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Me adelanté a lo que fuera a decirme después de la pausa y le pregunté como veía la situación con los viejitos. Encogió los hombros y volviendo a su habitual naturalidad y facilidad para decir las cosas me dijo: “Talonéatelos tu”. Quise ahondar más en el tema para aclarar a fondo las cosas y que no fuera a haber alguna fricción en un futuro. Después de todo, ella había hecho mucho con conseguirlos como clientes asiduos. Le pregunté que qué sugeriría ella. Y de nuevo con esa frialdad natural y hasta rayando en la ingenuidad, me respondió que pasara todos los días afuera de la casa de ambos, tanto de V.G.T1, como de V.G.T.2; Que cuando me vieran y me invitaran a pasar, yo fuera lo más “condescendiente” posible con ellos; Que hiciera todo lo que estuviera en mis manos para que se volvieran adictos a mí. Incluso, me sugirió que llegara hasta a mamárselas sin cobrar, “dales sus buenas mamilas” ya que, de todos modos, con ellos era trabajo sencillo y si en tres o cuatro días de la semana, yo no recibía nada, en uno o dos me repondría.
Ross volvía a ser Ross; La que habla de esas cosas como hablar de comida o de ropa o algo así. Aquella que exuda naturalidad al hablar de cosas que las demás decimos bajando la voz y hasta tartamudeamos. Yo la escuchaba con mucha atención, viendo como me clavaba la vista, que a pesar de estar tranquila, no perdía la chispa de picardía. A la vez que ella me hablaba, yo iba registrando en mi mente, como en una película, mis visitas a las casas de los viejitos y del como estaría asegurando, aún más, su calidad de clientes asiduos. Entonces, como un chispazo me brotó una interrogante. Le transmití mi inquietud: “Y con V3, ¿Cómo le hago? Yo no sé ni donde vive, ni casi nada de él. Me respondió que entre más fuera a ver a los viejitos, en especial a V.G.T.2, más fácil sería que alguna vez me lo encontrara y que después de unas tres o cuatro veces de trabajarlo, algo saldría, es decir, quizá me invitaría a su casa o se pondría de acuerdo con su amigo para vernos en casa de este último. Asentí con la cabeza aprobando sus ideas.
Luego le comenté de chavito y el cómo nos veíamos. Abrió mucho los ojos y acercando mucho su cara a mí, exclamó: “¡No lo dejes! Es también un dinero casi seguro y con alguna frecuencia. Además, si a V.G.T.2 le gusta que lo hagan en su casa, te ahorras lo del hotel. Aprovéchalo”. De nuevo asentí con la cabeza, como si estuviera escuchando a una experimentada y madura maestra de cualquier materia de la vida.
Mientras asentía, de nuevo visualizaba lo que tenía que hacer, pensando por cual de las dos casas debería de pasar primero, como agenciarme a V3, etc. cuando fui interrumpida bruscamente por mi demencial amiga, al preguntarme con mucho énfasis: “Entonces qué, ¿Le digo a PonchI que estás puesta para el cuarteto?”. Fue una sacudida algo brusca para mí. Yo andaba en mi nube, ya imaginando ganar miles de pesos, cuando de un jalón me regresó a la tierra.
Hice una pausa, aclaré mi garganta, respiré una bocanada de aire, exhalé y después de darme algo de valor, le respondí: “Oye, pero ¿No crees que algún día se te podría voltear todo?”. Ahora fue ella la que me interrumpió: “¿Cómo?”. “Pues sí”, le dije y continué: “Que mañana o pasado te arrepientas de prácticamente entregarnos a mí y a Perla o, a una de las dos con PonchI y luego me agarres coraje, o rencor o celos, o la chingada”. Ross se puso un dedo de manera vertical en la boca y con la punta del mismo se levantó la punta de la nariz como reflexionando profundamente y buscando las palabras que me quería decir: “Ya te dije que cuando quieres a alguien, quieres que sea feliz, y tú le gustas. De hecho, le gustas más que Perla, ya me lo dijo pero, de tener dos culos a tener tres, prefiere tres, como cualquier cabrón.” Volvió a encoger los hombros con las palmas de las manos hacia arriba sabiendo que acababa de decir algo que tenía una lógica apabullante, con aquel dejo de fastidio en el rostro, al enchuecar levemente la boca, que tiene quien sabe que acaba de decir una verdad arrolladora.
“¿Entonces qué? “¿Le digo que no hay pedo?” Volvió a preguntar. Respiré hondo de nuevo y, asentí de manera muy discreta y disimulada, casi arrepentida de antemano.
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