inmisericorde tuve que contener mis lamentos al cobrar conciencia de que al no haber techo, se podrían escuchar al otro lado de los muros, quizá hasta la calle y eso podría acarrearnos problemas… O cuando menos momentos bochornosos para mí al salir de ahí.
Siguió empujando su verga hasta el fondo de mi vagina a mansalva. Me topaba con fuerza como si se tratara de un objeto punzocortante, hasta que me tomó con fuerza de los hombros y me obligó a bajarme hasta quedar empinada casi en cuatro. Esto me ayudó hasta cierto punto porque pude llevarme las manos a la boca y de esta manera ahogar mis quejidos.
Súbitamente, me la sacó y luego me jaló de los tobillos hasta que mi estómago quedó plano sobre el piso, el cual estaba bastante caliente debido que le estaban dando los rayos del sol de lleno. Entonces se me trepó y me penetró mientras me encontraba en esa posición. Desde luego que fue más doloroso para mí. Para mí fortuna, ya había estado lubricando en abundancia casi desde que me la había metido por primera vez. Aun así, si bien no me ardía mucho, me seguía doliendo cuando me topaba.
Yo esperaba que se viniera en esa posición y sin que pasara demasiado tiempo. Desafortunadamente para mí, de nuevo me había equivocado. La cantidad de empujones fue numerosa, al igual que en la ocasión anterior, hasta que sin venirse, de nuevo me la sacó sin consideraciones y, tomándome otra vez de los tobillos, me hizo que girara hasta quedar boca arriba. Me levantó las piernas, sin perder su estilo, es decir, de nuevo sin ninguna consideración y me las empujó hacia atrás hasta que mis rodillas casi tocaban los costados a los lados de mi busto. Literalmente me la ensartó con saña, lo cual me hizo morderme un dedo para no externar el dolor y comenzó a besarme un pezón y luego el otro.
Para estos momentos había un acuerdo implícito diría yo. Él no haría nada que me orillara a hablar y yo no hablaría a menos que él hiciera algo que traspasara una línea imaginaria y tácita. Es decir, me estaba cogiendo como a una muñeca de plástico y me besaba los senos y los pezones de la misma manera, sin contar con mi persona para nada, sin embargo, no me mordía para no dejarme marca. De haberlo hecho, yo lo interrumpiría, le pediría explícitamente que dejara de hacerlo… “hablaría” y… “rompería la magia” que existía en su mente. Así que relajé más mis muslos para permitirle que me penetrara despiadadamente mientras sentía su boca succionando uno de mis pezones como si quisiera extraer toda la sangre de mi cuerpo hasta dejarme seca. Después de todo, los hombres que te cogen con ese vigor no duran más de lo que una mujer pueda aguantar; El servicio terminaría pronto y habría ganado, quizá, un nuevo cliente asiduo…



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miércoles, 23 de enero de 2008

"Ponerse en caracter"...

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Llegamos en el auto exactamente afuera de lo que supuse sería el local donde daría el servicio, como no había espacio para estacionarnos, tuvo dar la vuelta a la cuadra hasta que encontramos un lugar apropiado. Asimismo, tuvimos que recorrer todo el trayecto a pie. No sabía si sentirme incómoda o confiada puesto que no sabía si la gente que pasaba junto a nosotros, o se encontraba en alguno de los locales de alrededor tendría una noción del oficio que yo desempeñaba. Dicho en otras palabras, no sabía si al lugar donde nos dirigíamos “El Ausente” o su amigo solían llevar chicas. Eventualmente, una ligera sensación de pena fue cubriéndome haciendo más difícil para mí cada metro o incluso, cada paso que daba. Eran unos cuantos metros de la vuelta de la esquina, sin embargo me pareció interminable.
Cuando por fin llegamos al local, me encontraba lo suficientemente intranquila como para no recordar mucho de lo que se encontraba en los alrededores, de hecho, ni la fachada recuerdo bien. Lo que si recuerdo, es que entramos por una puerta, quizá de metal, y entramos a un pasillo relativamente largo hasta que llegamos a un espacio un poco más amplio y sin techo, sólo rodeado por muros bastante altos. El cliente me pidió que lo esperara ahí y desapareció de mi vista por unos instantes. Regresó con otro hombre el cual me miró de arriba abajo y como único saludo fue un ligero movimiento descendente de su cabeza. Entonces le preguntó a mi cliente que “por cuánto jalaba yo” o algo así. Comprendí que le preguntaba por mi tarifa. “El Ausente” le respondió y su amigo se limitó a de nuevo asentir con la cabeza de manera un tanto menos discreta. En ese momento quise aclararles que la cantidad que el hombre había mencionado era la tarifa “individual” y no correspondía a tríos. De cualquier modo, no me dieron tiempo a decir nada porque de nuevo desaparecieron de mi vista, no sin antes que “El Ausente” de nuevo me pidiera que lo esperara ahí mismo.
A esas alturas tenía más dudas, no sabía si me ocuparían los dos, o sólo el que ya había sido mi cliente, o si me pedirían trío y ni siquiera tenía idea donde daría el servicio.
Cuando regresó el cliente, lo hizo solo y sin decir más me dio el dinero y me pidió que me desnudara. Cuando le pregunté en un tono de alarma “¿Aquí?” Me respondió que no tenía nada que ver puesto que nadie nos vería. Volteé para todos lados, tratando de buscar algún resquicio por donde pudiera vernos alguien al otro lado de cualquiera de los muros. Al terminar mi inspección ocular quedé semi convencida de que cuando menos visualmente, el lugar parecía ser seguro y, ya que nadie me conocía por esos rumbos puesto que me encontraba a unas quince o veinte cuadras de la plaza, quizá un poco más, me quité la ropa hasta quedarme únicamente con los zapatos puestos.
Noté que el hombre empezaba a “ponerse en carácter”. Conforme me fui despojando de cada prenda, su gesto en la cara se tornaba cada vez más “ausente”. No tardó en quitarse el pantalón y se dejó el calzado que, si mal no recuerdo, eran botas vaqueras. Mientras se desnudaba, yo aproveché para sacar el condón de mi bolsa y cuando me volteé, ya estaba desnudo de la cintura hacia abajo. Ya había olvidado lo larga que la tenía. En ese momento la tenía dormida y aún así se le notaba larga, de esas que sin estar erectas están estiradas y apuntando hacia abajo.
Para ese momento su cara reflejaba… algo… como si yo no estuviera ahí, ya había entrado en carácter…


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martes, 22 de enero de 2008

“Muchas dudas en poco tiempo…”

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Fui viendo sus facciones y conforme hablábamos recordé que se trataba de aquel hombre tan raro que hacía un poco de tiempo atrás me había ocupado. Se trataba del ausente, el que se comportaba como si yo hubiera sido una muñeca de plástico durante el servicio. Como había sido tan frío e indiferente conmigo en la cama, me fue un poco más difícil recordar las facciones de su rostro. El recordar quien era y saber que era inofensivo, me dio tranquilidad. A pesar de estar algo lejos de la placita y de que nadie nos veía, cuando me dijo que me subiera a su auto, lo hice sin temor. Después de todo, ya me había ocupado con él una vez.
Era raro como se transformaba, es decir, al momento que me subí al auto y comenzó a avanzar, empezó a hablarme con cierta familiaridad, todo lo opuesto a como era cuando estabas con él en la intimidad. A unas cuadras de distancia de donde me subí, me preguntó si todo el dinero que me daba era para mí o si tenía que repartirlo con alguien. Le respondí preguntándole por qué me hacía esa pregunta. A lo cual me respondió que cerca de ahí tenía a un amigo a donde podíamos ir y que todo el dinero sería para mí en caso de aceptar. Le pregunté que tan lejos quedaba ese lugar y cuando me lo dijo, vi que estaba unas pocas cuadras fuera del perímetro del “área de la placita”, es decir, unas cuadras fuera de lo que podría llamarse la bolsa de protección de quienes manejaban el negocio ahí.
También me advirtió, lo cual me pareció muy correcto de su parte, que de acceder tendría que regresarme caminando. No vi problema en ello y si, repito, me pareció muy honesto advertirme de antemano que tendría que caminar en total unas doce cuadras de regreso a la plaza. Eso hizo que me animara y accediera.
Una vez que acepté, hizo lo que hacían casi todos los clientes cuando te subías en sus autos y llegaban a un acuerdo, puso su mano en mi rodilla y empezó a subirla a mis muslos. Cuando bajaba la velocidad o hacía medio alto, disimuladamente llegaba hasta mi entrepierna. En una de esas veces en que tenía su mano prácticamente entre mis dos piernas, con voz ya algo alterada por la excitación, me preguntó si me importaría darle servicio a la persona que ahí nos esperaría. Le respondí que si pagaba lo que yo cobraba, no habría problema. Me quitó la mano y marcó a su celular, sin duda para hablar con dicha persona. Algo me dijo que si le gustaba a su amigo, también me ocuparía. Me limité a asentir con la cabeza.
Hasta ese momento yo no sabía si íbamos a una casa-habitación o a qué tipo de lugar, así que se lo pregunté. Su respuesta fue más bien evasiva. Creo que no le entendí bien y por lo mismo lo olvidé completamente.
Como no sabía exactamente a donde íbamos, en el momento que recordé algo importante se lo dije. Le dije que si su amigo me ocupaba, tendría que ser por separado, que si eran los dos al mismo tiempo la tarifa era diferente por ser un trío y que los tríos eran un servicio especial. Recuerdo como “El Ausente” iba mirando al frente mientras le hablaba y cuando mencioné la palabra “trío” volteó a mirarme como poseído. “¿Haces tríos?” Me preguntó con un tono de voz, mezcla de sorpresa, curiosidad, interés y algo más que no sabría definir en este preciso momento. Asentí con la cabeza y luego mencioné que sí, siempre y cuando fuera con las personas adecuadas y que pagaran lo que valía el servicio.
Respiró hondo, como con ganas de indagar más mientras me miraba y, estaba a punto de decirme algo, cuando de reojo vio al frente del auto y me dijo, “Ya llegamos”. Se le había ido la inspiración por ese momento.
Habíamos llegado, yo tenía la duda si “El Ausente” me volvería a coger igual, es decir, como si únicamente mi cuerpo estuviera ahí mas no mi persona. También tenía la duda si el amigo me ocuparía. Otra duda que me asaltaba era si estando ahí, me pedirían que les explicara respecto a los tríos y de ser así, que me pidieran uno y por último, ¿Cómo sería el amigo? No tanto físicamente sino en su forma de ser; Si me trataría como a una persona o como a una muñeca…


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lunes, 21 de enero de 2008

Yo he visto esa cara...

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Para evitar ver a Ross y comentarle lo que me había dicho V.G.T.2, evité ir a la plaza por un par de días, de hecho, quizá fue un poco más de una semana. También lo hice para evitar verlo a él o a su amigo, o incluso el no tener que recibir el recado, en caso de que me hubiese buscado, por parte de Don Abarroto. Me concreté a ir a casa de la señora o simplemente no fui a trabajar. Además, tenía ganas de maquillarme y usar la ropa altamente sexy en vez de los vestuarios relativamente sencillos y poco llamativos que tenía que usar en la placita. De cualquier manera, tarde o temprano tendría que verla a ella y seguramente, saber de V.G.T.2.
Los días en la casa de la señora transcurrieron de manera algo rutinaria, con mucha carga de trabajo, no bajando de cinco o seis clientes por vez, hasta que decidí regresar a la placita y enfrentar a mi amiga y hablar con ella.
La ocasión que regresé a la placita, fue también muy atareada. Vi a mi amiga en la banca y sólo pudo preguntarme por mi ausencia. Cuando terminé de explicarle llegó un auto y se la llevó. Así transcurrió esa mañana. Así que después de un servicio en el hotel, pasé por fuera de la farmacia de Don Farma, quien me pidió que pasara para decirme que quería verme al día siguiente, ya que ese mismo día no podía sin explicar el motivo. Seguí mi camino de regreso a mi centro de operaciones, al llegar a la esquina, me topé con “Solín”. Después de los saludos de rigor me preguntó si tenía tiempo libre porque el podía ocuparme en ese preciso momento. Ya que ese era mi trabajo y con aquellos que les daba el servicio fuera del hotel todo el dinero era para mí, no dudé en aceptar. Me pidió que esperara a que él se adelantara una cuadra para no llegar juntos a su casa. Para ese entonces sería como la tercera o cuarta vez que le daba servicio así que yo ya me sabía el camino de memoria.
Solín era un buen cunnilingüista, sin embargo, el servicio transcurrió dentro de lo normal, dentro de lo rutinario, así que me es difícil dar más detalles. Lo que si recuerdo bien es lo que vendría después.
Salí de su casa y me dirigía con Don Abarroto para guardar el dinero que había acumulado fuera de los servicios del hotel, cuando a unas tres cuadras antes de llegar a la placita, escuché el claxon de un auto que se me había emparejado. Por sentido común no volteé a ver aunque mi reacción primaria había sido lo opuesto.
El auto continuó siguiéndome a la velocidad que yo llevaba. De nuevo sonó el claxon y escuché una voz. Si no mal recuerdo, mencionaron mi nombre de trabajo, lo que probablemente me hizo voltear.
Cuando miré al conductor vi una cara conocida, sabía que ya lo había visto pero no lo recordaba exactamente. Ya que había mencionado mi nombre de trabajo, forzosamente tenía que ser alguien que me había conocido en el oficio y probablemente en la placita, así que me acerqué y me asomé por la ventana del copiloto. Después de un intercambio de saludos, mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad hasta recordar a quien pertenecía esa cara…

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domingo, 20 de enero de 2008

Un Domingo más.

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Como siempre, las imágenes durarán hasta la noche del Domingo-06:00 G.M.T.

Daguerrotipo.

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Color Antiguo.

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Gelatina de Plata.

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Cámara de cajón.



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Actualización:

Ya las quité.
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