Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 1 de diciembre de 2007

"Detalle a pesar del frio..."

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viernes, 30 de noviembre de 2007

"Eso no fue to, no fue to, no fue todo, amigos..."

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Ross me siguió besando y yo por instinto le correspondí. De alguna manera cuando sientes la boca de alguien en la tuya y su lengua tratando de abrirse paso hacia dentro, tiendes a responder abriendo la boca y a oponer tu lengua a la de la otra persona, aunque termine siendo un jugueteo de lenguas. Mis piernas ya estaban totalmente al aire con las rodillas flexionadas, siendo presionadas por los muslos de Ross, cuando sentí la punta del pene del hombre en la entrada de mi vagina. Gracias a la lubricación que ya acusaba para ese momento y a la posición en la que me había colocado Ross, La penetración fue fácil y amable para mí. Yo no podía ver nada más que el techo parcialmente ocultado por mucho cabello largo y castaño que reposaba en mi cara y que se movía como olas sólidas y suaves, siempre y cuando Ross me dejara de besar, de otra manera, mi visibilidad era nula.
Don Sienes se limitó a darme unos cuatro o cinco empujones, nada más, luego sentí que me la sacó de un golpe con mucha facilidad. Inmediatamente después sentí que ahora Don Sienes le estaba dando empujones a Ross. Incluso, en un momento dado, hubo un leve choque de dientes que no pasó a mayores. Mi amiga empezó a pujar y gemir sin despegarme su boca. Fue algo muy impresionante para mí el tener una boca pegada a la mía gimiendo y pujando. No estaba acostumbrada. Con los hombres no pasa eso, en todo caso sería mi boca pegada a la de un hombre la que gimiera y pujara. Me gustó. Me gustó porque aunque no fuese gracias a mí, tenía a Ross sometida, sumisa, vulnerable... Pensé que era el momento correcto para desquitarme aunque fuera un poco. Así que mi primera intención era agarrarle las nalgas y abrírselas hasta que le doliera pero, era una posición muy incómoda para mí, casi no se las alcanzaba, además de que Don Sienes estaba en pleno meter y sacar y su bajo vientre me estorbaba. Luego pensé en cogerle los senos y pellizcárselos pero estos estaban oprimidos contra los míos, así que me fui por la opción más fácil que además estaba muy cercana de donde tenía las manos, coloqué un pulgar en cada axila de Ross y le clavé las uñas mientras la sujetaba fuerte de la parte trasera de sus hombros. Lo único que logré fue que me mordiera el labio inferior sin dejar de emitir soniditos de dolor-placer, que crecían conforme Don Sienes arremetía contra ella con furia, haciendo que su cabello se estremeciera y desafiara a la gravedad, aunque eventualmente dejó de morderme y hasta de besarme.
Don Sienes dejó de cogérsela para volver a entrar en mí. La sensación de la penetración me impulsó a clavar más las uñas de mis pulgares en las axilas de mi amiga, quien contra lo que yo hubiera pensado, no hizo nada por quitarme de ahí. Estaba disfrutando el dolor en una parte por demás sensible. Así prosiguió nuestro cliente, switchando de una vagina a otra durante varias veces. Mientras pude, no desclavé mis uñas de la afeitada y tersa piel de mi orate amiga.
Eventual y afortunadamente este switcheo llegó a su fin. Sin embargo no fue como yo lo estaba esperando. Yo creí que Don Sienes terminaría dentro de alguna de las dos y hasta ahí. No. Se nos apartó por un momento dejándonos hechas sándwich, entonces (Y es algo que recuerdo muy bien) Ross se quitó de encima de mí dejándome con las piernas muy abiertas y una vez que estuvo a mi costado, estiró su brazo hacia mi entre pierna, tomó mis labios menores (o mayores, eso sí no lo recuerdo con toda exactitud) y los pellizcó para que asemejaran que hablaban e imitó a Porky, el de la televisión y dijo: “ Eso es to, eso es to, eso es todo amigos…” Ocurrencia típica de Ross. Nadie rió ni siquiera ella, pero había establecido una anécdota de la que se podría reír muchos años en el futuro.
Lo que seguiría fue algo que me pareció muy especial. No lo conocía y aún ahora me extraña que algo tan sencillo pueda ser tan sensual…


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jueves, 29 de noviembre de 2007

"Del Switching a ombligo con ombligo..."

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Don Sienes continuó nalgueando a Ross mientras ésta movía el culo de un lado a otro. Lo sé porque yo sentía cuando su cadera toqueteaba con la mía como si fuera una campana moviéndose de un lado al otro. Entonces dejé de sentir esos ligeros topecitos y no supe que pasaba, hasta que volteé a verla a ella y vi que de nuevo mostraba rigor en su rostro, además de que su cuerpo se balanceaba de atrás para adelante: Don Sienes se la estaba cogiendo de nuevo. No recuerdo si cerré los ojos o me limité a ver al frente o hacia abajo esperando que todo pasara de una vez por todas. Lo que sí recuerdo son sus pujiditos a cada empujón que el hombre le daba.
Esto no duró mucho. Dejé de escuchar los pujidos de mi amiga y en seguida sentí las manos masculinas en mis caderas. Acto seguido sentí su pene penetrarme. Ahora la que pujaba y gemía era yo. Fueron no más de siete u ocho empujones y sin avisar me la sacó. En cuestión de segundos escuché a Ross volver a gemir: Don Sienes estaba aprovechando al máximo cada centavo invertido, estaba haciendo el famoso “Switching”, se cogía a una un ratito y regresaba con la otra y luego regresaba de nuevo con la primera. Lo hizo varias veces, no recuerdo cuántas en realidad.
Hubo una pequeña pausa, la cual aproveché para recostarme boca abajo, Ross que permanecía en cuatro me dijo al oído y en voz bastante baja que me acostara boca arriba. Dudé por un segundo, ya que no sabía que seguía ni cual era la razón de su petición, pero cedí para llevar adelante el trabajo y no tener contratiempos.
Estando yo boca arriba, Ross aprovechó para colocarse encima de mí. No se recostó totalmente sobre mi cuerpo, seguía como en cuatro patas, sin embargo, todo su tórax estaba sobre el mío: Senos con senos, ombligo con ombligo y casi podría decir que pubis con pubis. “Uh que la chingada…” Pensé, “Para esto quería que me acostara boca arriba…”
Con un brillo en los ojos y un destello que emanaba de sus dientes, Ross me hizo levantar las piernas hasta que quedaran bajo sus brazos. Quedamos literalmente como si fuésemos una pareja a punto de la penetración y ella llevase el rol masculino. Mi trasero quedó muy expuesto en el aire. El colmo fue cuando acercó mucho su cara contra la mía y empezó a darme besitos. Primero sus labios tocando los míos y después su lengua tratando de internarse en mi boca, lamiendo mis dientes como si los quisiera lustrar, aunque lo que en realidad buscaba era que yo abriera la boca para que su lengua jugara con la mía. Eventualmente lo logró.
Por unos segundos olvidé mi postura tan vulnerable debido a la actividad bucal de mi alocada amiga y no me puse a pensar en que Don Sienes estaba participando. Tendría que haber una razón…


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miércoles, 28 de noviembre de 2007

"De tambores y bongoes..."



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Yo seguía acostada boca arriba viendo como le colgaban a Ross sus pequeñas chichillas y apretaba la dentadura mirando al techo como saboreándose de antemano el manjar que iba a disfrutar. Entonces el cliente la tomó de las caderas y aparentemente de un empujón se la metió hasta el fondo. Ross me recordó los caballos cuando les jalan las riendas y empujan la cabeza hacia atrás. Un rictus de dolor (o placer, o ambos) se apoderó de su cara al mismo tiempo que emitía un sonido que provenía del fondo de su garganta; su cabello saltó como si se desprendiera del yugo de la gravedad para luego cubrir parte de su cara y sus tetitas temblaron como si se tratara de de dos pequeños promontorios colgantes de gelatina.
En cada arremetida del hombre, Ross levantaba la cabeza semejando un potrillo listo para galopar, de verdad que sólo le faltaba relinchar, o así me lo parecía en ese momento. Pero conforme el cliente se la fue cogiendo más y ella lubricaba o simplemente la vagina se le amoldaba al pene, el rigor reflejado en el rostro se fue transformando y comenzó paulatinamente a regresar la sonrisa a la que nos tiene tan acostumbrada. Sólo que esta sonrisa estaba iluminada de manera especial, ella tenía un pene dentro y la estaba fornicando, por eso ese halo que refulgía alrededor de sus mejillas y de su frente.
Conforme se daban los empujones, la sonrisa se remarcaba más, exhalando y gimiendo de una manera más bien amable y placentera, hasta que llegó el momento en que, podría decir, que se “normalizó”, se estabilizó y en su rostro regresó de lleno la sonrisa siempre presente en ella. En un momento, el cliente se inclinó hacia delante para susurrarle algo al oído, para después regresar a su posición erguida. Entonces Ross me llamó por el nombre que entonces yo usaba y me pidió que volviera a ponerme en cuatro. Sin mucho deseo, hice lo que me pidió. Por una parte, ya no tenía deseos de que me cogieran y, por la otra, estaba disfrutando del espectáculo, ver que se cojan a Ross es toda una experiencia de vida, la forma en que reacciona es una lección difícil de asimilar pero con muchísimos rasgos para analizar y de los cuales aprender. Los procesos por los que pasa me parecen de lo más interesantes.
Así que me puse en cuatro, disponible a la voluntad del cliente y sentí que su mano me acariciaba las nalgas al principio y después hurgó entre ellas para estacionarlo de nuevo entre los pliegues de mi ano. Volteé a ver a Ross, quien estaba con la mirada hacia arriba con una sonrisa como si se encontrara en el umbral del paraíso. Luego sentí como la yema del dedo trató de penetrarme logrando meter una falange. Traté en vano de inhibir un quejido y al mismo tiempo escuché un “¡ay!” muy sonoro por parte de mi amiga. Era obvio que a ella si le había metido una porción mayor del dedo. Me pareció comprensible que Don Sienes nos hiciera eso, es decir, tocar dos anos, dos vulvas y dos pares de nalgas al mismo tiempo. Después de todo había pagado por eso, de otro modo, se hubiera conformado con ocuparnos por separado. Cabe aclarar que un trío como el que conformábamos a un cliente le costaba como si estuviera con tres mujeres por separado porque cada una cobraba el ciento cincuenta por ciento de un servicio normal. El cliente simplemente estaba tratando de desquitar lo que había pagado.
Luego sentí que me sacó el dedo de mis entrañas e inmediatamente después de dio una nalgada bastante fuerte. Sin dilación, escuché un “slap” que retumbó en las paredes de la recámara. Si la nalgada que me dio fue fuerte, la que le dio a mi loca amiga fue sonora y contundente. Nos quejamos con un “ay” casi al unísono, aunque el de ella tuvo mayor volumen. Volteé a verla, tenía la mirada ida y como siempre, con una sonrisa de oreja a oreja, parecía estar en éxtasis. Ese “estado de gracia” fue en aumento conforme se prodigaban las nalgadas para ambas hasta que ella le pidió a Don Sienes que la nalgueara sólo a ella. Él la obedeció pero a manera de final, me dio una serie de nalgadas de manera rápida y repetitiva produciendo un sonido como musical como si se tratara de un bongó. Ross lo apuró al decirle que fuera con ella a “tocar la canción completa”. El hombre dejó de tamborilear mis nalgas, me sujetó fuerte de las caderas y me pidió que así me quedara, entonces le preguntó que cual quería (haciendo referencia a la canción que había pedido Ross). Ella le respondió que la que fuera pero completa y añadió “Si quieres la sinfonía de Beethoven” (sic). No mencionó cual, supongo que sólo lo dijo en referencia a la longitud de cada sinfonía.
De nuevo volteé a verla y vi que ella dejó la posición de cuatro patas clásica y adoptó una más sumisa; Puso los antebrazos sobre la cama y su quijada en medio de ellos. No alcanzaba a verle el trasero pero sé que de esta manera se levanta mucho más hasta casi apuntar al techo.
Comencé a oír los sonidos de las manos de él golpeando en las nalgas de ella formando tonadas, cuando ella le pidió que la nalgueara más fuerte, a lo cual él le respondió que ella había dicho que le había pedido una canción completa. Ella se limitó a gritarle que sí pero más fuerte. Cada nalgada era más sonora que la anterior. El eco retumbaba en las paredes con más fuerza. Apenas podía escuchar los gemidos de Ross por tener su boca entre sus antebrazos y pegada a la cama. Sólo la sacaba de ahí para ordenarle al hombre que la nalgueara con más ahínco. De repente el cliente volvía a repiquetear como tambor marcial y luego regresaba a las nalgadas sonoras monótonas y arrítmicas. Llegó el momento que el cliente le dijo que ya le dolían las manos, a lo cual ella le respondió con voz alta y determinante que siguiera. Después de cada nalgada que ya retumbaba en mis oídos ella le gritaba “¡Más!” Repitió esa palabra muchas veces, no sé cuantas. “Ya tienes las nalgas rojas, pareces mandril” le dijo el cliente esperando que ella cediera y le permitiera cesar. Sin embargo, Ross le respondió escuetamente, “Sí, que rico…”
Y ahí estaba yo, sin saber si envidarla por recibir un castigo tan placentero, o temer que luego siguiera yo y no pudiera sentarme al día siguiente…


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martes, 27 de noviembre de 2007

"De tolon-tolon a tilin-tilin..."

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Seguíamos en cuatro patas la una junto a la otra, Ross estiró su mano hacia mi trasero y trató de moverlo de lado a lado cuando dijo, “Este hace tolón-tolón” y luego movió el suyo y dijo, “éste hace tilín-tilín”, refiriéndose a las dimensiones de ambas partes terminales de nuestros respectivos cuerpos. No me hizo reír mucho sabiendo que estaba a punto de ser empalada por el cliente, además de que sería la primera vez con él. La primera vez con cualquier hombre, en especial cuando ya te pusiste para recibirlo es algo estresante. No sabes exactamente como la sentirás, ni como la usará contigo. En realidad, no importa mucho qué tanta experiencia tengas. Por lo mismo, la nueva ocurrencia de mi loca amiga, si bien no me molestó en lo absoluto, (de hecho, ya estaba más que acostumbrada a sus ocurrencias), tampoco logró arrancarme ni la más mínima sonrisa.
La hora de desquitar la paga a fondo había llegado. Sentí de nuevo las manos de Don Sienes abriéndome las nalgas y luego la punta del miembro en mi orificio vaginal. De ahí, sentí como su miembro me fue penetrando poco a poco y el cliente me soltó de las nalgas, me tomó de las caderas y comenzó a suavemente a metérmela y a sacármela. Me sentí totalmente indefensa cuando Ross comenzó a alentar al hombre al decirle cosas como “cógetela compadre” o “hazla que haga caritas”, también mencionó algo respecto a que a Porky lo estaban alimentando bien.
La verdad es que Don Sienes me sometió con el meter y sacar y tuve que poner mi cabeza en la superficie de la cama entre mis manos, así que entre mi cabello y antebrazos, además del “splash” que se oía con cada empujón que me daban, ya no pude escuchar las pendejadas que mi amiga estaba profiriendo. En un momento de respiro, en el que el cliente me la sacó dejando dentro sólo la punta, volví a levantar la cabeza y escuché que Ross le reclamaba que ya Porky había tenido suficiente y que ya era hora de atender a Babe. “Que no ves que es el puerquito valiente”, Espetó Ross, a lo que Don Sienes contestó que además de ser el puerquito valiente era el puerquito goloso. Ross soltó una carcajada y continuó diciendo en voz determinante “ya sácasela a esa pinche vieja, no aguanta nada, con eso tiene.” El cliente le respondió a Ross que ya estaba hablando demasiado y que haber si le cumplía, a lo que Ross le contestó, “a ver si me cumples tú”.
Aproveché que sentí que me la sacó y se acomodó detrás de Ross para primero recostarme sobre mi estómago y después darme la vuelta para quedar boca arriba y ver “como alimentaban a Babe”, aunque no directamente puesto que la cara de Ross estaba hacia mí. En un momento dado, la vi a la cara y ella levantó un par de veces las cejas como diciéndome, “Tenme envidia” o “Me espera algo muy bueno”. Siempre sin perder esa sonrisa de la cara. Muy en el fondo de mí, de manera probablemente inconciente, me pregunté si cuando Don Sienes la empalara seguiría conservando esa blanca y fresca sonrisa.


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lunes, 26 de noviembre de 2007

"Picaramente ingenua..."

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Ross se la empezó a mamar con fuerza y velocidad como si se la quisiera arrancar, de repente, se detenía con todo el miembro adentro y e iba subiendo su boca lentamente hasta que quedaba totalmente de fuera. Aún este movimiento lento lo hacía succionando con fuerza. Lo noté por las expresiones verbales y faciales de Don Sienes y la tensión que se le formaba a ella en los músculos del cuello. Lo hizo unas cuantas veces, incluso llegué a pensar que se le podía pasar la mano y orillarlo a venirse en su boca dentro del condón, cuando con su magistral malicia, se sacó por completo la verga de su boca y comenzó a lamerle la mencionada vena gruesa que se encuentra en la parte baja del miembro.
Pude ver la “ingenua” malicia de Ross cuando su lengua hacía contacto con la verga, o a decir verdad con el látex del condón y sus ojos emitían una sonrisa pícara pero a la vez, sin el más ligero asomo de noción de pecado o de algún tipo de incorrección o suciedad. Por eso la llamo “ingenua malicia”. Era y sigue siendo pícara pero, es sanamente pícara. Ella está conciente de que causa y recibe placer, sin dañar a nadie y eso no es malo. Así lo ve su mente y desde ese punto de vista, me encanta. Ingenuamente pícara…
Después de unas cuantas lengüeteadas en la multimencionada vena, Ross tomó el pene desde casi la raíz y lo estiró para arriba, provocando que los testículos, es decir, el saco escrotal se levantara y se los comenzó a lamer. Don Sienes empezó a gemir de una manera que tenía una mezcla de masculina con femenina; Su voz y su tono eran totalmente masculinos pero lo hacía como si estuviera totalmente en manos de su “verduga”, disfrutando su tortura, tal y como lo hacemos nosotras cuando estamos en manos de un hombre.
Ella volteó a verme a y me hizo una seña que sólo entendí como que me acercara más, sin embargo, lo que quería era que me pusiera en cuatro. Así lo hice. Entonces soltó a su presa y le dijo que yo ya estaba lista para recibirlo. Mientras Don Sienes se levantaba de la cama y se colocaba tras de mí, Ross se puso junto a mí en la misma posición en la que yo me encontraba. Quedamos hombro con hombro y cadera con cadera. Al momento de sentir las manos de nuestro cliente abriéndome las nalgas, volteé a verla a ella y me sonrió de una manera amable y de nuevo, ingenua, como si nada de la intensidad que ocurría estuviese pasando; Una sonrisa cándida y casi casual.
Como me encontraba en cuatro patas, mis sentidos podían estar más alerta, así que escuché muy bien cuando el hombre dijo “que bonito chiquero”. Supongo que alcanzaba a ver nuestros dos traseros y lo que estaba contenido en ellos. Entonces Ross le respondió que se callara y le diera de comer a Porky. El cliente replicó que sí pero que de ahí seguía Babe, a lo que mi loca amiga en voz bastante alta exclamó que “¡Ah sí, a Porky con poquito lo contentas pero a Babe si vas a tener que darle un banquete” Con estas palabras me sentí aliviada. Ella misma estaba dirigiendo todo el enfoque y la atención del cliente para ella, relegándome poco trabajo y esfuerzo. El cliente me cogería poco, o cuando menos así se veía…


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domingo, 25 de noviembre de 2007

Seguimos con la tradición...

Esta semana casi no logro colocar las imágenes debido a la premura de tiempo pero, aquí están y se continúa con la tradición. Como de costumbre durarán hasta la noche del Domingo y como siempre el horario es -06:00 G.M.T.
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Daguerrotipo.

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Van Dyke

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Platinum.

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Cámara de Cajón.

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Color Antiguo.


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Actualización:


Ya las quité.

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