Tina Marie

Diario íntimo de una mujer joven ex prostituta

sábado, 15 de marzo de 2008

Con Pixeles.

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viernes, 14 de marzo de 2008

"Mejor preparacion de la planeada..."

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Por cortesía y como parte de mi trabajo, esperé a que el cliente saliera de bañarse. Entonces se ofreció a llevarme de regreso a la plaza pero como iba contra las reglas, tuve que declinar su oferta. Las chicas tenían que regresar a la placita por el camino que Melgas nos había indicado a cada una. Además, antes tenía que pasar por la administración para reportarme, que apuntaran mi servicio y avisar que ya habías terminado con el cliente en turno.
Ahí me encontraba cuando DonRa me pidió que no me fuera, que en el cuartito que las chicas usaban para hacer sala, se encontraba un cliente y que en ese momento no había nadie disponible y yo le podría gustar. Me llevó con dicho cliente, del cual no recuerdo casi nada, me aceptó y fuimos al cuarto.
Del servicio que le di no hablaré porque no recuerdo nada, sólo que fue en posición de misionero, después de su respectivo oral de mi parte y que al terminar algo me dijo que tenía que regresar con prisa a alguna parte. Pensé que era ideal, así sólo me bañaría “muy por encima” y ya estaría exactamente al gusto de V.G.T.2.
Bajé de nuevo a la administración para reportarme y argumentando algo de la escuela les dije que ya tenía que irme. Desde ahí llamaron a Tontón para avisarle que ya me iba y que tuviera preparada la cantidad de dinero que me había ganado ese día. No me convenía ir primero con V.G.T.2 y luego regresar porque sería muy tarde y no quería acostumbrar a los de la placita a que me vieran después de cierta hora para que luego no me pidieran que me quedara más tiempo.
Me dirigí hacia la plaza rodeando mucho más de lo acostumbrado. A diferencia de cualquier ocasión normal, ahora no quería encontrarme con ninguno de los clientes de los alrededores para no entretenerme demasiado y que “chavito” se desesperara y se fuera. Como ya lo he dicho, no es que el muchachito me interesara gran cosa, mas sí la posibilidad que se me abría con V.G.T.2 y su invitado sorpresa.
A lo lejos vi la flaquita figura, sentadito en una banca del lado opuesto a la de las chicas. Conforme me fui acercando vi que me sonreía. Cuando llegué con él le pregunté directamente si se haría lo que habíamos planeado, me respondió afirmativamente y luego me preguntó, “Es medio precio, ¿Verdad?” Asentí con la cabeza y le respondí, “Sólo el seis y el nueve, ¿OK?” “Sí” Me contestó alegremente. Entendió la clave totalmente. Entonces le dije que me esperara sólo un poquito más porque debía hacer algo y que después de eso ya lo podría atender. Con una sonrisa que me mostraba todo los dientes me dio a entender que sí me esperaría.
Me alegré de no tener que ir con Don Abarroto ese día para ya no posponer más la situación. Crucé la placita en diagonal, después de saludar a unas chicas que ahí estaban, crucé la calle y entré al depósito de Tontón. Inmediatamente me pidió que pasara al cuartito que usaba para sus “correrías” con las chicas de la plaza. Lo esperé un minuto, supongo que para contar mi dinero y luego entró. Sin decirme nada, me metió la mano abajo del calzón y comenzó a dedearme toscamente. Desde abajo subía su mano para arrastrar toda la humedad que ya había ahí y embarrarla en mis pelos. Por una parte no le podía decir nada y por la otra y sin quererlo, me estaba preparando aún más para mi sexagenario cliente.
Después de sacarme la mano, me entregó mi dinero y me dijo: “Mhmhmh... Van a pensar que este dinero viene de la pescadería. Sonreí sin mirarlo, no dándole importancia ni a él, ni a sus palabras. Ya me encontraba lista para lo que viniera...




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jueves, 13 de marzo de 2008

"Me di el gusto..."

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Su gracia, talento o quizá virtud, al hacer el oral consistía mayormente en que lo hacía de manera bastante considerada y suave logrando que la sensación fuera creciendo. No creo que lo hiciera a propósito sino que era debido a su temperamento. Una vez que terminó, no me dijo nada. Con su silencio comprendí que quería ahora el oral de mi parte. Noté más su no mucha experiencia cuando tuve que tomar la iniciativa y le pedí que se recostara sobre su lado derecho. De esta manera le puse el condón y se la empecé a chupar. Levanté los brazos simulando quererlo acariciar aunque mi idea era simplemente tocarle la papada. Lo logré con las uñas y algunas de las yemas de los dedos, mientras él aprovechó para darme unos apretoncitos no muy fuertes en los senos.
También noté la diferencia con los viejitos cuando se le paró con relativa facilidad, mientras que con aquellos había que batallar el cuádruple para lograrlo. Este hombre estaría en el principio de su tercera década. No más de treinta y cinco. Me detuve cuando con voz muy alta y con cierta dosis de energía me gritó, “¡Ya!” Cesé inmediatamente mis movimientos con la boca y levanté la cara para verlo. Pasó un segundo sin decirme nada y al ver que no hablaba le pregunté “¿Cómo...?” dándole a entender que como querría que fuera el coito. Me respondió que como yo quisiera. Aproveché la libertad que me daba y le pedí que se acostara viendo al techo. De esa manera yo podría controlar las acciones y así terminar más rápido.
“P.S” me obedeció y una vez que se encontraba como yo lo quería, le agarré el pene pasando mi mano desde la punta hasta la base para ajustarle mejor el condón y también para reconocer su longitud y grosor: Tamaño normal. Es importante saber lo que va a entrar en tu cuerpo para irte haciendo a la idea, prepararte mentalmente. Creo que ni siquiera recapacité en eso, habrá sido de manera inconsciente. Sin soltarle el miembro, puse ambos pies a los lados de sus caderas y las fui bajando hasta que sentí la punta casi topando en mi ano, así que moví las caderas un poquito hacia adelante para colocarlo justo afuera del orificio vaginal. Una vez que lo sentí en el lugar correcto, bajé más mis caderas y me fui ensartando poco a poco. Mis movimientos fueron acompañados por una exclamación de placer por parte de “P.S.” y supongo que por algún gemido de mi parte. Una vez que el pene me topó, descansé mis rodillas sobre la superficie de la cama y me recliné hacia adelante. Me apoyé en sus clavículas y cuello y comencé a moverme de arriba hacia abajo. Su lenguaje se volvió ligeramente sucio, nada alarmante, simplemente frases como, “¡Que rico se siente!” o, “Que sabroso te mueves”.
Empecé con movimientos suaves, tratando de llegar hasta la punta de su pene y luego regresar hasta el fondo, yo seguía con la tentación de tocarle la papada, así que como él me empezó a pellizcar los pezones, abrí un poco los brazos y me incliné ligeramente hacia adelante para facilitarle su accionar y, discretamente puse mis manos alrededor de su cara y con las yemas de los pulgares hacía como si le diera un masaje en el punto de mi interés.
Consideré que era el momento de acelerar el ritmo y comencé a moverme con mayor rapidez, “P.S.” comenzó a besarme el cuello, subiendo por la mejilla hasta que nuestras bocas se encontraron. No le quise matar el momento así que le respondí el beso pero, como no era lo que me interesaba, en un par de segundos quité mi boca de la suya y para no ser tan obvia, comencé a besarle un cachete y empecé a descender hasta que por fin llegué a su papada. Se la empecé a lamer y comencé a sentir lo blandito y terso que la tenía. Luego literalmente se la chupé, metiéndome lo gordito de la piel en la boca. No era como esas papadas arrugadas de hombres muy mayores, sino la de un hombre de edad mediana, tersa, algo abombada y no demasiado voluminosa.
Me agradó la sensación así que aceleré aún más mis movimientos. Cuando empezó a pedirme que no me detuviera (síntoma de que la eyaculación está cerca) Dejé de chuparle la papada para que mis oídos no estuvieran muy cerca de su boca hasta que quedé casi sentada. En ese momento eyaculó con un grito ahogado y agudo, no demasiado masculino. Volví a inclinarme hacia adelante y a apoyar mis manos en la cama para facilitarle a su pene el camino de salida. Nos miramos y ambos teníamos una sonrisa en la cara. Dicha sonrisa desapareció por un instante cuando la cabeza del pene salió por completo de mí.
Me metí al baño para tomar la ducha y recordé que de ahí iría a ver a V.G.T.2. Aunque en realidad primero vería a “chavito”, el trabajo importante era con el viejito. A “chavito” con poco lo contentaba, así que mi enfoque principal era el mayor. Antes me mojarme pensé que hacer y decidí lavarme muy bien el cuerpo y el pubis, no así mis partes íntimas para que el viejito no me reclamara nada. Dudaba que el solo sesenta y nueve con el joven me dejara al gusto del viejo.
Había terminado el servicio con “P.S.” con relativa facilidad. Estaba segura que lo que seguía sería una prueba más difícil...



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miércoles, 12 de marzo de 2008

"La papada..."

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Al día siguiente, entre un cliente y otro, se me ocurrió la idea de que quizá con buenos clientes, como V.G.T.1 y V.G.T.2 y, quizá con alguien como “chavito”, podría serme útil empezar a usar algún celular. Me dije que ya tenía el de mi uso particular y el de ÁngelU y que comprar otro sería demasiado sospechoso en caso de descubrirlo alguien en mi casa. Recapacité en la posibilidad de encender de nuevo el de mi antiguo amigo, que según por Ross, los tres seguían “interesados en saludarme”. Una razón que me detenía era que, como mi amiga lo había manifestado ya, ella ya había hecho de todo con ellos, en especial la doble penetración, o el sexo anal, ambas cosas que yo tanto evitaba y, que ellos, una vez que la habían probado con ella, no se conformarían con menos. Otra opción que pensé era simplemente tirar el celular de ellos y comprar uno nuevo pero luego pensaba que, dada la cercanía que Ross seguía teniendo con ellos, yo los volvería a ver y me apenaría que descubrieran que lo había tirado.
Todo eso me distraía un poco de la idea de ser el centro de atención de un acto voyerista, además de luego ser partícipe en un trío donde dos hombres me triplicarían la edad y aún más. No era algo a lo que se tiene la oportunidad de hacer todos los días, ni siquiera cada semana, o cada mes. También el escaso trato rutinario con los clientes despejaba un tanto mi mente; Que cuanto cobras, donde lo hacemos, etc. y una vez arriba del auto, que como te llamas, que edad tienes, a que otra cosa te dedicas, cuanto llevas en esto, no quisieras dejarlo... En fin, era como repasar un texto una y otra vez, como un ensayo de una obra de teatro donde lo único que cambiaba era el actor pero siempre era casi el mismo diálogo.
Me encontraba en la banca, yo sola, cavilando en todo esto cuando se detuvo en la acera un auto pequeño, un Volkswagen. Mira hacia adentro para ver al conductor que me hacía una seña que me acercara. Así lo hice. Me agaché para hablar con él por la puerta que daba a la banqueta y lo dicho, se estableció el diálogo de rutina. Aceptó las condiciones, abrí la puerta y estaba a punto de subirme cuando vi que ya venía por la acera de la plaza “chavito”. Sin que el cliente me viera, por encima del toldo, o como se llame el techo del auto, le hice una seña juntando los dedos índice y pulgar, dándole a entender que regresaría pronto, que no me tardaba. “Chavito” me entendió bien, porque sin hablar me dio a entender que me esperaría adentro de la plaza, señalando el rumbo por donde había otras bancas. Moví la cabeza visiblemente en señal afirmativa y me subí al auto.
El cliente era un hombre bajito, gordito y muy calvo. Tenía el aspecto de un típico político corrupto, sólo le faltaba el traje. Yo creo que no lo sería porque de serlo, andaría mejor vestido y traería mejor coche, así que era sólo el aspecto físico. Me recordaba también a un conductor de televisión muy famoso y chistoso al que mataron saliendo de un restaurante a balazos hacía pocos años... Mhmhmh creo que llamaré a este cliente “P.S.”, ya que también tenía la cara muy redondita aunque, como dije, era totalmente calvo. Quizá por eso lo recuerdo a pesar de haber sido bastante rutinario, o quizá por haber sido su auto al que me subía cuando llegaba chavito a la plaza...
En el trayecto al hotel, “P.S.” me preguntó, “Me dijiste que hacías el oral, ¿Verdad? Que iba incluido...” Le respondí afirmativamente y agregué que se hacía con el condón puesto. Luego me preguntó si el podría hacerme oral a mí, “Si quieres...” Le contesté no dándole demasiada importancia.
Lo demás fue rutinario, incluyendo la llegada al hotel y el desnudarnos. Después de besarme los senos un rato y de apretarme las nalgas, me dijo que quería primero hacerme el oral. Acepté y como no especificó posiciones y yo ya sabía que la mayoría que no saben mucho de erotismo, acuestan a la mujer boca arriba, con los pies abiertos, eso hice. Se colocó entre mis piernas y comenzó a lamerme la vulva. Lo hacía bien, sin embargo, lo que sí me excitó hasta cierto punto, por ser inusual, fue que su papada en ocasiones me toqueteaba en la parte más baja de mis genitales. Se sentía muy blandita, como una especie de bolsa de agua caliente suavecita. Al parecer se acababa de rasurar la barba.
Me dio tentación y me dije que en cualquier oportunidad le pellizcaría la papada...



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martes, 11 de marzo de 2008

“Cuentas claras...”

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Aclaró su garganta mientras desaparecía la leve sonrisa de su cara y aceptó que “chavito” decía la verdad. Quise realmente encolerizarme pero antes de que pasara extendió sus manos como para pedirme oportunidad de que le explicara. Encendí un cigarro con mucho coraje en los ojos cuando el viejito empezó a hablar:
“Tú me has dicho que aceptarías reuniones grupales con mis amigos siendo tú la única mujer. Ya se lo he comentado a varios y están muy interesados en conocerte. Cuando tú me dijiste lo de “chavito”, se me prendió el foco y le hablé a uno que vive cerca. Por eso te pregunté cuanto tardarías en regresar con el muchachito. Además – Y ojo con lo que te voy a decir- no sabía que clase de tipo sería tu cliente. No sabía si se podría poner agresivo contigo y hasta conmigo. Un viejo como yo no puede con el ímpetu de uno como él pero entre dos como sea lo dominamos.”
Fue un buen choro, un gran “speech”, tremendo discurso. Me hizo callar mientras que él hablaba, aunque todavía había algo que no me acababa de convencer, que no encajaba, que no me terminaba de gustar. Le reproché que eso me lo pudo decir de antemano, que nos hubiésemos podido poner de acuerdo o llegar a algo y, que además de todo, lo que había pasado se llamaba “Voyerismo” y que era un servicio especial y que se cobraría algo extra. Me respondió que si el dinero era el problema, si le permitía llevar amigos sin que “chavito” supiera, o aunque lo supiera, no importaría, me podrían pagar extra y que no sólo eso, sino que al irse el joven, podría darles servicios a sus amigos. Le pregunté que a cuantos amigos invitaría la siguiente vez que llevara a “chavito”. “Tú sabrás... Tú dirás cuanto dinero quieres ganar”, me respondió. Le contesté que tenía la impresión de que lo mejor sería un nuevo amigo a la vez y que si después querían algo más grupal (lo que yo conozco como pira), estaría dispuesta. “Bueno, por lo pronto, mi amigo, el que te vio con tu cliente, ya está dispuesto, sí le gustaste”. Me limité a asentir con la cabeza.
La conversación se alargó porque en ese día se establecieron muchas de las bases del como sería la relación. Conforme hablaba el viejito, recordaba a Ross y sus proféticas palabras. En un momento volvió a hacerme la misma pregunta, “¿Entonces sí estás dispuesta a todo?”. A lo cual le respondí que ya le había dicho que a todo excepto hacer el anal. Miró al suelo e hizo un sonido de reproche, mientras movía la cabeza de manera negativa. Antes de que le preguntara algo se me adelantó y me dijo que entonces él había nacido en el año equivocado. Cuando le pregunté me dijo que en sus tiempos, las mujeres eran muy cerradas, que ni “las putas” (Esta palabra no la usaba delante de mí salvo cuando usaba lenguaje sucio en la intimidad) abrían tanto su mente y sólo aceptaban coger “normalito”.
En un momento llegó a decirme que cuantas posibilidades le veía a que “chavito” estuviera dispuesto a cogerme a la vista de ellos, que ellos pagarían por el muchacho, que él ya había hablado con sus amigos y les había dicho como se sentía hacerlo conmigo después de haber terminado un servicio con otro y que todos habían concordado en que sí era mejor hacerlo conmigo de esa forma. Le respondí que no con “chavito”, que además de ser demasiado joven e inexperto, su mente no estaba lista para algo tan “avanzado” y que conseguirme un hombre para tal efecto. Miró al piso pensativo, y me dijo, “Es que si tu supieras lo excitante que es ver que te cojan antes de uno”. Se hizo una pausa y luego añadió, “Es mejor para uno de mi edad hacerlo como ya te dije y aparte es excitante verte, así que te apuesto que si se hace algo grupal contigo, todos van a querer ser el último.”
El tiempo siguió su marcha. Entre tantas cosas dichas había olvidado decirle que quizá al día siguiente llevaría a chavito pero sólo para un sesenta y nueve. Se emocionó al saberlo y me dijo que si sería posible llevarlo a cabo en el patio. Le respondí afirmativamente porque ya había quedado con el muchacho de que yo iría arriba. Soltó una carcajada y luego me dijo, “Pero pones tu culito viendo a la ventana, ¿Sí?” Me limité a asentir con la cabeza. Mencionó que llegara a determinada hora, “Con o sin ‘chavito’...” Que su amigo y él estarían ahí y que llamara justo antes de llegar. Dijo que si llegaba sola, su amigo estaría en la sala, me lo presentaría, etc. Pero en caso de llegar con “chavito”, lógicamente el amigo se escondería. Me pareció bien.
El día siguiente parecía prometedor...



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lunes, 10 de marzo de 2008

"Enfadada..."

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Al inquirir más en su respuesta me dijo que prácticamente no les conoció la voz, que uno de ellos prácticamente lo estaba esperando en la puerta de la cocina que daba al comedor y el otro no lo vio bien y no recuerda si parecía ya estar en la sala o venir de alguna otra dirección desde más adentro de la casa. Traté de disimular mi asombro al preguntarle que para cuando reuniría la suma. Me respondió que muy pronto y de nuevo quiso asegurarse si se nos podría facilitar de nuevo la casa. (Después de todo, había salido muy conveniente para todos el hacerlo “ahí”.) Le respondí que sí, que quizá podríamos hacerlo unas cuantas veces más pero que de todos modos fuera pensando en otras opciones si quería seguirlo haciendo conmigo por algún tiempo más pero que, por lo pronto, ahí sí se seguiría pudiendo. La conversación continuó y me dijo que pronto, al día siguiente o algo así, recibiría cierta cantidad, antes de que continuara, le dije que por la mitad de precio le podría hacer oral. Le aclaré que sería sin penetración. Alegó que cuando menos hiciéramos el sesenta y nueve. Mi imaginación se prendió en ese momento y comprendí que me sería muy conveniente porque si me colocaba estratégicamente la vista que le daría a V.G.T.2 sería muy erótica con los consiguientes beneficios ya antes mencionados. “Bueno pero, si se hace, yo arriba y tu abajo.” Le resolví. Me contestó que como yo quisiera y terminé el punto advirtiéndole que no aceptaría ni un centavo menos que el acordado por sólo el oral. Lo aceptó sin chistar.
Nos despedimos y cambié de opinión. Decidí no irme para mi casa, puesto que todavía era temprano y, en lugar de eso, me dirigí a un teléfono público para llamar a V.G.T.2. El camino era relativamente largo, bastantes cuadras, ya que eran direcciones opuestas tomando como centro a la plaza. A cada paso que daba, iba pensando en qué decirle, como reclamarle y qué hacer. A las pocas cuadras llegué a la conclusión de que por teléfono no le diría nada, sería amable y el viejillo no sospecharía que estaba molesta con él. Solamente le diría que necesitaba hablar con él y nada de “Muestras gratis”. Estaba alarmada. No sabía a quien creerle con exactitud, ni que pensar a ciencia cierta. Necesitaba oír ambas versiones.
Llegué a la caseta telefónica y le marqué. Esta vez no dejé que hablara mucho. Me porté un tanto coqueta y le dije que si me podía recibir en ese momento. Mi actitud y mis palabras le sorprendieron. Enmudeció un par de segundos y enseguida me respondió que le daría mucho gusto verme. Luego me preguntó si se debía a que había vuelto a ver a “chavito”. Le respondí que bajo el sol no podía sostener la conversación y que además no quería perder tiempo. Colgamos y me dirigí para su casa.
Era la misma caseta de donde le había hablado la ocasión anterior, caminé a paso veloz y llegué muy pronto a su casa. Toqué, ya me estaba esperando, me dio un beso en la boca, al cual casi no correspondí. Desde antes de llegar ya había puesto mi cara de seria, la ocasión lo ameritaba. Así que al vérmela me preguntó la razón. Me quedé callada por un momento, el cual aprovechó para ofrecerme asiento. Una vez sentada me ofreció algo de tomar. Con el calor y la ofuscación le acepté una cerveza. Después de que di un par de tragos, el viejo me dijo que tenía cara de enojada y me preguntó qué pasaba. Respiré profundo para aplacarme más y ordenar mis ideas. Le respondí que me había encontrado a “chavito”. Me interrumpió a mitad de la frase cuestionándome qué me había dicho él, si había dicho que la había pasado bien. Siguiendo con mi cara seria volví a empezar la frase: “Vi a “chavito” y me dijo que cuando entró a la casa desde el patio para salir por el frente había dos hombres aquí.” V.G.T.2 reaccionó con una sonrisa nerviosa...



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domingo, 9 de marzo de 2008

Recientes.

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Ahora sí pude mostrar varias versiones de una imagen muy reciente, a pesar de que sigo muy ocupada.
Las imágenes, durarán hasta la noche del Domingo -06:00 G.M.T.

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Daguerrotipo.

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Color Antiguo.

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Blanco Y Negro Alto Contraste.


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Van Dyck.
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Vívido.








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Actualización:


Ya las quité.

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