Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 23 de febrero de 2008

"Sin pixeles..."

Mañana mostraré la imagen completa de este detalle.
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viernes, 22 de febrero de 2008

"Justo en el limite..."

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Le daba una fumada al cigarro, Ross se ponía la ropa y V.G.T1 no sé que hacía, cuando me vino a la cabeza algo que podía ser un problema, cuando menos potencialmente. Si Este cliente le decía a su amigo que habíamos trabajado gratis, quizá aquél se empeñaría en que siempre fuera de esa manera. Desde cualquier punto de vista no era conveniente que V.G.T.1 hablara. De cualquier modo dejé que las cosas transcurrieran y le pediría discreción justo antes de abandonar la casa.
Ross tuvo que acicalarse más. Su boca ya no tenía pintura y su cabello estaba ligeramente más despeinado que el mío. Por mi parte, con una ligera cepillada me bastó. Nos paramos lado a lado, casi codo con codo, lo cual el hombre aprovechó para colocarse atrás de nosotras y apretarnos un seno a cada una.
Yo estaba esperando el momento de la despedida para ver si el viejo hacía alguna alusión a algún tipo de pago. Cuando en un momento dado nos dijo que no se lo tomáramos a mal pero que por favor nos fuéramos porque alguien de su familia estaría a punto de llegar. Ross reaccionó de manera cariñosa diciéndole que le gustaría volver a verlo pronto o algo así. Él la abrazó de la cintura y ella le rodeó el cuello y según sus movimientos de cabeza, se dieron un beso de pico. Luego ella se quitó para que me “despidiera” a mí. Me paré frente a él y cuando me tenía tomada de la cintura y nuestras bocas se rozaban al hablar, le pedí que no le dijera a nadie lo que acababa de ocurrir ahí, en especial “a su amigo”. Algo me iba a responder cuando me le adelanté y continué diciéndole que recordara que yo o nosotras trabajábamos en eso y nos perjudicaría que se corriera la voz que habíamos estado ahí “en esas condiciones” (gratis). Volteé a ver a Ross quien asentía secundándome y como pensando que era algo que había olvidado hacer, el decirles a cada uno que no le dijeran al otro al respecto. Cuando terminé de hablar, V.G.T. me preguntó que si para mi era trabajo porqué había entrado a su casa ese día. Por un segundo pensé en decirle muchas cosas, incluso en simplemente responderle que pasábamos de casualidad y él nos llamó pero eso implicaría problemas con Ross, así que sencillamente esbocé la sonrisa más pícara que pude, que ha de haber sido pálida junto a la de mi loca amiga, y encogí los hombros. Con eso, creo yo, le di a entender que me gustaba él, o su compañía, o como me lo hacía, no sé… algo así.
Quizá fue la sonrisa o la encogida de hombros lo que lo motivó a jalarme de la cintura y plantarme un beso que quería ser de lengua y que, si bien no fue sólo de pico, fue un beso de frente, de esos en que las bocas se abarcan de lado a lado y se doblan un poquito las puntas de las narices.
V.G.T.1 nos dio una propina, quizá alrededor de 10 dólares por cabeza. Salimos de la casa Ross y yo, un tanto en silencio. Sin ponernos de acuerdo pero siguiendo la lógica, queríamos poner terreno de por medio para intercambiar impresiones. Aproximadamente a cuadra y media de ahí, nos detuvimos para algo y sin querer, volteamos hacia la casa del viejito. Un auto estaba llegando y se estacionó en las inmediaciones. Bajó alguien y todo parecía indicar que se había metido a la casa. Eso quería decir que habíamos salido de ahí dos o tres minutos antes de meternos en algún lío. Yo quería que eso hiciera entrar en razón a Ross y que dijera que de ahí en adelante sería mejor únicamente en casa de V.G.T2. No fue así, dijo que ahora ya sabíamos con certeza cuales eran las horas seguras para seguirlo visitando. Me limité a mover la cabeza de manera negativa mientras seguíamos andando.
Después de una cuadra más y que yo seguía en silencio, Ross salió con su típico “¿Qué?” Le respondí con un desanimado “No sé…” A lo que respondió con mucho ánimo, “¿Ves? ¿Qué te dije? No te pasó nada, te dieron una propinita, él quedó encantado y es cosa de tiempo para que pida más y se acostumbre a tu culo… Que lo necesite” Yo seguía dubitativa cuando prosiguió, “No te lastimó, ni te dolió o ¿Sí?” “Sí me dolió un poco cuando tu misma hiciste que me ensartara”, le respondí. “Fue para que se animara el viejito” y siguió con su discurso, “Además sirvió para limpiarte un poco, vi como andabas cuando te abrí las nalgas. Tú lo embarraste y lo ensuciaste a él y no él a ti”. Le respondí que para ese caso prefería usar papel.
Todo lo que decía parecía tener mucha lógica cuando lo volvía a pensar con más calma. De hecho, era un principio que yo también practicaba. La diferencia era que yo nunca dejaba de cobrar pero siempre trataba de dejar a los clientes lo más satisfechos posible. Todo lo que estuviera de mi parte para que quedaran contentos y me volvieran a buscar. Pero eso de dar muestras gratis me daba cierta desconfianza, a pesar de que, repito, todo parecía tener mucha lógica.
A estas alturas, agradecía que a la loca de mi amiga no se le ocurriera pasar de nuevo por la casa de V.G.T.2…




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jueves, 21 de febrero de 2008

"Mente limpia..."

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La cabeza de Ross siguió moviéndose de atrás hacia adelante unas cuantas veces más, el viejito siguió dando pujitos y sacando un poco la lengua para remojarse los labios como saboreándose lo que sentía, hasta que la cabeza de ella dejó de moverse, sólo se hizo hacia atrás un poco y acto seguido, ella se incorporó. Su mano sustituyó a su boca. No se la jaló, sólo pude ver que se la tenía bien apretada para que no se le bajara. Luego mi amiga me hizo un ademán indicando que me diera la vuelta pero, como no habló, no la comprendí bien. “¡Voltéate!” Me dijo con voz determinada. Titubeé un poco pero al ver que traía jalando al viejito de la verga reaccioné y la obedecí. Lo hice prácticamente en automático, así que solo me di la vuelta sin bajarme la ropa.
En un instante, sentí las manos de Ross desabrochándome el pantalón mientras le decía a V.G.T.1 “Mira que rico culito te traje… Y espera a que le baje el calzón para que veas las nalgotas”
Una vez que mi ropa estaba a la altura de mis tobillos le dijo, “¿Ya se las viste? ¿Qué te parece este par de nalguitas?” No recuerdo que le habrá contestado el viejito, quizá ni lo escuché por tener la voz de ella muy cerca de mí, además de ser más aguda. Luego lo instó a que me las agarrara, le dijo que no le diera pena, que para eso ‘se las había llevado’ a él.
Obviamente V.G.T.1 la obedeció sin chistar y en fracciones de segundo sentí sus manos apretándomelas. Luego lo animó para que me diera un par de nalgadas, a lo cual, el hombre, de nuevo obedeció sin quejarse. Aguanté sin chistar esperando lo que seguía lo cual era muy obvio. Entonces Ross le dijo “¡Cójasela compadre! ¡Para eso se la traje!” y luego continuó, “¡Sáquele todo el ( o la) **** No recuerdo que dijo, seguramente alguna de sus ocurrencias locas)."
Ya recordé otra de sus frases mientras ella me abría las nalgas en ese momento… “Mira que rico bizcochito, ¡Cómetelo todo, no dejes ni una migaja!”
Luego ella me tomó de las caderas y en lugar de permitir que el hombre empujara para metérmela, me empujó a mí para que me ensartara sola. Recuerdo cierto ligero dolor, no mucho pero sí ligeramente mayor que el que podría esperar de cualquiera de los viejitos puesto que no ejercían mucha energía durante el sexo, ni siquiera al penetrar. De hecho, como ya he dicho, nos preferían húmedas para no tener problemas con la inserción.
Mientras el viejito me cogía, ella lo alentaba con palabras sucias, aunque siempre, de alguna manera, alabándome a mí o a ciertas partes de mi cuerpo. En el fondo comprendía que era parte de su estrategia y por mi parte, no estaba sintiendo ningún dolor, ni ninguna incomodidad.
Como siempre, Ross era bastante pareja y bastante justa conmigo (Y con todos), así que después de algunos empujoncitos del viejito le dijo, “¡Eh! ¡Ya! ¡No le des todo a ella! ¡Ya suéltala! ¡Ahora me toca a mí!”. Lo dijo mientras ella casi se ponía en mi espalda para que el viejito se detuviera.
Por fin me la sacó, me quité del rincón donde estaba y ese espacio lo ocupó Ross. No sé ni como fui tan fuerte de reprimir la carcajada cuando ella, de espaldas a él, con el culo bien parado y volteando a verlo, le dijo: “Cógeme papacito”. Mientras eso pasaba, y me había subido la ropa, me senté en el sofá y la sensación de risa que tenía, se fue transformando en otra cosa, quizá admiración profunda por la manera que ella se erotizaba con el cliente. Después de que él se la metió, ella repitió el término “Cógeme” para después empezar a darme una clase de erotismo femenino álgido…
Quedé impactada cuando empezó a gemir y hablar al mismo tiempo con frases como: “Cógeme papi… Aaaa---síiii, Aaaa---ssssiíiii.,, Que ri…coooo… Reviénta…meeeee… looo… Desgárra…meeee…looo…As---íii miii viii…daaa…aaasss---íii…” Mientras que ella comenzó a mover su culo hacia arriba y hacia abajo y luego de un lado al otro, como si tratara de arrancarle el miembro al viejito. Me encontraba atónita, boquiabierta… No sabía si admirar a la maestra nata o temer por el viejo… Me tranquilicé un poco cuando encendí un cigarro y con la mente un poco más fría vi que la que hacía todo era ella. El hombre se limitaba a tomarla de las caderas y a tratar de guardar el equilibrio. El clímax vino cuando el hombre le advirtió que sentía el deseo de terminar y ella comenzó a mover las nalgas como un temblor.
Como ya era costumbre con los dos viejitos, el final llegó sin muchos aspavientos. Se la sacó y dio un par de pasos hacia atrás. Ella se incorporó, recogió su ropa y todavía desnuda de la cintura hacia abajo, se le acercó, le plantó un beso y le agarró la verga para acabar de “ordeñarlo”. Después de eso, me dio el frente, aunque miraba su calzón, lo desenredaba y se lo ponía; Lo mismo hizo con su pantalón y todo esto con la eterna sonrisa. Esta vez no era una sonrisa pícara. Era una sonrisa sana, la de alguien que acaba de pasar por un buen momento o acaba de hacer algo bien terminado… Su mente estaba más limpia que su entrepierna. Sin morbo alguno…




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miércoles, 20 de febrero de 2008

"Empezaba la siembra y yo de carnada..."

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Después de esa frase-pregunta, yo seguía viéndola a ella. Como ya dije, había quedado un poco como autómata gracias a la simpatía de mi amiga. Fue ella quien volteó al instante hacia la fachada de la casa y se sonrió. Miré yo también y por entre las cortinas se vislumbraba alguna sombra, algún movimiento. Ross se acercó más y se puso a cuchichear con quien estaba del otro lado de la ventana. A los pocos segundos, dejaron de hablar, Ross me miró y con la mano me hizo una seña de que la siguiera. Entramos por el pequeño porchecito lateral y esperamos a que nos abriera. No es que me encontrara nerviosa, simplemente no estaba cien por ciento convencida de la idea de “dar muestras gratis” de mis servicios, por más que se escuchara bastante lógico lo que me había dicho mi amiga.
Se escucharon los ruidos normales de una puerta a la que le quitas el candado e inmediatamente después la puerta comenzó a abrirse. Obviamente era V.G.T.1, quien casi nos abraza, o sin el casi, por el supuesto gusto de vernos. Una vez dentro, V.G.T.1 iba a empezar a hacernos las preguntas normales en un caso de esos, tales como, ¿Qué andan haciendo por aquí? etc. pero Ross no se lo permitió. Inmediatamente se dirigió a él y le puso ambas manos en su hombro, coqueteándole abiertamente, con una sonrisa más pícara e insinuante y con tono de voz más grave y pausado, como tratando de cachondearlo. Eso sí, no perdió la sonrisa ni un instante.
No recuerdo exactamente de qué hablaba hasta que le dijo algo que sí se me grabó: Señalándome con una mano, sin apuntar, simplemente como si se tratara de una ofrenda, con el puño abierto y la palma hacia arriba, delicadamente, Ross se dirigió al viejito, “Mira lo que te traje”. Sólo le faltó hacer una reverencia. No supe si esbozar una sonrisa o qué. Honestamente no recuerdo claramente lo que hice, creo sólo que me quedé callada.
Algo dijo el cliente, algo como ¡Que bonito regalito!... Algo así. No recuerdo haber contestado nada. Yo entendía que todo era parte del plan de Ross, sin embargo, no me advirtió que yo sería “la carnada”. Inmediatamente después Ross puso su cara frente a la del viejito, dándome la espalda casi por completo. Escuchaba algún cuchicheo, así que posiblemente no estaban únicamente besándose. Por instinto, me alejé un poquito de ellos, dando unos pasitos para atrás hasta casi quedar en un rincón al lado de la ventana que daba a la calle. Ahora que lo pienso… Quizá lo hice para observar mejor la escena. No me considero muy voyerista, sin embargo, tal vez lo hice porque me despertó un poco el morbo (A pesar de haber visto ese tipo de cosas varias veces), o quizá para ver como se desarrollaban las cosas y saber que podía esperar.
Para cuando me di cuenta, la blusa de Ross estaba por debajo de los hombros y la cabeza del viejito había desaparecido, lo cual me indicaba que le estaba mamando las chiches a mi amiga. Además de que la cabeza de ella se estiraba hacia atrás, su cabello se sacudía y emitía ligeros pujiditos, a la vez que mecía ligeramente su cuerpo de un lado al otro. Luego vi como su hombro derecho empezó a moverse. Era el movimiento típico de cuando masturbas a un hombre. Ross se la estaba jalando al viejito. Sus movimientos eran suaves así que era obvio que sólo quería parársela.
De esa manera, de espaldas a mí, comenzó a acercarse a donde yo estaba. Venía jalando del pene al viejito como si se tratara de un elefantito de circo o de la correa de algún burro. Cuando ya estaban muy cerca de mí, mi amiga se le hincó y, aunque no lo vi, era obvio que se la empezó a mamar. Más obvio fue cuando el viejito empezó a cerrar los ojos, a mojarse los labios, sacar un poco la punta de la lengua, como si se saboreara algo y a emitir sonidos guturales. Y si cabe, más aún cuando la cabeza de mi amiga empezó a moverse de atrás para adelante.
No sabía lo que seguía, ni lo que Ross tenía planeado en esa cabeza loca que sigue teniendo. Lo que sí, era que lo veía como si estuviésemos sembrando algo para después cosechar…




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martes, 19 de febrero de 2008

"Un picaro efecto Doppler..."

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Al momento en que nos aproximamos a una casa o dos de la de V.G.T.1, Ross comenzó a subir el volumen de su voz. Incluso, tengo la impresión que pisaba con más fuerza para hacer más ruido con sus zapatos. Se me figuró en ese momento a una especie de perico o de urraca cacareando. Justo al pasar por el frente, bajó la velocidad y yo tuve que hacer lo mismo. Pasamos de largo hasta la esquina. Nadie nos llamó.
Con una seña de su mano, Ross me indicó que diésemos una vuelta a la manzana. Como siempre, la seguí fielmente, ya había tenido un par de minutos para pensarlo y, después de todo, en el fondo no teníamos casi nada que perder y bastante que ganar. Además de lo divertido que era caminar a su lado e ir escuchando sus estupideces, siempre alegres y sin mucha profundidad.
Cuando doblamos la esquina para rodear la manzana, me recordó un poco al efecto “Doppler” que un cliente en el hotel me había explicado hacía poco. Entre más nos alejábamos de la casa de V.G.T.1 la voz de Ross más se normalizaba.
De nuevo nos encontramos casi frente a la casa y volvió a subir el volumen de su voz. De nuevo, de nada sirvió. El viejito no nos había oído. Así que ahora, rodeamos la manzana de enfrente del inmueble. Cruzamos la calle y lo hicimos. Una vez que completamos el trayecto, de nuevo pasamos por el frente, sin resultado alguno. Llegamos a la esquina, nos detuvimos y comenzamos a platicar. “¡Vamos a pasar por la casa de V.G.T.2!”, me dijo como si se le hubiese ocurrido la mejor idea del mundo. Con los ojos abierto y alegres y con esa sonrisa que casi nunca la abandonaba. Ya me estaba cansando y había empezado a sudar. Lo primero que me vino a la mente fue negarme pero luego pensé que de entrar en esa casa, tendría la oportunidad de bañarme, así que a final de cuentas accedí.
Recorrimos las cuadras que separaban ambas casas y conforme lo hacíamos seguí sudando más. Ya no me molestaba tanto la idea de dar cachucha con tal de poderme bañar. Por su parte Ross, seguía hablando sin cesar no sé de qué, con su perenne sonrisa de oreja a oreja…
Ya recordé de qué hablaba… Iba diciendo que si V.G.T.2 nos hacía pasar, el servicio sería más completo, es decir, que muy probablemente sería en la cama y no solamente “empinaditas” como cuando ella le daba cachucha a su amigo.
Seguí caminando con cierto desánimo y sin hablar mucho junto a ella hasta que llegamos al domicilio en cuestión. Ocurrió lo mismo. Por alguna razón, a pesar del alto volumen de voz de mi amiga, nadie nos llamó al pasar.
Pasamos una segunda vez y, al llegar a una esquina, estaba a punto de decirle que sería mejor regresarnos o que simplemente yo ya me iría para mi casa, cuando ella se me adelantó y me dijo que pasáramos por última vez por la casa de V.G.T.1. Le contesté que de vernos, ya fuera que nos hablara o no, le parecería muy obvio el que pasáramos tantas veces por ahí. Me respondió que él sabía a que nos dedicábamos y que lo tomaría como que anduviésemos buscando una dirección o que vendríamos de dar algún servicio, un “trío”.
Sus palabras no me convencieron del todo, mas sí lo suficiente como para seguirla en el camino de regreso a la casa del viejito 1. Seguí transpirando, de hecho, las dos lo hacíamos. Hacía mucho calor y el sol estaba muy fuerte. En más de una vez pensé seriamente en simplemente echarme para atrás y decirle que lo dejásemos para otro día. Sin embargo, no lo hice. Seguí con ella a su lado hasta llegar casi al frente de la casa.
Ya no fue ninguna sorpresa para mí que ella levantara la voz y soltara carcajadas muy sonoras que me contagiaban la risa a pesar de todo. Cuando pasamos justo al frente de la fachada y Ross seguía alaraqueando, escuchamos lo que queríamos escuchar, sobretodo Ross, un “Pssst-Pssst” que provenía de la ventanita que había junto a la acera. Nos detuvimos y Ross en lugar de mirar hacia donde provenía el sonido me miró a mí, me guiñó un ojo y con una picardía arrolladora, devastadora, aplastante, como una ola gigante que cae sobre una choza de palmas, me dijo, “¿Qué te dije?”
Esa sonrisa loca y pícara, hizo que se me olvidara el cansancio, el calor, la humedad en todo mi cuerpo, en especial en mi entrepierna y hasta el mal humor. Ahora me pregunto, si ese efecto tenía en mí, sin ser lesbiana, ni siquiera bisexual, ¿Cuál sería el efecto que tendría en un hombre?...



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lunes, 18 de febrero de 2008

Mercadotecnia y Esoterismo.

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Salimos de la pequeña fonda y fuimos con la intención de pasar por afuera de la casa de V.G.T.1. En el camino, Ross me dijo que cuando estuviésemos exactamente afuera, le contara un chiste, cuando le pregunté para qué quería que lo hiciera, me respondió que para que soltásemos una carcajada fuerte y nuestras voces fueran llamativas y se escucharan hasta adentro del inmueble. Me limité a mover la cabeza de un lado a otro en señal de ligera desaprobación.
Estando a un par de cuadras de ahí, me dijo que quizá tendríamos que pasar varias veces por afuera de la casa, que cuando menos unas tres veces. Cuando le dije que seríamos demasiado obvias, me exclamó que lo que haríamos sería, primero pasar por el frente, si no nos hablaba, dar la vuelta a la manzana de su casa para pasar de nuevo y, por último, dar la vuelta a la manzana de enfrente para volver a pasar por ahí y que tratásemos de que nos escuchara. Agregó que me mentalizara, que si nos llamaba al pasar nosotras, que estuviera preparada para “todo”. “¿Aunque sea gratis?” Le pregunté. Me contestó que ya lo habíamos hablado y que le parecía buena idea irlo trabajando.
Sin pensar mucho en las consecuencias que podrían acarrear mis palabras, le espeté que para ese caso, sería mejor pasar por enfrente de la casa de V.G.T.2, ya que siempre sería más factible que él pudiera ocuparnos con un “servicio formal” y bien pagado. Mientras le decía lo anterior íbamos caminando, volteé a verla semi de reojo y vi como se le abrieron los ojos y volteó a mirarme con los ojos como platos y con una sonrisa de oreja a oreja para decirme, “¡Oye, que buena idea!” Le respondí que estaba bromeando o algo así. Traté a darle a entender que no lo había dicho en serio cuando me respondió que a final de cuentas, los trabajos serios y formales, lo más probable es que siempre iban a ser en casa de V.G.T.2.
Caminábamos a paso semi veloz y nos acercábamos a nuestra meta, así que con cierto grado de angustia, me detuve o bajé la velocidad y traté de detenerla tomándola del codo. Siguió caminando unos pasos más hasta que se detuvo, volteó hacia atrás, vio en mí que había algo que no me había gustado y reaccionó con su clásico “¿Qué?”
A decir verdad, a veces me desesperaba un poco con tanto desenfado y despreocupación de su parte. Todo se le hacía fácil y, viéndolo en retrospectiva, tenía razón, la que tenía todavía piedras en la mente y se atoraba en obstáculos que no existían, era yo. Pero es muy difícil ver las cosas con tanta claridad y hacer de lado los lastres que has ido acumulando durante toda tu niñez y adolescencia.
Así que cuando me hizo esa pregunta le respondí que cuando menos con V.G.T.1 ya tenías armada alguna estrategia mientras que con su amigo, acababa de surgir la idea. “Pues igual, Tina Marie, le damos a probar nuestro producto, algunas muestras gratis o a menor costo del real, una vez que se vuelva adicto nos desaparecemos y nos hacemos del rogar y si quiere azul celeste, que le cueste.” Quedé pensativa por un par de segundos, muda y viendo su sonrisa como si no hubiera problemas en el mundo, hasta que le pregunté que qué pasaría si se acostumbran a esas “muestras gratis” y luego no quieren pagar nunca más. Me respondió que por eso me había dicho en la fonda que relativamente eran inofensivos, que no nos chingaban como los hombres veinte o treinta años menores que ellos y que lo más probable era que se acostumbraran más a “nuestros productos” que al precio “de introducción”. De nuevo logró hacer cambiar mi semblante. Pasé del estado dubitativo-angustiado al de soltar una carcajada. Era un doble sentido que no había sido intencional. En el fondo era tan ingenua que por “precio de introducción” se refería simplemente a ser gratis y no a lo que muchas otras personas hubieran pensado. Su mente seguía siendo bastante limpia a pesar de todo. Veía el trabajo como trabajo, como negocio, prácticamente libre de morbo. Y con mucha idea del negocio en sí, usando la mercadotecnia nata.
Recuerdo que cruzamos una calle y al subir a la banqueta le dije, “Si no fuera porque conozco muy bien a tus papás y a tu familia, diría que te dedicas a esto desde niña…” Miró al cielo mientras soltaba una carcajada y conforme la iba bajando para mirar al frente, me respondió: “A lo mejor en una vida pasada…”



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(Me disculpo por el retraso pero un viaje inesperado trastocó mis planes.)


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domingo, 17 de febrero de 2008

Espalda.

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Algunas personas me decían ayer que no podían adivinar la pose de la imagen a partir del detalle. Bueno, ahora se puede ver que era de espalda.
Las imágenes, como es costumbre, durarán hasta la noche del Domingo -06:00 G.M.T.


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Daguerrotipo.


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Van Dyck.

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Platino.

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Cámara de Cajón.

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Color Antiguo.


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Actualización:

Ya las quité.


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