Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 2 de febrero de 2008

"Detalle pixelado..."

Quizá ya no necesite aclarar que mañana mostraré la imagen entera de este detalle, en varias versiones.

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viernes, 1 de febrero de 2008

"La mentalidad profesional allana los caminos..."

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La idea de hablar con V.G.T.2 ya se había apoderado de mi mente, por lo tanto, no recuerdo como se la chupé al amigo de Don Abarroto. Sin embargo, sí recuerdo que cuando ya se la había parado, me pidió que lo montara dándole la espalda. Me ensarté y empecé a darme sentones suavecitos pero a los pocos segundos preferí recargar mi espalda en su pecho y mejor mover mis caderas de atrás para adelante. Creo que fue aquí donde empecé a madurar una estrategia que sin darme cuenta, de manera empírica y no intencional, ya había estado tratando de emplear en el pasado con resultados medianamente satisfactorios y que era la de no excitarte para nada mientras le dabas el servicio al cliente. Claro que había que demostrar lo contrario, parecer y escucharte súper excitada para que el hombre se excitara más y terminara más pronto. Con el tiempo supe que en algunos prostíbulos y burdeles, los dueños o encargados ponían a las mujeres a practicar el no excitarse al cogérselas de a perrito mientras ellas leían alguna historieta o comic y al final, deberían de contarle la historia que acababan de leer mientras el hombre las arremetía desde atrás. Tenían que ser historietas ligeras, no demasiado complicadas porque de todos modos los empujones hacen que se mueva todo el cuerpo y además, por más fría que puedas llegar a ser, jamás se pierde la sensibilidad vaginal. La concentración bajo tales circunstancias es difícil de llevar a cabo.
Con el tiempo también aprendí que también hay clientes que son bueno, generosos, que no escatiman ni regatean, a los cuales hay que darles más que una simple mamada y abrir las piernas o empinarte… Claro que este pinche cliente no entraba en esa clasificación y para mí, no merecía nada más que un servicio “express”. Por lo pronto yo iba por buen camino en ese aprendizaje mientras movía mis caderas de la manera descrita, para que luego el cliente me pidiera que me volteara. Me desensarté de él, me volteé y me clavé en su verga ahora dándole la cara. Como dije anteriormente, en está posición me parece que le da más intimidad la mujer al hombre. Te subes y te bajas y, al subir, tus senos le quedan a la altura de la boca. Una vez que el hombre se prende de uno de tus pezones, ya no lo suelta más que para chupar el otro. Sin mencionar que puede ponerte las manos debajo de los senos y no sólo los acaricia sino que te los levanta para facilitarse la tarea. Esa posición también le facilita al hombre agarrarte de las nalgas, abrírtelas y a veces, hasta meterte un dedo por el ano. Un hombre maduro como mi cliente en ese momento lo sabe y, lógicamente aprovechó cada circunstancia que se le presentó. Incluso medio dedo en mi ano no me hizo dejar de pensar en V.G.T.2 y las complicaciones que se podrían presentar con Ross. Yo seguí dándome sentones, gimiendo, escuchando gemir al hombre y pensando en todas las posibilidades, más malas que buenas, pensaba en ese momento, que se abrían ante mí.
Seguí pensando en lo mismo mientras subía y bajaba con un ritmo que podría llamar monótono, hasta que el cliente me pidió que acelerara mi movimiento. Ahí sí olvidé a Ross y al viejito y… No sabría explicar lo que pensé. Si bien venía de una mañana muy atareada, con bastantes clientes, algunos de los cuales ya he mencionado aquí y, podría pensarse que mi cuerpo no necesitaba, ni soportaría más, No soy de palo y darme sentones fuertes y acelerados, de alguna manera me excitaron. No era mi intención hacerlo, así que cuando el cliente eyaculó con una especie de grito como de cavernario u hombre de la selva, no me sentí molesta por ello.
Recuerdo que, como me pasaba con bastante frecuencia, al desencajarme y levantarme, se me vino el condón y me colgó entre las piernas. Se me habían acabado las toallitas de papel, las faciales, pero no me importó, Ya quería regresar al interior de la tienda y usar el teléfono. Daba por hecho que, V.G.T.2 me quería ocupar y antes de ello, me permitiría tomar un baño (ducha). Así que simplemente me subí la ropa y esperé a que él hiciera lo mismo. Después de algunos apretones “de despedida” de su parte, le pedí que se asomara en la tienda para ver si podía regresar yo. Se dirigió a la puerta que dividía el patiecito de la tienda, la abrió, miró al interior, volteó a verme y con un ademán de su mano, me dio a entender que lo siguiera.
El camino estaba libre para volver a llamar a V.G.T. 2.



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jueves, 31 de enero de 2008

"Me salvo la campana..."

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Conforme fue hablando, fui formando el rompecabezas hasta dar de quien se trataba. Me decía que cuando me había conocido se había quedado con ganas de tratarme más y conocerme mejor etc. Su voz ya era la de un hombre bastante mayor y en un momento dado mencionó a mi amiga Ross. Con eso comprendí que se trataba de V.G.T 2.
Mi ansiedad desapareció prácticamente por completo al ubicarlo, al descubrir quien era, sin embargo, regresó y al mismo nivel que antes o quizá un poquito más conforme me iba hablando y diciendo que quería verme. Por una parte, estaba le emoción de qué era lo que hacía en la cama que había dejado a mi loca amiga de la manera en la que la dejó. Por la otra, la incomodidad de ir a darle servicio a un cliente que había sido de Ross sin hacérselo saber primero y que ésta lo tomara de mala manera… Se me trabaron las palabras y seguí balbuceando mientras lo escuchaba, cuando afortunadamente, al mirar de reojo, vi que Don Abarroto me hacía señas, le pedí a V.G.T.2 que me esperara un momento, tapé la bocina del teléfono y con una seña, le pregunté al tendero que deseaba. Me dijo que colgara porque tenía algo para mí (No recuerdo las palabras exactas pero quería que terminara la plática para decirme algo, era obvio). Le dije a V.G.T.2 que le llamaría en unos minutos y con la firme idea de cumplir mi promesa y después de una despedida bastante cariñosa de su parte, colgué el teléfono.
Esperé ahí mismo, atrás del estante a que se me acercara y alcancé a medio ver que alguien lo seguía. Me dijo, que su amigo (Con el que había hecho aquel trío ahí mismo) quería “verme”. Con la voz más baja que pude le espeté, “¡Pero aquí no…!” “Claro que no, en el patio…” Respondió a mi advertencia. Para no tener problemas con el comerciante, además de que su amigo me pagaría, simplemente asentí con la cabeza.
Mientras recorría el pasillo que había entre el mostrador y la pared rumbo a la puerta que daba al pequeño patiecito, en lugar de pensar en el trabajo que estaba a punto de realizar, pensé que para mí era un golpe de suerte el que me hubieran interrumpido la conversación con V.G.T.2.
Salimos al patio, de nuevo bajo el sol y el cliente me pidió que me desnudara. Entonces me preguntó que cómo lo hacía ahí con Don Abarroto si el espacio era estrecho y no había camas. Le respondí que por lo general, él se sentaba en la sillita de metal y yo lo cabalgaba o, a veces, me volteaba a la pared y él me lo hacía desde atrás. Me repreguntó que si cuando yo lo montaba lo hacía de espalda o de frente a él. La verdad, lo había hecho de ambas formas pero yo opinaba que si montas de frente al hombre le das más de tu intimidad porque tus senos le quedan a la altura de su pecho o de las clavículas, muy cerca de tu cara. Igualmente tus axilas o tu propia cara queda muy cerca de la suya, así que le mentí y le respondí que se lo hacía dándole la espalda, “que era más fácil”. Me respondió que él quería probar de ambos modos. Le respondí mudamente simplemente encogiendo los hombros no demostrando importancia a la posición que tomáramos.
Antes de que se sentara en la silla, empezó a acariciarme todo el cuerpo, entonces me dijo “andas bien sudadita”. Le respondí que hacía calor y había estado a la intemperie. Me replicó que si así me había dejado Don Abarroto. Con cara sorprendida le contesté que con él no lo había hecho y que le podía preguntar. Desde luego que tampoco le dije que venía de estar con Solín, El Ausente y Humillonio, prácticamente al hilo, además de uno o dos clientes que ya había tenido ese día y no he podido recordar. Una vez que se sentó en la silla, yo me disponía a hacer lo que era considerado parte del servicio en todos lados y que era el felatorismo, sin embargo, antes me pidió que me volteara (ya se estaba haciendo costumbre y cada vez me sorprendía menos y lo esperaba más- mas no que lo deseara, simplemente lo presuponía). Cuando lo hice, me abrió las nalgas y sentí que algunos pelitos se me jalaron. Por un momento pensé que me iba a plantar un beso ahí o quizá lamerme. La verdad que me alarmé, me hubiera sido sorprendente… Aunque simplemente se limitó a decir algo así como, “Pues sí que hace calor…” Al comprender que ni me besaría, ni me lamería, sentí un alivio… Pocos hombres en promedio le hacen oral a prostitutas y menos en tales condiciones, me hubiera sentido incómoda, me hubiese dado pena…
Una vez que pasó ese incómodo incidente, me dispuse a ganarme el dinero por ese servicio y lo primero era, como ya dije, el felatorismo. Mientras tenía su verga en mi mano y me hincaba exactamente en el mismo lugar donde hacía unos poquísimos minutos le había hecho lo mismo a su madurito amigo, a mi mente regresó la llamada que le había hecho a V.G.T2 y más aún, la que había prometido hacerle un poquito más tarde.



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miércoles, 30 de enero de 2008

"De pagos de servicio a incertidumbre..."

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Continué con mi sonrisa mientras lo seguía viendo y comenzaba a flexionar las rodillas para que mi cara quedara a la altura de su pene. Antes de metérmela en la boca y estando completamente hincada se la seguí jalando suavecito sin quitarle la vista como esperando una respuesta. Al ver que éste no llegaba, se me vino a la mente la idea de que quizá el olor de su pene lo delataría. Si tenía algún olor, ya se habría cogido a alguna, si no, seguiría la duda.
Creo que pasé más tiempo del aconsejable cavilando en eso y jalándosela porque pronto me pidió que me dejara de cosas y se la empezara a mamar, incluso añadió que fuera suavecito porque no quería ni que se le parara mucho, ni mucho menos venirse. Así que me la metí en la boca y chupé algunas veces. “Mhmhmh… Limpia… bastante limpia… Lo que podría esperarse de un hombre al mediodía y no se la ha metido a nadie… Sin olor, ni sabor…” Eran mis pensamientos mientras la seguía succionando. Muy pronto me pidió que cesara. Al levantarme, de nuevo me ordenó que me volteara y al hacerlo me dio una nalgada que no me dolió nada… Hacía las cosas sólo “para desquitar” el servicio que nos daba y, como nos lo daba a varias, tenía que dosificar mucho “sus cobros”. Entonces le pregunté que cual era la noticia de la que me había hablado. Seguíamos en el patiecito y al oír mi pregunta levantó la cabeza y respondió, “¡Ah sí!” y me pidió que regresara con él a la tienda.
De uno de varios cajones que habían en la parte trasera del mostrador, extrajo un papelito y me dijo que esa persona le había dicho que quería que yo le llamara. Ese papelito contenía un nombre y un teléfono y, nada más… Mi mente quedó en blanco por unos instantes, Don Abarroto se fue a atender a la clientela y yo ya no podía preguntarle nada más. Hubiera querido preguntarle si tenía una idea de quien se trataba. Ese nombre y ese número telefónico no me decían nada, no lo ubicaba.
Me fui unos minutos atrás de los estantes, para poder pensar y tratar de recordar de quien se trataba sin ser vista, después de todo, Don Abarroto me había dicho que me sintiera como en mi casa, claro, mientras le pagara sus servicios y… recién se los había pagado por ese día. También me sirvió de descanso con respecto a lo del Ausente, Humillonio y ahora Don Abarroto.
Para salir de dudas, me animé y después de pedirle el teléfono al dueño a señas y de la misma manera concedérmelo, marqué el número que venía en ese papelito. Mi corazón empezó a palpitar como cuando le llamaba a ÁngelU o a PonchI… Ese “Ring, ring”, mata… Hasta que por fin contestó una voz, se me hizo conocida pero no la ubicaba. Mencionó mi nombre de trabajo casi gritando de júbilo diciendo que no creía tener el honor de que lo llamara.
Mi respuesta fue balbuceante y ni siquiera recuerdo que le dije… Seguía sin ubicarlo…


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martes, 29 de enero de 2008

"De nuevo bajo el sol..."

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Como me había advertido “El ausente”, el regreso a la zona de la placita lo hice yo sola y a pie. El trayecto me sirvió para reflexionar, sin profundizar demasiado aún, que a ambos clientes les interesaban cosas diferentes. La forma de tomarme era distinta y como había dicho antes, eran diferentes fantasías. Ya me había dado cuenta que con el ausente, la fantasía consistía en convertirme en una muñeca de plástico de las que usan algunos hombres para cogerse. Obviamente son pasivas, no responden a nada y les pueden hacer lo que quieran sin que haya ninguna queja. Con Humillonio la situación era algo diferente… No es fácil notar o delimitar, mejor dicho, las diferencias cuando no tienes la experiencia en general y en especial, respecto a las preferencias de lo hombres y las especialidades que hay para complacerlas. En este oficio son las especialidades las que te hacen realmente ganar grandes cantidades de dinero, no tanto los servicios completos comunes…
Estaba cavilando en todas esas cosas llegué a la tienda de Don Abarroto. Había decidido pasar primero con él para guardar el dinero que llevaba ganado afuera “del sistema”. Ya teníamos nuestro propio sistema el hombre y yo. Entraba a su tienda y si había clientes, me ponía a ver los estantes como buscando algún producto, entonces si se quedaba solo el local, yo me acercaba al mostrador, de otra forma, él se acercaba a mí cuando era el momento oportuno y me hacía pasar al otro lado. Yo ya sabía y me había acostumbrado a que no hubiera visita sin que me hiciera algo, lo menos era un apretón de nalgas y senos, además de algún beso en la punta de la verga. Si se conformaba con eso era porque ya se había cogido a alguna o ya tenía planeado a quien cogerse más tarde.
Me encontraba curioseando en un estante cuando de reojo lo vi que discretamente me estaba haciendo una seña. Me estaba pidiendo que me acercara para luego pasar por el espacio en el mostrador hasta el otro lado. Una vez que crucé, me hizo otra seña para que fuera al extremo, atrás de los estantes donde hacía muy poco él y un amigo me habían hecho un trío. No me opuse porque de todos modos lo mejor era que no me vieran mucho tiempo del otro lado del mostrador. Ese seguía siendo un barrio habitacional donde vivían muchas señoras, niños, etc. que iban a comprar a su tienda.
Esperé unos cuantos segundos y el hombre se acercó a mí. Me abrazó de costado me plantó un beso en la comisura de mi boca y otro en la mejilla, luego en voz baja me dijo que si le daba una mamadita y un agasajo leve, me daría una noticia. Simplemente asentí con la cabeza. De todos modos se los tendría que dar por el sólo hecho de cuidar mis cosas, así que no objeté para nada.
Pasamos a su patiecito, que semejaba un poco al lugar donde había estado hacía unos minutos, sólo que aquí era más largo pero casi igual de ancho. A pesar de que según él sólo me había pedido “una mamadita”, me hizo que me bajara el pantalón y el calzón y que me sacara los senos antes de que yo procediera a “pagarle sus servicios”.
Como esta relación de “servicio por servicio” se daba todas las veces que iba a la placita, ya sabía yo como le gustaban las cosas. Se sentaba en la sillita de metal, yo arqueaba un poco las piernas y me abalanzaba encima de él, apoyando las manos en la pared detrás de él y dejando caer mi peso sobre su cara, es decir, una de mis tetas oprimirla sobre su tez. Así me la mamaba hasta que me pedía cambio de teta. Luego me volteaba, me empinaba un poco y me daba apretoncitos leves en ambas nalgas. En ocasiones me las abría para ver lo que guardaban y en otras, simplemente me las apretaba.
Recuerdo que esa vez cuando me estaba hincando para comenzar a mamársela mientras él permanecía sentado en la sillita, con una mano le tomé la verga y con voz pícara le pregunté que quien sería “la afortunada” ese día. Es decir, si no me iba a coger y no quería una mamada completa tendría que ser porque estaba guardando “su parque” para otra, quizá para una nueva… En ese momento distaba mucho de mi día de trabajo terminara…



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lunes, 28 de enero de 2008

"Humillonio"...

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Me la sacó y se retiró un instante. Estaba jadeando y sudoroso. Respiró hondo una vez o dos y luego con su mano me hizo una seña circular dándome a entender que quería que me volteara. Yo estaba en sincronía, en su frecuencia mental, es decir, entendía que tanto a éste como al otro no les gustaba que las mujeres hablar, en especial para mostrar queja o preguntar algo, así que, sin chistar me puse de pie y le di la espalda. Volví a quedar en la posición original que había hecho con “El Ausente”. Para evitar problemas, ni siquiera volteé a verlo, me así de nuevo de las varillas que sobresalían de la pared y esperé su arremetida.
No fue así. En vez de penetración, sentí que sus manos me abrieron las nalgas. Con el calor de la posición anterior, más el sudor causado por lo mismo, recuerdo que sentí fresco cuando me las abrió, con mayor razón que nos encontrábamos al aire libre. Entonces, me puso una mano en la vulva y me la restregó a lo largo de mi intimidad, tanto trasera como delantera, como queriendo embarrarme todo de mis propios líquidos.
Después de hacerlo, volví a sentir que me volvía a abrir las nalgas, en esta ocasión sí fue para penetrarme. Como era de esperarse, me la ensartó sin ninguna consideración. Con la fuerza del empujón, casi me pegué la cara contra la pared, aunque afortunadamente metí las manos para amortiguar el golpe. Ya que tenía las manos en la cara, me tapé la boca para suprimir mis gemidos y lamentos y evitar algún tipo de ira por parte del hombre.
A diferencia de “El Ausente”, este tipo no la metía y sacaba con saña, como pistón, sino que se movía de un lado a otro. Supongo que estaba moviendo su cadera de forma horizontal u ondulada. Obviamente, no lo vi pero así lo sentí y así lo recuerdo ahora. Después de varios movimientos de ese tipo, me la sacó, me dijo secamente que no me moviera y comenzó a darme algunas nalgadas. No eran muy fuertes, por lo mismo, tampoco eran demasiado sonoras, ya que él mismo tenía que ser discreto debido a la ausencia de un techo que detuviese los sonidos al exterior.
Después de algunas frases que incluían mucho lenguaje “sucio” y hasta misógino, mientras me seguía dando nalgadas, me dijo con voz autoritaria e intimidante, “¡Empínate perra!” Volteé a verlo asustada porque no sabía exactamente que tenía en mente y con temor a que de no hacer lo que me exigía podría violentarse. Supo interpretar mi mirada y entonces añadió explícitamente que me tocara la punta de los pies. Lo obedecí tan pronto como me lo dijo. Doblé mi cuerpo hasta el punto que me había ordenado e intencionalmente le puse el culo al frente.
Al sentir sus manos en mis caderas me preparé para otra de sus arremetidas. Esta vez no me equivoqué. La ensartó con fuerza y comenzó a moverse con rapidez. Comprendí que era la recta final de ese servicio. Sus movimientos eran prácticamente idénticos a los de la mayoría de los hombres que están a punto de eyacular.
Su eyaculación fue acompañada de un grito gutural algo espeluznante seguido por más lenguaje sucio con frases que en ese tiempo yo consideré más fuertes que las que estaba acostumbrada a oír como, “¡Ah cabrona, como tragas verga!” y otras aún más fuertes.
Quedé no tanto adolorida, sino aturdida por haber tenido dos experiencias fuertes. No había dado nunca dos servicios seguidos así (Al Ausente ya le había dado un servicio anteriormente). Para ordenar mis ideas y estabilizarme, me senté desnuda en los mismos bultos donde me había cogido este hombre en un principio. Lo miré mientras él se vestía y sin levantarme comencé a recoger mis cosas. Una vez que se vistió y yo me había tapado mis partes íntimas con mi ropa y mi bolsa, metió la mano a su bolsillo, sacó más dinero y simplemente lo dejó caer al suelo. Ni siquiera me lo tiró al cuerpo o algo así. Entonces me dijo que con él las cosas eran así, que él consideraba que así se deberían de tratar a todas las mujeres pero que muchas se ponían “roñosas” cuando eran tratadas de esa manera y que le había gustado mi actitud porque yo no era “quejona”, que si estaba dispuesta a seguirle dando servicio que en ese instante le diera un teléfono o alguna manera de localizarme, que con él “no había pedo” con el dinero; “Ya vez, me cobraste tal cantidad y te estoy dando mucho más, ya te dije que conmigo no hay pedo, tú nomás aguanta”, finalizó.
Se me quedó viendo con las manos en la cintura mientras comenzaba a ponerme la ropa. Su actitud era de fastidio esperando una respuesta mía. Por mi parte quería hacer tiempo para pensar que hacer, hasta que pensé que, de todos modos no era alguien que lastimara físicamente y que las palabras y frases hirientes que le gustaba decirle a las mujeres no me las diría A MÍ sino al “personaje” que encarno cuando me dispongo a trabajar y, que sólo era un cliente, no una persona cuyas palabras pudieran lastimarme, como un novio o un amigo, así que decidí darle el teléfono de Don Abarroto.
A este hombre lo llamaré “Humillonio” porque el tipo de servicio que demanda es lo que después supe que se llama simplemente “humillación”. Aunque el tipo de humillación que se daba con él era más bien “light” comparada con lo que después llegué a experimentar…



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domingo, 27 de enero de 2008

Bastantes versiones.

Deseo ofrecer una disculpa a todas esas amables personas que han dejado comentarios y que no he podido ir a pagarles la cortesía a sus respectivos blogs. En el primer momento que tenga libre, con todo gusto iré a hacerlo.
Por lo pronto, aquí muestro estas imágenes que durarán hasta la noche del Domingo -06:00 G.M.T.


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Daguerrotipo.

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Gelatina de Plata.

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Efecto Cruzado.

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Cámara de Cajón.

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Van Dyck.
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Vívido.


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Actualización:

Ya las quité.


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